Para bien del hombre y de la humanidad, la evolución es una constante en nuestro proceso existencial; y de la misma manera que nuestras células se renuevan permanentemente, también nuestros pensamientos e ideas acerca de la vida se transforman o cambian en forma sustancial, a medida que nuevas experiencias, otros sentires, y mayores y más claros conocimientos, van conformando nuestro sendero experiencial.

En la adolescencia, confieso que también me gustó mucho, <<DJANGO>>. Esa presencia del hombre solitario y recio dispuesto a enfrentarse a todos, y esas, casi góticas imágenes del ataúd que arrastra por las fangosas calles, consiguió impactarme y entusiasmarme. Por años, lo recordé como uno de los mejores spaghetti-western, entre los que había visto en mis años mozos.

Varias décadas después y en formato DVD, esta película cae de nuevo a mis manos… y, casi como un experimento, me he animado a verla de nuevo... ¡y vaya si tuvo sentido!, porque he comprobado, una vez más, lo poco que queda en mi ser de aquel adolescente liceísta: Me alegro, ahora, estar viendo la vida de otra manera y que ya no me emocionen las venganzas, ni me conmuevan los súper-machos, ni me sorprendan con situaciones inverosímiles. Me encanta poder comprender que, Django, es tan perverso y despiadado como los malos de la película, y que, lo único que lo diferencia del mayor Jackson, es que él es norteño y éste es sureño.

Ahora, me doy cuenta de lo fatigante y rutinaria que resulta esa cámara plagada de zooms y de close-ups, y llego además a la conclusión de que, si alguien desea averiguar cuál es el western europeo donde hay más muertes violentas, <<DJANGO>> es, por mucho, una de las más opcionadas... y no exagero al decir que, resulta nociva para los jóvenes carentes de afecto y de valores, porque asume el matar como un juego placentero. Con razón, el ataúd a lo Nosferatu... y el Ku klux klan rojo... y esas cruces sobre las tumbas.

¿Y qué tal el rol femenino? Reducido a monosílabos y con una inexpresividad absoluta. A la señora, Nusciak, sus diálogos pudieron entregárselos en un telegrama.

Lo siento, amigo, Franco Nero, pero, tu más celebrado filme ya hace parte del más lamentable atraso ideológico... y ahora, abogo para que el olvido lo cobije.

Título para Latinoamérica: YANGO, EL DESPIADADO