La crítica más valorada elige el poco interés del argumento para quitarle mérito.

Tras una semana en la que he visto más de 10 documentales (algunos dos veces), incluído "The ripper effect" y más de 20 pequeños reportajes, todos ellos relacionados con la caída de las torres gemelas, teorías conspirativas y un largo etcétera, el trabajo de Polanski no puede llegar en mejor momento. Por ello voy a ser mesurado y no empalmarme demasiado.

La trama o argumento es cojonudamente atractiva, como cualquiera de las que agite en la coctelera al gobernante de turno, una o varias agencias de inteligencia (si participa la norteamericana mejor, que son los más hijos de puta y por ende, entretenidos para la "ficción") y todo ese tipo de remaches que constituyen el delicado e intrigante mundo del espionaje y el poder.

Cinematográficamente escribiendo, la peli tarda en atraparte unos 15 ó 20 minutos, pasados los cuáles, el mejor cine de suspense de Polanski aparece como si desde las calles de París y la estupenda Frenético se tratase, convirtiéndose en un producto muy digno de ver y disfrutar, tintes políticos aparte. El resto del envoltorio se disfruta con igual intensidad: una banda sonora hitchko-y para no restarle méritos-polanskiana; actuaciones estupendas; brillante fotografía de maneras patéticas y tonos plomizos; y un guión sin incoherencias tópicas, como alocados giros y concesiones a la risa estúpida.

El director nos regala la posibilidad, una vez más, de hacer examen de conciencia y la oportunidad de refrescar la memoria reciente con respecto a los últimos y controvertidos movimientos de los más poderosos, dibujando a lápiz y carboncillo el retrato tenebroso de las potencias que asolan el mundo en el que vivimos.

Mención a la maravillosa aparición de Eli Wallach, breve pero intensa.