La balada del soldado

Esta es la historia de un soldado común que padece las consecuencias de luchar en una guerra que lo mantiene alejado de su casa. Lo que más me gusta de "La balada del soldado" es que pese a estar realizada bajo bandera de la antigua URSS no desprende el típico tufillo propagandístico que se podía esperar del régimen comunista, de hecho apenas hay referencias a la existencia socialista y, lo que es más sorprendente, hay una nula crítica a la invasión alemana que se produjo durante la IIªGM. Es la historia del soldado Alyosha, joven como tantos otros, que emprende un viaje de vuelta a casa sólo para ver a su madre, para saludarla tal vez por última vez. La concentración de intensidad emocional en ese memorable abrazo final con su madre es la cima de una película que derrocha sentimentalismo por otros lados. Hay más cosas: el amor que nace por un encuentro casual con una joven y bella que se cuela en el mismo tren; el miedo al rechazo de un soldado mutilado que vuelve a casa; la mujer adúltera que engaña al soldado... A través de los ojos de Alyosha daremos cuenta una vez más de que la guerra es muy perra.

Las primeras (y muy prescindibles) escenas puramente bélicas contrastan con lo que vendrá después. No era necesario ver las escaramuzas bélicas del principio siendo lo que son, escenas de dudosa calidad. Vale la pena pasar por alto ese inicio poco prometedor, lo que viene después vale mucho la pena, ofreciendo el drama en su justa medida y alejándose de ideologías para centrarse en lo puramente humano e individual. Pocos realizadores se habrían ajustado a esos menos de noventa minutos, una historia así hubiera sido más normal que se fuera a las dos horas o más, lo cual no sé si es bueno o malo del todo. Pienso que la intensidad no tiene que ver con los minutos, en este caso las dosis se ajustan adecuadamente para darle a "La balada del soldado" un carácter emocional que no creo que deje igual a nadie. Todos podemos hacer nuestro el estado interior de Alyosha: su amor maternal, su entrega sentimental a la muchacha del tren, su posicionamiento correctísimo ante todos los personajes secundarios que aparecen. Realmente no hubiera dicho nunca que se realizó bajo el régimen comunista de la URSS. El stalinismo quedaba atrás, pero la ausencia de cualquier mención a la ideología es total. Y eso hace mejor a la película, por supuesto, primar lo humano a lo colectivo es un acierto.

"Habría podido ser un hombre notable. Podría haber sido constructor o haber embellecido el país con jardines... pero él fue, y quedará escrito para siempre en nuestra memoria, un soldado... un soldado Ruso."

Bien, tras correr una gran cantidad de kilómetros escapando de un tanque el exhausto soldado da con un arma precisa para dejar fuera de combate al tanque que lo seguía y a otro que iba más lejos. Evidentemente después de esto es recomendado para una condecoración. pero el joven de 19 años pide que en reemplazo lo dejen visitar a su madre, a lo que se accede.

Al comenzar este viaje, nos damos cuenta de que se trata de un Road Movie, en el que no se muestra la guerra en el frente, salvo en pequeños pasajes, pero sí nos enseña que hay detrás de ella, en ningún caso desde el punto de victimización, sino simplemente cosas que pasan, situaciones verosímiles, como la infidelidad, la nostalgia, la pena, la ansiedad, el miedo, el amor, entre muchos otros actos y sentimientos que florecen de aquellos horribles momentos de nuestra historia universal.

Es importante destacar la diferencia de éste cine con el cine de Estado Unidos (con brillantes excepciones), puesto que la URSS veía la guerra no como un estandarte para mostrarlo a todo el mundo de manera estúpidamente jactanciosa y ultra propagandística, sino como un hecho triste y ruin de la humanidad. Acá no van a encontrar al héroe, al soldado poderoso, a ese ganador, a ese que mata mucha gente, a ese que todos admiran, a ese galán, a ese chico con poder adquisitivo, o que maneja un gran coche, o que llega a una gran casa. No. Aquí verán la realidad, aquí vivirán una historia que es una 'montaña rusa' de sentimientos, pero bien logrados con una música loable, una fotografía impresionante, emotiva, maestra y genial. Encontrarán una historia de amor preciosa, quizá de las mejores filmadas en la historia.

Reflexionando me pregunté qué fue lo mejor de la película, de manera insoslayable recordé la brillante frase que al parecer dijo Stalin: "La muerte de un hombre es una tragedia. La muerte de millones es una estadística". Y cómo no detenerse a pensar en la sabiduría que lleva, puesto que cuando decimos esos números difícilmente nos detenemos a reflexionar en todo el sufrimiento que hay detrás de estas muertes, es por eso en cierto modo que no se conmueve a los niños porque se relata como contando una trivialidad, un dato para tratar de ser "culto", es por eso que nuestras generaciones cada vez se hacen más insensibles e indiferentes a las injusticias.

Antes de despedirme les dejos algunos datos externos al film en sí:

- Audiencia aproximada en la URSS: 30.100.000 de personas.

- La hermosa Zhanna Prokhorenko estaba aún en la escuela de teatro al actuar en le película.

- Hay un anacronismo en cuanto a los uniformes de los soldados ya que la película está ambientada en el 42 y esos uniformes recién comenzaron a usarse al año siguiente.

- La actriz Liza Minnelli ha afirmado verla 5 veces.

La guerra ha sido el tema base para la realización de algunas de las más grandes obras fílmicas de todos los tiempos, pero recién ahora y tras ver “La balada del soldado” me doy cuenta del porqué. “La guerra es capaz de sacar tanto lo mejor como lo peor del corazón del ser humano.”

Este film es un viaje al corazón de un pueblo que perdió más de 20 millones de personas en la guerra con los alemanes, mientras el tren avanza nos muestra la estela de desolación que la batalla dejaba a su paso, pero al mismo tiempo el sol en el rostro del joven soldado insinúa sutilmente la esperanza de un mañana promisorio.
El éxito de La Balada del Soldado, premiada en Cannes, Estados Unidos, Inglaterra, Italia y la propia URSS, representaba una alternativa, más personal e intimista, frente a otras cintas cuyo principal objetivo era convencer al resto del mundo (y la mayoría de soviéticos) de las bondades del comunismo con argumentos desmedidos y frecuentemente ridículos.

Chujrai despoja la película del patriotismo, nacionalismo y absurdo heroísmo que tanto nos repugna ver en el cine de este género y consigue de manera sobria contarnos un historia simple, sencilla pero cargada de sentimiento, de dolor de amor incluso. La fotografía magnífica, no desentona en ningún momento y más bien ayuda al espectador a entender en contexto las situaciones relatadas durante el metraje.

Sobesaliente el personaje de Shura, una jovencita que viaja de incógnito en el mismo vagón de carga de Alyosha y que muestra una gama de emociones mayor incluso que la del protagonista nominal. Liberada de la carga de representar el sacrificio de un pueblo, Shura es sólo una muchacha que representa para Alyosha la posibilidad de encontrar el amor en medio del caos de la guerra. Al mismo tiempo el personaje significa la irrupción de una trama secundaria que, como suele suceder en el cine clásico, es en apariencia menos importante que la trama principal pero que es en realidad lo que hace posible la transformación del héroe.

El trayecto que emprende el ingenuo soldado de 19 años con la única intención de reparar el techo de la casa de su madre lo pone en contacto con un mundo más amplio que el de su pueblo natal, llevándolo incluso a pensar por un momento en abandonarlo todo para seguir a Shura.

Agradezco a quien me recomendó esta película pues me ha permitido replantearme muchos de mis ideales respecto a este tema y la recomiendo a todo el que no la ha visto.

Quizás sea ésta una de las películas en las que recuerdo un mayor número de escenas, planos y secuencias absolutamente perdurables. La belleza austera y doliente de los primeros momentos cuando la madre, sola y apenada, espera a su hijo, fallecido en el frente; la delicadeza y el tenue romanticismo de las escenas en el tren con el soldado y la muchacha; la dureza y el sinsabor del pasaje en el que Aliosha lleva el jabón como presente a la esposa de otro soldado; los funerales, improvisados y cargados de emoción, de los viajeros tras la explosión; el plano gozoso y esperanzador del reencuentro entre los dos jóvenes; el recibimiento afectuoso y lleno de ardor de la esposa del soldado tullido; la secuencia, tierna, sobrecogedora, silenciosa y memorable en la que Aliosha, el soldado que regresa a su hogar, por fin abraza a su madre en el momento cumbre de este arrebatador poema.

Grigori Chukhrai, sutil y cercano a un tiempo, da una lección de cómo presentar, dibujar y desarrollar unos personajes; de cómo contar una historia de forma sencilla pero a la vez magistral y sin aburrir en ninguna toma; de cómo, con un argumento aparentemente simple, se pueden poner en pantalla tantas historias, vidas, detalles; de saber evitar la afectación emocional y no dejarse arrastrar por la exaltación grandilocuente del régimen estalinista: la balada de este combatiente es la del soldado anónimo, la del prototipo de soldado ideal, honorable y heroico que, con un gran sentido del deber pero también con una moral intachable y un ánimo vital envidiable, hace de aglutinador de diversas vías narrativas.

Aliosha, ingenuo y entusiasta soldado de diecinueve años, vivirá en su frenético regreso de 48 horas lo que probablemente no ha vivido en su pueblo lejano y humilde durante esos diecinueve años; por el camino, descubre las grietas, algunas irreparables, que los conflictos bélicos van dejando en la sociedad; cuando llegue al reconfortante y cálido hogar, para ver a su madre y arreglar el tejado de la casa, será un hombre distinto del que partió del frente tras pedir el permiso al general soviético. La exaltación de Chukhrai no recae jamás en el ditirambo patriotero y lameculos que otros directores se vieran obligados (y más de uno, complacido) a realizar, sino en la alabanza del combatiente íntegro, honesto y solidario de cualquier nación y raza, aunque aquí, obviamente, tenga que ser ruso. Por eso confluyen en "Balada del soldado" lo irreal (el soldado utópico, ficticio) y lo real (el resto de personajes, tan veraces).

Hablar fríamente de esta obra resulta tarea harto irrealizable; es una película compleja y a la vez espontánea, épica y a la vez cercana, lírica y a la vez auténtica; antes bien, convendría dejarse llevar por sus imágenes, sus sonidos, sus diálogos, sus personajes (tan cotidianos y palpables que casi nos resultan familiares). Por la profunda humanidad que se observa, se disfruta y se admira en cada uno de sus fotogramas.

Se dice al final que ésta es la historia de un soldado. Pero no un soldado cualquiera, no se vayan a pensar, ésta es la historia de un soldado Ruso*. Un soldado que pudo haber sido arquitecto y dedicarse a embellecer el mundo y, por circunstancias que se nos escapan a todos los que no terminamos de entender el sentido de la guerra, es enviado al frente, para gloria (jé) de su madre y de su madre Patria, camaradas. Copas al cielo y a brindar por su joven alma risueña, perdida en vete a saber qué campo de batalla; brindemos por su joven cuerpo endurecido, quizá ahora perdido y en reposo bajo un montón de escombros en vete a saber qué campo de batalla. Y que le canten las balas, que lo único que les queda a los que le quisieron y le quieren todavía es una larga espera cuyo fin quizá no llegue nunca, acaso con la muerte, divino descanso cuando la esperanza pierde esas tres letras finales.

Si tuviera que definir en una palabra esta película sería "virtuosa", no sólo en el aspecto técnico, absolutamente inmejorable (y es que en esto los rusos son un mundo aparte: no sobra un puto plano y fotografía y composición de éstos alcanzan cotas imposibles), además, decía, el virtuosismo le viene gracias a una naturalidad y sencillez en el tratamiento de su historia sublimes, consiguiendo que los sentimientos logren de veras traspasarte sin necesidad de estruendos narrativos, aunque el fondo amargo de la guerra parezca aguardar agazapado su momento en que saltar y fusilar tanta belleza. Despiadado.

La buena noticia es que en ningún instante lo consigue, y el milagro que toma forma ante nuestros ojos no llega a verse manchado por esa sombra hambrienta que hay quien llama sueño eterno, de ahí que soñar en/con esta historia sea inevitable. Con ello no digo que 'Balada de un soldado' no sea una película triste, que lo es y hasta el estigma, digo que es tan hermosa y tan sincera en sus miradas, sus abrazos, sus silencios y sus idas y venidas a bordo de trenes sin nombre o carreras desesperadas, que la única evidencia al llegar los créditos finales es la de haber asistido al espectáculo vitalísimo de la verdad más pura. Qué será ésta para ti te dejo descubrirlo mientras te derrites bajo el manto del insomne cielo ruso...

Buena suerte con tu lucha, camarada.