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Voto de Cinéfago:
8
4.8
5,306
Thriller. Intriga
En el despiadado mundo del comercio del arte, Josephina (Zawe Ashton) encuentra por accidente un auténtico tesoro: un viejo artista clandestino, tras fallecer, deja tras de sí una maravillosa colección de cuadros con el deseo expreso de que éstos fuesen destruidos tras su muerte. Decidida a sacar buena renta de ellos, Josephina comienza a exponerlos ante algunos de los pesos pesados de la industria, incluyendo a su jefa Rhodora (Russo), ... [+]
9 de junio de 2020
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue todo tan bizarro (en el sentido anglosajón de la palabra), de a ratos tan sin sentido y sobre todo tan lleno de momentos de vergüenza ajena, que me terminó gustando. Notable como un ocho, quizás tenga que verla de nuevo para poder analizarla sin sorpresas pero, en principio, me agrada. En parte es a causa de que logró que me concentrase en la historia y no en buscarle el pelo al huevo.
Extraña combinación aparentemente paradójica entre amor y odio: por un lado el mensaje subliminaloide del verdadero arte destruyendo la payasada vestida de genialidad hoy denominada "arte moderno" y, por el otro (pero totalmente relacionado), ese mejunje de frívolos pseudo-artistas y críticos minimalistas de tabloide embelesados con la inmundicia que esconde la superficialidad amarillista, hueca, vacua y sin talento que pretende una originalidad que nunca va a llegar a concretarse y, además, obsesionados con su propia estética que deriva del yoismo más insípido y vulnerable.
Este film explica de manera subliminalmente genial, que el mundo del arte no es más que una cortina de humo: el lugar perfecto para el lavado de dinero, ya que siete millones de dólares por una bola plateada es el equivalente a ciento veinte mil por una banana pegada a la pared.
Fue observar el egoísmo extremo al que pueden llegar las personas, sobre todo las vinculadas a este tipo de sensacionalismo decadente actual. Fue observar y autoflagelarme con flashbacks de reales experiencias propias al haber compartido espacio con tan repugnante estirpe de mamarrachos exitadamente autorreferenciales. Fue observar e instantáneamente hacer un paralelismo con la realidad y soñar despierto que Goya se levantaba de su tumba para masacrar, pinceladas conceptuales de por medio, a un decadente Hirst y sus circulitos de colores.
Lo mejor: las interpretaciones de un elenco realmente talentoso, sobre todo Gyllenhaal que sigue demostrando por qué es uno de los mejores actores del momento.
Lo peor: el desbarajuste de géneros cinematográficos (y de los otros también); el no saber si estaba viendo un thriller, un slasher o una sátira con un humor más negro que el lugar en donde no nos da el sol. O quizás fue todo eso junto y mezclado, su guión confusamente lineal con giros por momentos incomprensibles pero consecuentes con la locura psicológico-slahera-policromática que nos mostraba el director, lo que decantó en una obra que como mínimo debe ser catalogada de "llamativa".
Extraña combinación aparentemente paradójica entre amor y odio: por un lado el mensaje subliminaloide del verdadero arte destruyendo la payasada vestida de genialidad hoy denominada "arte moderno" y, por el otro (pero totalmente relacionado), ese mejunje de frívolos pseudo-artistas y críticos minimalistas de tabloide embelesados con la inmundicia que esconde la superficialidad amarillista, hueca, vacua y sin talento que pretende una originalidad que nunca va a llegar a concretarse y, además, obsesionados con su propia estética que deriva del yoismo más insípido y vulnerable.
Este film explica de manera subliminalmente genial, que el mundo del arte no es más que una cortina de humo: el lugar perfecto para el lavado de dinero, ya que siete millones de dólares por una bola plateada es el equivalente a ciento veinte mil por una banana pegada a la pared.
Fue observar el egoísmo extremo al que pueden llegar las personas, sobre todo las vinculadas a este tipo de sensacionalismo decadente actual. Fue observar y autoflagelarme con flashbacks de reales experiencias propias al haber compartido espacio con tan repugnante estirpe de mamarrachos exitadamente autorreferenciales. Fue observar e instantáneamente hacer un paralelismo con la realidad y soñar despierto que Goya se levantaba de su tumba para masacrar, pinceladas conceptuales de por medio, a un decadente Hirst y sus circulitos de colores.
Lo mejor: las interpretaciones de un elenco realmente talentoso, sobre todo Gyllenhaal que sigue demostrando por qué es uno de los mejores actores del momento.
Lo peor: el desbarajuste de géneros cinematográficos (y de los otros también); el no saber si estaba viendo un thriller, un slasher o una sátira con un humor más negro que el lugar en donde no nos da el sol. O quizás fue todo eso junto y mezclado, su guión confusamente lineal con giros por momentos incomprensibles pero consecuentes con la locura psicológico-slahera-policromática que nos mostraba el director, lo que decantó en una obra que como mínimo debe ser catalogada de "llamativa".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Un film fuera de los parámetros normales o, al menos, de los cuales estoy acostumbrado a transitar. Y es mucho decir de una película en la cual Netflix metió mano, ya que esos mensajes indirectos sobre la agenda feminista-globalista de género que cansinamente abundan en todas sus producciones (no siendo esta una excepción), se vieron totalmente opacados por la trama, cuando menos, original. Una trama que desnuda la falta de talento de los "artistas", como ese Malkovich mostrando las instalaciones en donde el "arte" es producido en masa, fabricado y ensamblado cual juguete o aparato electrónico en una industria cualquiera. Como ese, nuevamente, Malkovich enfocado al auto-conocimiento, a la real auto-expresión y a la búsqueda artística fuera de los cánones colectivistas actuales, el numen del pintor que le dictaba imágenes y él alejándose de los apáticos cosmopolitas para inspirarse y que fluya la creación, para iluminarse y, aguda e irónicamente, terminar garabateando en la arena con la ayuda de un palo, y las olas del mar llegando calmas a la costa para llevarse consigo el resultado artístico de a cuotas, tan efímero éste como la vida misma...