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Voto de TOM REGAN:
8
7.1
11,398
Drama
Cuatro sacerdotes conviven en una retirada casa de un pueblo costero, bajo la mirada de Mónica, una monja cuidadora. Los curas están ahí para purgar sus pecados y hacer penitencia. La rutina y tranquilidad del lugar se rompe cuando llega un atormentado quinto sacerdote, y los huéspedes reviven el pasado que creían haber dejado atrás. (FILMAFFINITY)
8 de mayo de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
69/15/28/4/19) Perturbador drama chileno realizado y co-escrito por Pablo Larrain, incisivo retrato sobre lo complejo de la maldad, centrado en una casa en un remoto pueblo donde residen cual contenedor de basura lo peor de la Iglesia católica, grupo de sacerdotes con mochila de pecados a sus espaldas, la institución eclesiástica tiene escondidos allí, cual patio trasero donde se esconden los escombros. Este es un film notable, de los que calan en el espectador, de los que le hacen retorcerse, ello logrado por retrato humano que se hace de estos personajes que han pervertido el mensaje de la Biblia en su favor, siendo un acierto que el realizador no los haga unos monstruos, cayendo en el cliché, les da voz, les da motivaciones, les da debilidades, les da carácter, lo que les hace más terroríficos, en el sentido que nunca verias en ellos a los monstruos que en realidad esconden tras sus ordinarios rostros. Ello en un relato mordaz que mezcla drama, comedia y amargura existencial con temas como la penitencia, la culpa, la religión como escudo, ello en un increscendo de narrativa fluida que nos impregnando a cada paso que d, conociendo algo más de los miembros de este club. El origen del film fue cinco años atrás de la producción, Larraín vio una foto de una casa idílica alemana, con su impecable jardín, vistas armoniosas y un halo de paz y felicidad a su alrededor, y descubre con sorpresa que su propietario es un antiguo cura chileno con pasado de inculpaciones pedófilas, a pesar de ello, la disfruta en impunidad. Y hace dos años Larraín se lanzó a un proyecto teatral, un monólogo de una hora, sobre los diferentes tipos de abusos sexuales. La mezcla de ambas ideas, la imagen de la casa y el texto dramático es el embrión de El Club. Fue seleccionada como la entrada chilena a la Mejor Película en Lengua Extranjera en los Oscar, no fue nominada.
Posee arranque electrizantemente turbador, presentación de aparentemente inofensivo grupo de seres de mediana edad gustan de participar en carreras de galgos, los vemos en penumbra, en claroscuros o a contraluz, parecen vivir en sombras, para después llegar traído por un cura, a la casa un tipo (el padre Matías) que reniega de los anfitriones, entonces en la puerta de la casa aparece un tipo (Sandokan), comienza de modo demente a relatar de modo explícito vejaciones sexuales a las que el recién llegado le sometió, ello en voz alta y modo perturbador se te hunde en el cerebro por su enfermiza entonación, en una mezcla de denuncia y a la vez pleitesía, muestra del lavado de cerebro a que fue sumiso. La reacción que se produce en la casa rebota en brote de violencia impactante hará esta comunidad- purgatorio sea sacudida por la llegada de un sacerdote (el padre García), vendrá a evaluar lo sucedido. Hará que desemboquemos en un incisivo estudio de personajes que vayamos conociendo uno por uno a los habitantes de esta singular residencia, sobre todo mediante interrogatorios que García lleva a cabo, filmados en apabullantes primeros planos, en los que los personajes descubrirán sus pecados, pero a la vez los justificaran retorciendo la Biblia, secuencias de una intensidad punzante, donde la pedofilia es tratada con un sentido estremecedor por cómo se puede dan argumentos en su favor, dan escalofríos el pensar que puede haber gente así; O como también se razona en favor de “robar” niños recién-nacidos para dárselos a otras mujeres, con la excusa de que la madre biológica no es “Buena”, esto influenciado por un escándalo real acaecido en Chile en 2014, pero también extrapolable a España, donde también ha habido muchos casos.
Todo se desarrolla de modo vigoroso, con diálogos inteligentes, delineación pétrea de personajes, gran importancia de silencios expresivos, donde miradas demuestran sensaciones, y mediante acciones hacen avanzar la trama, en crescendo dramático sereno pero con garra, hasta desembocar en clímax que como he leído puede ser especie de micro Kristallnacht (Noche de los Cristales Rotos) canina, donde sale a relucir el verdadero alma endogámico corporativista de todos. Larraín para reforzar y dar solidez narrativa otorga matices y complejidad a lo que vemos, mezclando el lirismo con lo profano, el drama con el humor seco (e incómodo), un submundo de personajes grises, donde nadie se salva del aguijón certero de Larraín, los habitantes de esta casa son seres averiados, pero desgraciadamente lo son dentro de la Iglesia, y no son cualquiera, son personas en las que mucha gente en su bondad depositó lo que más quería y les fue devuelta esta confianza con lo peor, y en vez la Iglesia católica denunciarlo, decide barrerlo y echar la mugre en patio trasero, esto lo ejemplifica el padre García, al que uno de los residentes define como burócrata del Vaticano que se queda en hoteles de 5 estrellas y usa colonia elegante (identificando la colonia como Carolina Herrera), dejando a García petrificado. En este lugar no existen los sentimientos de culpa o el arrepentimiento, no hay ansias de redención, y es que esta “escoria” humana siente en su disfuncionalidad que son gente aceptable.
Microuniverso de las miserias de la Iglesia Católica es la casa, donde sobreviven la corrupción moral más vil, tiene sus reglas en no poder mantener contacto con lugareños, su diversión-vicio es entrenar un galgo para carreras, quizás alegoría de cómo estos personajes de podredumbre moral han canalizado sus perversiones, e incluso se puede llegar a entender de metáfora de como un perro es entrenado y siempre será fiel a sus dueños, sin rebelarse y siendo dócil incluso cuando es sacrificado, puede entenderse como símil con los parroquianos de la Iglesia, y cerrando más el foco puede ser ese Sandokan atrofiado mentalmente por los abusos sufridos y a la vez sufre una especie de Síndrome de Estocolmo, al calarle las motivaciones de los abusadores. Incluso se puede ver en la película una especia de paralelismo con la dictadura de Pinochet,… (sigo en spoiler)
Posee arranque electrizantemente turbador, presentación de aparentemente inofensivo grupo de seres de mediana edad gustan de participar en carreras de galgos, los vemos en penumbra, en claroscuros o a contraluz, parecen vivir en sombras, para después llegar traído por un cura, a la casa un tipo (el padre Matías) que reniega de los anfitriones, entonces en la puerta de la casa aparece un tipo (Sandokan), comienza de modo demente a relatar de modo explícito vejaciones sexuales a las que el recién llegado le sometió, ello en voz alta y modo perturbador se te hunde en el cerebro por su enfermiza entonación, en una mezcla de denuncia y a la vez pleitesía, muestra del lavado de cerebro a que fue sumiso. La reacción que se produce en la casa rebota en brote de violencia impactante hará esta comunidad- purgatorio sea sacudida por la llegada de un sacerdote (el padre García), vendrá a evaluar lo sucedido. Hará que desemboquemos en un incisivo estudio de personajes que vayamos conociendo uno por uno a los habitantes de esta singular residencia, sobre todo mediante interrogatorios que García lleva a cabo, filmados en apabullantes primeros planos, en los que los personajes descubrirán sus pecados, pero a la vez los justificaran retorciendo la Biblia, secuencias de una intensidad punzante, donde la pedofilia es tratada con un sentido estremecedor por cómo se puede dan argumentos en su favor, dan escalofríos el pensar que puede haber gente así; O como también se razona en favor de “robar” niños recién-nacidos para dárselos a otras mujeres, con la excusa de que la madre biológica no es “Buena”, esto influenciado por un escándalo real acaecido en Chile en 2014, pero también extrapolable a España, donde también ha habido muchos casos.
Todo se desarrolla de modo vigoroso, con diálogos inteligentes, delineación pétrea de personajes, gran importancia de silencios expresivos, donde miradas demuestran sensaciones, y mediante acciones hacen avanzar la trama, en crescendo dramático sereno pero con garra, hasta desembocar en clímax que como he leído puede ser especie de micro Kristallnacht (Noche de los Cristales Rotos) canina, donde sale a relucir el verdadero alma endogámico corporativista de todos. Larraín para reforzar y dar solidez narrativa otorga matices y complejidad a lo que vemos, mezclando el lirismo con lo profano, el drama con el humor seco (e incómodo), un submundo de personajes grises, donde nadie se salva del aguijón certero de Larraín, los habitantes de esta casa son seres averiados, pero desgraciadamente lo son dentro de la Iglesia, y no son cualquiera, son personas en las que mucha gente en su bondad depositó lo que más quería y les fue devuelta esta confianza con lo peor, y en vez la Iglesia católica denunciarlo, decide barrerlo y echar la mugre en patio trasero, esto lo ejemplifica el padre García, al que uno de los residentes define como burócrata del Vaticano que se queda en hoteles de 5 estrellas y usa colonia elegante (identificando la colonia como Carolina Herrera), dejando a García petrificado. En este lugar no existen los sentimientos de culpa o el arrepentimiento, no hay ansias de redención, y es que esta “escoria” humana siente en su disfuncionalidad que son gente aceptable.
Microuniverso de las miserias de la Iglesia Católica es la casa, donde sobreviven la corrupción moral más vil, tiene sus reglas en no poder mantener contacto con lugareños, su diversión-vicio es entrenar un galgo para carreras, quizás alegoría de cómo estos personajes de podredumbre moral han canalizado sus perversiones, e incluso se puede llegar a entender de metáfora de como un perro es entrenado y siempre será fiel a sus dueños, sin rebelarse y siendo dócil incluso cuando es sacrificado, puede entenderse como símil con los parroquianos de la Iglesia, y cerrando más el foco puede ser ese Sandokan atrofiado mentalmente por los abusos sufridos y a la vez sufre una especie de Síndrome de Estocolmo, al calarle las motivaciones de los abusadores. Incluso se puede ver en la película una especia de paralelismo con la dictadura de Pinochet,… (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
… donde la silente (ante la maldad) Iglesia estaba en connivencia con el tirano, y estos pudieron también actuar con impunidad y protegidos por paraguas dual, el del estado y la Curia.
Esta malsana casa es regida por la hermana Mónica, hace las rutinas (se levantan, rezan, cantan, comen, vuelven a rezar el rosario y cenan. Mientras, entrenan a un galgo para ganar dinero en carreras del pueblo), sean llevadas a cabo de modo mecánico, vemos a tipos en apariencia inofensivos que tras este escaparate engañoso hay un reguero de vilezas. Tras su rostro bondadoso esconde una mujer manipuladora con sus fantasmas a cuestas que disfruta de su trabajo y que no permitirá fácilmente su mundo sea revocado. Antonia Zegers la encarna con sutilidad, sin levantar la voz pero con energía, pero con una sonrisa tras la que hay veneno serpentil; El padre Vidal resulta el más siniestro, tipo de labia fluida que de forma trémula da patina de algo bueno el abuso de niños, loa de modo velado la homosexualidad, alarmante actuación. Alfredo Castro lo embiste de modo absorbente, lo hace suyo con argumento místicos vomitivos, human izando a la bestia y con ello hacerla más terrorífica, pues el mal se puede hallar en cualquiera; El más joven es el padre Ortega, sacerdote que robó recién nacidos a sus madres diciéndoles habían fallecido, para darlos a otras familias, con motivación de que estas parturientas eran indignas de ser madres, se justifica de modo férreo en su ignominia. Alejandro Goic lo interpreta con brío, autosuficiencia, te crees su vena retorcida: El padre Silva fue capellán militar durante la dictadura pinochetiana, guarda escritos de las confesiones de militares, lo que le hace peligroso. Jaime Vadell lo dota de fuerte personalidad: El padre Ramírez es un hombre mayor que sufre de senilidad, al parecer por lo que se lee entre líneas de lo que dice, está allí por homosexual. Alejandro Sieveking lo actúa de modo formidable; El “invitado” hace temblar la estabilidad en este purgatorio es el padre García, investigador de la Iglesia indaga sobre lo ocurrido, adusto, inflexible, interroga con saña a los de la casa. Francisco Reyes lo encarna con potencia, manteniendo ententes vibrantes con los sacerdotes; Un personaje tangencial a la casa es Sandokan, tipo que se nota desequilibrado mentalmente, siempre rondando la casa como símbolo de la enfermedad que hay dentro de la casa, reflejo d elas víctimas de abusos sexuales, tanto ha sido alterado su mundo que crea una dependencia tóxica con los abusadores eclesiales. Roberto Farías le da vida de modo brillante ya desde su shockeante aparición recitando casi en prosa los abusos padecidos, con esa personalidad que muestra de como ya he dicho especie de Síndrome de Estocolmo con lo sufrido, con una gestualidad medida, con una oralidad incisiva, desprende una candidez patética.
Puesta en escena maravillosa para proyectar estado de ánimo melancólico-lóbrego, filmando en la población costera de Boca (Chile). Excelente DP de Sergio Armstrong (“Neruda”), rodando en claroscuros, contraluces, escasa iluminación, penumbras, velando a los protagonistas en siluetas y sombras como reflejando su oscura alma, donde los cielos están constantemente nublados, emitiendo un aire gris desesperanzado, incluso con grandes angulares para deformar escenarios y personajes, donde priman los azules fríos, los marrones, tonalidades apagadas; todo esto punteada de modo neurálgico por la música de Carlos Cabezas (“El bosque de Karadima”), de melodías de cuerdas ominosas, cortantes, con añadidos de música clásica de Johann Sebastian Bach sobre todo del estonio Arvo Pärt, música que envuelve en un halo trémulo los fotogramas, estimula los sentidos en miscelánea con las imágenes y la historia.
Notable película, de las que te hace pensar sobre como el mal habita en las personas de apariencia más buenista. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2019/05/el-club.html
Esta malsana casa es regida por la hermana Mónica, hace las rutinas (se levantan, rezan, cantan, comen, vuelven a rezar el rosario y cenan. Mientras, entrenan a un galgo para ganar dinero en carreras del pueblo), sean llevadas a cabo de modo mecánico, vemos a tipos en apariencia inofensivos que tras este escaparate engañoso hay un reguero de vilezas. Tras su rostro bondadoso esconde una mujer manipuladora con sus fantasmas a cuestas que disfruta de su trabajo y que no permitirá fácilmente su mundo sea revocado. Antonia Zegers la encarna con sutilidad, sin levantar la voz pero con energía, pero con una sonrisa tras la que hay veneno serpentil; El padre Vidal resulta el más siniestro, tipo de labia fluida que de forma trémula da patina de algo bueno el abuso de niños, loa de modo velado la homosexualidad, alarmante actuación. Alfredo Castro lo embiste de modo absorbente, lo hace suyo con argumento místicos vomitivos, human izando a la bestia y con ello hacerla más terrorífica, pues el mal se puede hallar en cualquiera; El más joven es el padre Ortega, sacerdote que robó recién nacidos a sus madres diciéndoles habían fallecido, para darlos a otras familias, con motivación de que estas parturientas eran indignas de ser madres, se justifica de modo férreo en su ignominia. Alejandro Goic lo interpreta con brío, autosuficiencia, te crees su vena retorcida: El padre Silva fue capellán militar durante la dictadura pinochetiana, guarda escritos de las confesiones de militares, lo que le hace peligroso. Jaime Vadell lo dota de fuerte personalidad: El padre Ramírez es un hombre mayor que sufre de senilidad, al parecer por lo que se lee entre líneas de lo que dice, está allí por homosexual. Alejandro Sieveking lo actúa de modo formidable; El “invitado” hace temblar la estabilidad en este purgatorio es el padre García, investigador de la Iglesia indaga sobre lo ocurrido, adusto, inflexible, interroga con saña a los de la casa. Francisco Reyes lo encarna con potencia, manteniendo ententes vibrantes con los sacerdotes; Un personaje tangencial a la casa es Sandokan, tipo que se nota desequilibrado mentalmente, siempre rondando la casa como símbolo de la enfermedad que hay dentro de la casa, reflejo d elas víctimas de abusos sexuales, tanto ha sido alterado su mundo que crea una dependencia tóxica con los abusadores eclesiales. Roberto Farías le da vida de modo brillante ya desde su shockeante aparición recitando casi en prosa los abusos padecidos, con esa personalidad que muestra de como ya he dicho especie de Síndrome de Estocolmo con lo sufrido, con una gestualidad medida, con una oralidad incisiva, desprende una candidez patética.
Puesta en escena maravillosa para proyectar estado de ánimo melancólico-lóbrego, filmando en la población costera de Boca (Chile). Excelente DP de Sergio Armstrong (“Neruda”), rodando en claroscuros, contraluces, escasa iluminación, penumbras, velando a los protagonistas en siluetas y sombras como reflejando su oscura alma, donde los cielos están constantemente nublados, emitiendo un aire gris desesperanzado, incluso con grandes angulares para deformar escenarios y personajes, donde priman los azules fríos, los marrones, tonalidades apagadas; todo esto punteada de modo neurálgico por la música de Carlos Cabezas (“El bosque de Karadima”), de melodías de cuerdas ominosas, cortantes, con añadidos de música clásica de Johann Sebastian Bach sobre todo del estonio Arvo Pärt, música que envuelve en un halo trémulo los fotogramas, estimula los sentidos en miscelánea con las imágenes y la historia.
Notable película, de las que te hace pensar sobre como el mal habita en las personas de apariencia más buenista. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2019/05/el-club.html