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El sacerdote

Drama El padre Miguel, un atractivo y tímido sacerdote de treinta y seis años, atraviesa una crisis de conciencia. Además, la continua presencia en su confesionario de Irene, una joven y bella mujer casada, a la vez piadosa y apasionada, va mermando su fe y sus convicciones religiosas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
27 de febrero de 2022
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es desagrable, terriblemente aburrida, pero necesaria, ya que permite reflexionar sobre la mutilación que ejercían (y siguen tratando de ejercer) las instituciones gubernamentales sobre la ciudadanía a través de la represión sexual, instalando un pensamiento único en el ideario popular, el que más obedece a sus intereses. Y Eloy responde disparando contra todo que tenga que ver con la iglesia, la religión, la fé, las creencias personales, de forma irreflexiva y generalizada, metiendo todo en el mismo saco, sin diferenciar lo bueno de lo malo. Trata de reseñar lo absurdo del celibato mediante un personaje insufrible y repetitivo, que no presenta evolución en su discurso. Con ese mensaje estoy de acuerdo y aterra pensar en las barbaridades que pueden llegar a hacer las personas cuyos cerebros han sido lavados, siendo inducidos a creer en algo determinado.

Algo que encuentro de mal gusto es que el sacerdote sintiera excitación sexual al ver las piernas del niño, no hay justificación para eso, por mucho tiempo que lleves sin sexo, no deja de ser una conducta menos enfermiza por ello. Una pulsión homosexual en este caso la vería más comprensible, aunque en mi opinión no deje de ser un trastorno psicológico. Pero es que lo otro ya sí que rebasa todos los niveles de aberración.
El Extranjero
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25 de octubre de 2017
5 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque, por supuesto, faltaría más, era un demócrata compulsivo que tenía a gala, era una de sus principales prioridades, escuchar la voz de su querido pueblo con sumo gusto y la máxima atención. Como hizo en el lejano año de 1966 con unos resultados sorprendentemente (sobre todo teniendo en cuenta que aquella España estaba repleta de antifranquistas irredentos, dícese de socialistas, comunistas, anarquistas, nacionalistas y, en resumen, libertarios de toda índole y condición, transversal mayoría ilustrada, dirían hoy los politólogos más conspicuos, que peleaba cada día, a sol y sombra, sin pausa y con tanta prisa, contra el gallego militar, como años después, tras la muerte del caudillo, se comprobaría sin género de ninguna duda en las afirmaciones sinceras de tantos. Franquista, en verdad de la buena, solo fue el mismo Francisco de voz atiplada y cuerpo menudo, y ni eso es seguro (obligado por las circunstancias y en silencio yo reniego) si atendemos a la catadura -buena- del personaje en cuestión. Todo lo cual no es óbice ni cortapisa para que Franco, ese hombre, todavía sea recordado hoy, cada segundo de cada minuto de cada hora de cada día, entre nuestros políticos y sus seguidores, lo tienen en las mientes y la punta de la lengua siempre presente, atravesada el alma, como si fuera un huésped indefinido, un invitado muy deseado o un parásito infinito, ese alienígena, a la vez que, parece, quizás sea también algo detestado y criticado, es posible, quién sabe para gustos los colores y opiniones los culos) favorables (según parece logró un pírrico 98% de refrendo, por los pelos de la burra) a su excelsa persona y a sus juiciosos postulados y/o propuestas razonadas, y que aquí, en esta obra sacerdotal y peliculera, se muestra con todo rigor y un poco como de pasada al comienzo de todo. El cine, una vez más, resulta una fuente inagotable de conocimiento humano.
Una vez planteado el interesante contexto político en el que se desarrolla esta abracadabrante historia, es hora de comentar las otras dos vertientes, hablo, de qué si no, de la sexual y la religiosa, tanto monta y tanto duele.
La Iglesia en descomposición, esa es la verdad. Que se nos muere de pena y mucha edad. Que los curas se vuelven rojos y fornicadores a todo dar y nos quieren dejar solos para variar. Que ya nadie cree y todo es libertinaje y depravación. Panteísmo carnal. Toda la gama: sodomía heterosexual y muy marital, sexo con putas, patos y adulteras, pederastia al acecho, eyaculación precoz, virginidad atroz, morreos obscenos, lametones aviesos, confesiones brutales, todo una jodienda y la muerte de la cristiandad en realidad.
Y el buen Dios mirando hacia otra parte. A Cuenca seguramente.
El caso es que la peli (tardas un rato en verlo y echarte las manos a la cabeza) es de tesis, que la mandanga católica es castradora y malvada y, por lo tanto, la única manera de sobrellevarla es saboteándola en sus cimientos más sagrados y dogmáticos hasta convertirla en un aguachirri hippie de blanda irreverencia y aires chuscamente revolucionarios, apto para todos los públicos occidentales y pronto unánimemente democratizados, muy buenos.
O mejor: dejarla en la estacada y huir libre como el viento.
Pero, ay Eloy, ¡qué meandros abstrusos y muy cutres utilizas para llegar a semejante conclusión! Cuánta idiotez, frenesí y escabrosidad. Cuánta falsedad, delirio y macabrismo macarthismo cabrío. Cuánto espanto, memez y brutalidad. Ni un átomo de verosimilitud, sentido común, buen gusto o sensatez. Una suma disparatada de hechos burros y atorrantes, hasta el moño de escenas gruesas por estúpidas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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