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El estigma del arroyo

Drama Biopic sobre el boxeador Rocky Graziano, un joven italoamericano que, después de su paso por distintos reformatorios, se convirtió en campeón de boxeo de los pesos medios. Acostumbrado a la violencia del East Side neoyorquino, Rocky encontró el éxito en el ring gracias a una combinación de talento, ambición y tenacidad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
2 de octubre de 2011
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras unas semanas de escasa acción cinéfila -¿semanas?-, debo reconocer que pillé la cinta con ganas. Y aunque el género pugilístico, o el boxeo, por hablar con propiedad, no es lo mío, pues todas sus historias me parecen iguales (ya saben, ascenso y caída o, en su defecto, progresivo ascenso y victoria), esta "Marcado por el odio" me ha gustado, y mucho. No le doy el 8 porque uno gusta de hacerse de rogar, pero vamos, que bien pudiera habérselo puesto sin llegar a despeinarme. Y es que el trabajo de Robert Wise en la dirección y, por extensión, el de todos los que le secundan es simplemente irreprochable. Como he leído por ahí, la manifestación más paradigmática del buen cine americano, el de toda la vida, el que con poco te revuelve las entrañas y te mantiene atado a la butaca, consiguiendo que por algo menos de dos horas Paul Newman deje de ser ese difunto sex symbol de apariencia diríase que frágil para enfundarse unos guantes de boxeo y no notar la diferencia... eso se le llama hacer tuyo el personaje.

Y de eso va precisamente esta película, la cual vi, como mandan los cánones y, cada vez más, el criterio de uno mismo, en versión original. Upss, ya, ya sé, que de qué va: decía que aquí los tiros van por dejarse sorprender por unos diálogos de aúpa, gracias a un guión inspiradísimo -no será raro el escuchar más de una risotada durante el metraje- y tremendamente generoso en lo que a repartir líneas de calidad a cada uno de sus personajes se refiere, todos con su minutito de gloria y, cómo no, su caracterización poco menos que perfecta. A la cabeza, claro, Paul Newman, ese hombre, con la que es, de momento, la mejor versión que de él he podido ver en la pantalla, un raterillo de poca monta de carisma arrollador y unos ojos que harían temblar al más hetero (hay que escucharlo en su americano de la calle, en todo caso, es impresionante). Y es que debo reconocerlo, no sólo Pier Angeli está preciosa en la película, que lo está; el cabrón de Rocky no le va a la zaga. Ale, ya lo he dicho.

Desde NY con amor, sí, la cinta no parecerá innovar lo más mínimo en cuanto a los esquemas pugilísticos que nos sabemos todos. Sin embargo, negar su funcionamiento interno cual joya escondida de relojero viejo, ésa que luce como el primer día, es empecinamiento de ciegos. Un placer, pues, el encontrarme esta película. La recomiendo.
José (FullPush)
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24 de octubre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No todos los campeones nacen como campeones. A veces se ven obligados a emerger de las cloacas, limpiarse el fango, sacudirse el polvo, algo de sangre ajena y propia y mirar con determinación el presente y el futuro.
Así es como lo hizo Thomas Rocco Barbella.

Nacido a finales de los años '10 del siglo pasado, el tipo que luego se apodaría Rocky Graziano creció en territorio neoyorkino pero en el seno de una familia de inmigrantes italianos; además, el barrio en el que se cría es especialmente conflictivo debido a la pobreza y a las dificultades de adaptación a la sociedad anglosajona de sus habitantes, la mayoría de ellos procedentes del viejo continente. Él no es más que uno de esos centenares de jóvenes buscavidas envueltos en una carrera delictiva que no les lleva a ninguna parte; y acostumbrado a la calle, cumple a rajatabla con su código de honor.
Esto es: mantenerse respetuoso con esa familia a la que sin embargo sume en una zozobra constante, leal a sus amigos y compañeros de fatigas y dispuesto a mantener a golpes su bien ganado prestigio. Y si bien su historia real es mucho más rica en sombras que en luces, especialmente una vez llegado su momento de introducirse en el boxeo profesional en cuyos ambientes estuvo al parecer mezclado con los manejos de la mafia, lo cual estuvo a punto de dar por terminada su carrera deportiva, Hollywood decidió ser indulgente con él y convertirle en estrella de un "biopic" en el que ejemplificar algunos de los matices más recurrentes del "sueño americano".

Las cosas no salen como quieren los productores pues James Dean, a quien iba destinado el papel, fallece en Septiembre de 1.955, pero un camarada suyo y alumno del mismo Actors' Studio llamado Paul Newman, había opositado para encarnar al boxeador y finalmente fue escogido (si bien su parecido físico, más cerca de Sterling Hayden o Victor Mature, era pura coincidencia). El natural de Ohio se enfrenta a una prueba de fuego donde demostrar sus habilidades e intentar encubrir el fiasco de "El Cáliz de Plata", por suerte le dirige un artesano tan capaz e inteligente como Robert Wise, que rechaza de plano filmar en estudio y decide hacerlo a pie de calle.
Es vital su deseo de lograr un realismo directo y crudo, pues la vida del protagonista así lo demanda; lanzado a la delincuencia y a ser perseguido por la policía, a patear las aceras, es sólo cuestión de tiempo que dé con sus huesos en una cárcel o reformatorio, mientras se le aparece el temible reflejo de un padre, boxeador fracasado que ahoga sus penas en el alcohol y calma su frustración a base de maltratar a sus propios vástagos. Wise nos introduce en este duro mundo y lo pinta cual lienzo con el blanco y negro deprimente que le provee Joseph Ruttenberg, a la vez que saca el mejor partido de los decorados, donde filma secuencias nocturnas, y la dirección artística de Malcolm Brown y el maestro Cedric Gibbons.

Todo ello mientras analiza lo que es la vida íntima del protagonista, en el entorno familiar y amoroso; su lucha desesperada por salir de la pobreza y un entorno social desfavorable viene a demostrar a esas nuevas y perdidas generaciones de los años '50 que era posible dejar atrás la marginación e insertarse en el éxito y en la cómoda vida de las clases medias, aunque deba de chocar con la sed de venganza de esa sociedad que considera que su lugar está en el ejército, donde le meterán en cintura; su madre, a quien da vida una soberbia Eileen Heckart, es el único atisbo de bondad y comprensión que halla.
Tras tener en el ejército algo parecido a ese hogar que dejó atrás en el instante de ser encarcelado, vuelve al duro y corrupto ambiente de las calles en los que otros chavales como él sueñan con ganar la gloria a base de puñetazos; aprenderá también que el boxeo se divide entre su deseo de regeneración y la codicia de agentes, promotores y mafiosos de todo pelaje que pretenden hacer de él una pieza más de su engranaje criminal. Sólo la presencia de un viejo amigo y la perseverancia de esa Norma convertida en su pareja en quien ve reflejada la sombra de la madre ausente le servirán de apoyo.

En manos de un director dotado para la narración concisa y equilibrada entre la pura acción, la intriga y los momentos de melodrama, sin olvidar que ya se inmiscuyó con eficacia en el ambiente pugilístico con "Nadie puede Vencerme", esta "Somebody Up there likes Me" se presenta tan ágil y entretenida como desgarradora, y logra atraer desde el primer momento las simpatías del espectador gracias a un personaje que ve los códigos callejeros reflejados en ese brutal deporte, que pelea en la vida real para triunfar ejerciendo la violencia, y que huye de la presión deshonesta y de la ley cuando se ve acorralado para no poner en peligro su prestigio.
De este modo, la lucha de Graziano es una lucha mil veces vista, sí, pero aquí es donde nos beneficiamos del buen oficio de Wise y de la presencia arrolladora de un juvenil Newman, que como alumno aventajado del Actors' Studio supo ofrecer toda esa fuerza incontrolable y a punto de estallar que hacía de su encarnación del boxeador totalmente creíble; por otra parte, si bien su papel es el núcleo de toda la acción, otros de tipo secundario contribuyen de manera decisiva a trazar las líneas de esa atmósfera de perdedores que, en la habitual épica romántica de los '50, eran provistos de un punto de ternura y vulnerabilidad...

Destacar en este sentido a la magnífica Pier Angeli en el papel de la sufrida pero leal novia del héroe, y de Sal Mineo, que repite con ciertos matices esa figura trágica e incomprendida que tan buen resultado arrojara en su John de "Rebelde sin Causa".
Alternándose entornos conocidos del universo del boxeo con otros procedentes del melodrama carcelario y una introspección de personajes dura y cercana, "Somebody Up there likes Me" conserva su fuerza, discurso y poder visual y dramático intactos. El trampolín para Newman y bien merecedora de esos dos premios Oscar.
Chris Jiménez
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20 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de boxeo en la que un chaval de clase muy baja, con un padre que es para darle de comer a parte se irá habriendo camino como delincuente y camorrista. Un bala que perdida que un día encontrará su razón de ser en los guantes.

¿Típica? sí.
¿Entrenenida? también.
¿Buena? por supuesto.
¿Las peleas son poco realistas? pues claro.

En su época sería más o menos innovador pero a día de hoy nos salen los biopic de boxeo por las orejas. Eso sí, si te gusta el boxeo la mayoría de estas películas suele cumplir con nota.

No hay nada que me haya llamado la atención ni para bien ni para mal, (desde el punto de vista del 2020, en el 56 lo mismo fue la leche)La película tiene un buen ritmo y se hace muy entretenida, para mí lo más importante en una película.

El aliciente principal de esta película es ver a Paul Newman en pantalla. Un actorazo de los pies a la cabeza.

Muy recomendable para pasar un buen rato viendo una buena película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Mankuku
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2 de febrero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personalmente, y como introducción,, prefiero con mucho (Y por una vez) el título que a esta película se le dio en España, al original, demasiado largo, si bien éste último, recoge el de la preciosa canción de Canh-Kaper, que embellece no poco las primeras y últimas escenas del film.

También creo más acertada la elección de un impresionante Newman, antes que los amaneramientos acostumbrados de James Dean, actor inicialmente pensado para esta película y que (para posible escándalo de mitómanos) a mí nunca me ha terminado de gustar. A estas alturas no creo necesario reseñar las razones de dicho cambio.

"Marcado por el odio" es una película que recoge lo mejor de Wise como director, y de Newman como intérprete: un actor, efectivamente, de excelencia, que compone las emociones humanas del tormento interior, la crispación, y el odio social más descarnado, con las perfectas esencias emanadas de toda la tradición de la Actor`s Studio en la más pura línea Straberg.

Con una maravillosa fotografía en blanco y negro, que refuerza la trama de eficaz dramatismo, y que parece inspirarse por momentos, en lo mejor del "neorralismo italiano", haciendo para ello un uso excelente de presencias físicas (Harold J. Stonne, o Eillen Heckart, en ambientes de absoluta sordidez urbana, y una estupendas secuencias de boxeo fílmico, tan dramáticas e intensas como bien filmadas, para mí al menos, este clásico es un producto redondo que cumple todos los mandamientos del cine. Distraer (en este caso con mayúsculas) y apasionar (También). La nota final sólo puede ser sobresaliente.

Para colmo se añade una impagable presencia. La de la maravillosa Pier Angeli, de la cual no se entiende que tuviera una carrera tan exigua.

Una gran película, una gran dirección, una gran puesta en escena, y unos extraordinarios actores con impagables secundarios. Todo un lujo.
el feroz
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7 de septiembre de 2012
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, estoy K.O. Así me deja Paul Newman cuando le veo. En «Marcado por el odio» luce belleza, ojazos, cuerpo y carisma para dejar K.O. a todos los espectadores. Asombroso, realmente asombroso.

Película de boxeo sobre un boxeador, Rocky Graziano, que no tiene nada que ver, excepto por el nombre, con nuestro Rocky de Sylvester Stallone. Si fue así o no fue así su vida, dejémoslo para cada uno. El guión es de lo más fluido y directo, quizá en exceso, de hecho; parece que se precipita a cada rato, como el propio Graziano. Así, apenas da tiempo a asimilar lo que ocurre y pasa por alto por las emociones más íntimas. Lo mejor, toda su relación con Norma (divertida, tierna, apasionada) y con su padre, sobre todo su último encuentro, muy emotivo.

El conjunto es muy logrado, y es una de esas películas que se pueden ver tantas veces se quiera. Por el lluvioso beso en el portal, por los combates, por un Nueva York de muchísimo ambiente, por Sal Mineo, por la esperanza que transmite y por Paul Newman, el eterno Newman, deslumbrando.
Kaori
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