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Rostros (Faces)

Drama Richard Forst, un hombre de negocios de mediana edad y casado, tiene una aventura con una joven e inmediatamente le pide el divorcio a su mujer, a la que abandona para irse a vivir con su amante. Mientras tanto, su mujer conoce a un tipo en un bar y pasa la noche con él. A la mañana siguiente, Richard vuelve a su casa. (FILMAFFINITY)
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
1 de noviembre de 2008
28 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
258/15(25/10/08) Cinta ensalzada por la crítica y no consigo entender que han visto en ella, pues los personajes están de lo más pasados, histriónicos hasta decir basta. El argumento sucede durante una noche, es una sucesión de fiestas de alcohol, sexo, adulterios, peleas y risas, todo ello para que veamos la decadencia de la burguesía, pienso hay maneras más amenas de contárnoslo, pues se me ha hecho larguísima. El film pertenece al outsider Cassavetes, rodada con bajísimo presupuesto, valga como anécdota que está rodada en la casa del director. Recomendable a los que situaciones conyugales al límite. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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5 de octubre de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“[Faces] fueron 215 páginas contra la clase media americana, una expresión de horror hacia la sociedad en general, centrada en un matrimonio. (...) En ella, los hombres usan lo que conocen –las técnicas empresariales— para verificar su nivel de aceptación social. Hacen el amor con un ojo vuelto hacia el respeto y el aplauso, que significarían para ellos que la vida es algo más que la oficina, que su enfermedad moral y aburrimiento pueden ser curadas... si una mujer los encuentra atractivos”.

John Cassavetes
Alex De Large
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5 de febrero de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llamó la atención en su tiempo como rompedora, a base de esos primeros planos con una cámara temblorosa.
Cassavetes era un genio. Estaba también de moda la incomunicabilidad a lo Antonioni.
Han pasado muchos años. Ahora resulta interesante como historia del cine pero en sí misma es agobiante, mareante y en el fondo con muy poco fondo.
Eso si, las interpretaciones son espléndidas, y lo hubiesen sido aun mas si el guión hubiera sido menos caótico,sobre todo en los diálogos, a menudo algo ridículos.
yoparam
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29 de agosto de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy me siento en la potestad de denigrar al cine en todas sus concepciones. Saquen las conclusiones que deseen: me desperté cruzado, estoy ovárico, o simplemente soy contra. No me importa, tengo mis motivos. Como forma de expresión relativamente joven que es, el cine mamó del resto de las artes sus peores males: la puesta en escena del teatro, la narrativa de la literatura, la composición de la pictórica. De la fusión de las mismas es que deriva lo que hoy en día conocemos, o asimilamos, al ver una película: una construcción en base a un guion previamente elaborado que le otorga una significación dada a lo que estamos viendo, el empleo de una técnica, de un lenguaje específico que busca despertar determinadas cuestiones emocionales en el espectador. En definitiva, al igual como ocurre en la literatura o en el teatro, salvando las distancias del medio, pretende contarnos algo. La reducción es muy simplista, casi de manual, simplificando el fenómeno al alcance de las mentalidades más estúpidas (la gran mayoría). Quizás el último salto evolutivo en el séptimo arte se haya dado, de forma progresiva, hasta el año 1927, fecha en que irrumpe el sonoro y modifica drásticamente la industria. Quizás vengamos arrastrando casi un siglo de pesares de un arte que jamás llegó a su esplendor y que jamás lo hará. Entonces vale cuestionarse, sin entrar demasiado en el terreno de lo teórico, ¿cuál es la verdadera naturaleza ontológica del cine? La respuesta no está a mi alcance, solo puedo ofrecerles un supuesto (lo cual expondré en el siguiente párrafo). Pero si he llegado al extremo de cuestionarme determinadas cosas es gracias al coraje y a la entrega de un solo hombre: Jhon Cassavetes.
Pese a considerarme una persona racional vamos a adentrarnos a un terreno filosófico – espiritual, y les aclaro de antemano que no me fume ningún porro al momento de redactar ésta crítica (de hecho ya hace más de ocho años que no fumo). Todo lo que puebla éste planeta está destinado a morir. Todo, absolutamente todo. Durante milenios el ser humano ha hecho lo impensable por alcanzar la inmortalidad, sin resultados. El único avance (minúsculo) que hemos tenido es el haber podido prolongar la expectativa de vida. Quizás, en las décadas venideras la ciencia logré otorgar un pequeño grano de arena a una lucha sin sentido, si es que antes no se empecina en otorgarnos el suficiente conocimiento como para destruirnos entre nosotros. Porque la verdadera victoria a la muerte no se haya en el terreno científico. No sigan buscando por ahí porque es al pedo. La verdadera victoria se haya en el campo de lo cinematográfico. El registro fílmico nos permite “robar” de la vida segundos, fragmentos, gestos, miradas, palabras. El “aquí y ahora” se capta en toda su magnitud, alcanzando el manto de lo imperecedero, de lo inmortal. Como diría el cineasta ruso Andréi Tarkovski, el registro fílmico nos permite “esculpir en el tiempo”.
¿Cómo se relaciona toda ésta perolata metafísica (ciencia que siempre me ha parecido una pelotudez, indigna de mi atención) con el arte de Jhon Cassavetes? Tranquilos, ya obtendrán respuesta. Antes de adentrarme en el análisis de la película en cuestión, voy a hacer una segunda aclaración. Si hay un oficio que está absolutamente sobrevalorado es el del actor. Para remitirnos a una buena actuación, ya desde el vamos el término está mal empleado. Un buen actor no actúa, sino que vive. Entonces ya tenemos los dos puntos de la ecuación definidos: la inmortalidad y la vivencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
camchichi
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8 de abril de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Richard (John Marley) y Maria (Lynn Carlin) son un matrimonio típico. Richard es un directivo de una empresa o algo por el estilo y Maria..., Maria es simplemente Maria, su esposa. Es un matrimonio ordinario, average, como dicen en América. El aburrimiento inunda sus vidas. Después de un extraño encuentro con una prostituta y un amigo suyo, Richard vuelve a casa para anunciarle a su mujer que quiere el divorcio. Grabado en seis meses en casa del propio Cassavetes, utilizando dinero de su bolsillo y unos cuantos amigos como equipo técnico, Faces nos muestra la desintegración de un matrimonio, bajo un crudo y granulado microscopio de 16mm, en esta cuarta película del director americano.

Escenas que se estiran hasta la infinitud y charlas irrelevantes, Cassavetes expone un retrato propio de un matrimonio americano cotidiano, de mediana edad y clase media. Citando una frase de Roger Ebert: “They don’t do anything, or make anything, or create anything. They use.” Los personajes desprenden una falta de amor y de realización personal. Son víctimas de un sistema que no da soluciones para aquello que no se puede comprar. Dirigen esta frustración a través del alcohol y el adulterio, buscando una vía de escape. En la noche en la que ocurre toda la acción, Richard se va en búsqueda de la prostituta mientras que Maria sale con sus amigas a un club donde conocerán a un gigoló.

Intensos e incomodos larguísimos planos en cámara en mano, en los que los personajes hablan y hablan y hablan. No callan. Pero, ¿qué dicen realmente? ¿Dicen algo importante? A quien le importa… Ellos mismos son conscientes. La incomunicación está presente en todo momento. Son diálogos sin salida que desembocan en íntimos silencios en los que los personajes se desnudan y se muestran sin malicia. Muestran su honestidad, su soledad, eso que intentan acallar a base de compras y actos superfluos. Ninguno de los personajes dice lo que siente. Se ocultan bajo unas máscaras, unos rostros falsos. Hacía el final del encuentro entre María y Chet (el gigoló), este último dice: “Nobody cares. Nobody has the time... to be vulnerable to each other. So... we just go on. I mean, right away our armor comes out like a shield and goes around us…and, uh, we become like mechanical men.”

Cassavetes firma una película liberadora, espontanea, impulsiva, física y tierna. Con un enorme peso sobre la actuación, en ocasiones íntima y en ocasiones frenética, que acaba explotando en repentinos cambios de humor. Trazando un cuadro emocional y un reflejo de una sociedad que no deja espacio para emociones; la estupidez de la vida.

Acabaré citando una frase de Cassavetes: “Our film are not necessarily photography, it’s feeling, (…) And if we can capture a feeling of a people, of a way of life, then we’ve made a good picture. That’s all we wanna do. We wanna capture a feeling.”
Pablo
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