Todo un fan de las películas de catástrofes como un servidor no podía quedarse sin ver lo nuevo de Emmerich, que llega una vez más dispuesto a destrozar el planeta con sus efectos especiales.

La premisa de este tipo de películas siempre me parece de lo más interesante, pero la cosa se fastidia un poco cuando acabamos viendo lo de siempre. Pero bueno, en este caso lo de siempre se multiplica por un millón. Y hablo en todos los sentidos.

El centro de la tierra se calienta debido al crecimiento de ciertas radiaciones del Sol y la corteza se desplazará a sus anchas, cosa que queda clara desde el principio. Emmerich rescata el esquema seguido en Independence Day con varias líneas argumentales: la del "héroe" y su familia, la del siempre magno presidente de EE.UU. y la de algún especialista en la materia que es el que abre los ojos a todos. Todas ellas ya vistas, todas ellas predecibles.

Y es una lástima como este director ha desperdiciado otra vez una oportunidad de hacer algo aterrador para hacer algo simplemente espectacular. A la hora de tratar a los personajes protagonistas se elimina todo el pretendido realismo del resto de la cinta. Los protagonistas no se hacen daño, no mueren a no ser que ellos lo decidan y son capaces de dar discursos de dos minutos a escasos momentos del fin de la cuenta atrás. De escándalo como todo aquel que se pega a John Cusack (hasta llegar a las arcas) tiene la maravillosa suerte de seguir con vida. La tierra se abre, caen bolas de fuego y enormes nubarrones de ceniza lo engullen todo. Para más inri, todo ello le pisa los talones a la familia protagonista. Incluso en alguna ocasión no es hasta que ellos deciden moverse que la cosa se anima. Y bueno, algún que otro detalle totalmente absurdo aparte de este *(1) no es raro de ver en la película.

Estos detalles... Mejor dicho, esta forma de hacer cine, insultante para algunos, anula por completo cualquier atisbo de entretenimiento. Lo cierto es que molesta que el director decida qué personajes son tocados por la mano de Dios, pero aún así la película es tremendamente entretenida, está bien llevada (tal vez el tramo final es el que se hace más pesado por su falta de movimiento) y tiene sus partes emocionantes. Todo ello en 2 horas y media que no se hacen pesadas, pese a su repetición de esquemas. Eso sí, no sabría decir si me atrevería a verla otra vez...

Los anti-Emmerich quedan avisados: efectos especiales para parar un tren, banderitas de EE.UU. y emotivos discursos en los momentos más indicados acompañando a suertudos personajes. De eso no hay nada que nos salve.