“El Escritor”, es una buena película, muy bien resuelta por Román Polanski, adaptación del libro escrito por Robert Harris. Evidentemente no pasará a la historia como una obra maestra, y no importa a qué político se refiera, estoy convencido que con su trama bien realizada, Polanski nos viene a denunciar a todo ese mundo hipócrita de la llamada alta política, y lo hace utilizando una trama muy bien resuelta, como si se tratara del más fino artesano.

Ese escritor sin nombre que interpreta magistralmente Ewan McGregor, le cuesta mucho darse cuenta que se encuentra rodeado de seres inquietantes, que lo único que les interesa de su trabajo, es que llegue a descifrar las claves encerradas en esas hojas manuscritas de su anterior colega, y que correrán la misma suerte que las hojas que barre inútilmente ese criado oriental. “El Escritor” es una película sobre el aislamiento. En sus planos no hay ninguna diferencia entre el interior y el exterior: la playa inhóspita y el mar de invierno que se recortan en los ventanales dando una fría decoración a esa mansión que es también una cárcel.

“El Escritor”, es precisamente una buena historia contada con admirable contundencia y un privilegiado sentido del ritmo, con unos actores muy acertados en sus papeles, y sostenida sobre la espina dorsal de un acertado crescendo que no tiene otro empeño que conducir al personal a través del laberinto, desentrañando pistas y turbios enigmas, todo ello apuntalado por una colección de diálogos muy dignos de ser escuchados.