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La casa de la alegría

Drama Lily Bart es una conocida belleza que hace furor entre los caballeros de la alta sociedad, pero acaba dándose cuenta de la precariedad de su posición cuando sus encantos empiezan a provocar la envidia ajena. Indecisa entre sus sentimientos y lo que le dicta la razón, Lily siempre hace lo que debe en los peores momentos. La búsqueda de un marido rico que cumpla con las expectativas sociales, no sólo le hará perder la posibilidad de un ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
25 de enero de 2024
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¿Cómo adaptar a Edith Wharton sin que parezca una nueva versión de 'La edad de la inocencia'? Pues a la manera de Terence Davies, es decir, sublimando la sutileza, prescindiendo casi de banda sonora (donde Elmer Bernstein era imprescindible en la película de Scorsese, aquí solo aparece de vez en cuando Mozart, Rossini y Haydn) y entregarse a los diálogos y las interpretaciones. Sí, la tragedia de una dama del Nueva York de principios de siglo (Anderson) en su progresiva caída en la pobreza y el descrédito por culpa de las deudas de juego no necesitan casi de grandes secuencias, solo de conversaciones de doble o triple sentido. Y el riesgo en contar con un reparto muy especial al que nunca habíamos visto cubierto de suntuosos trajes de época. Maravillan, maravilla todo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ojka
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8 de marzo de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gillian por fin dejó a los extraterrestres, se fue a otro siglo y acertó.

Es una película interesante, con un magnífico vestuario y detalles, de esas que hay que ver varias veces para fijarse en todo, una época difícil para una mujer, como muchas otras.

No me pareció una mujer insulsa, ni ignorante, ni tonta pero sí imprudente, que no supo sopesar en su momento lo que más le convenía, se dejó mal aconsejar y no supo aprovechar las oportunidades que tuvo a su alcance.

La maledicencia de otros, la envidia, la sociedad de la época y la frialdad familiar van encadenando el desastre del que ella es la única responsable. Una época romántica que no tenía nada de romanticismo.

Un dato curioso, me preguntaba ¿porqué ese título? No sé si tendrá relación, pero un día leyendo la Biblia encontré:
-"Más vale ir a la casa en duelo, que frecuentar la casa en fiestas...
El sabio piensa en la casa en duelo, el necio en la casa en alegría..." Ecl. 7- 2, 4a

No queriendo ser dura con ella, el personaje te llena un poco de desaliento e impotencia y te preguntas ¿porqué sus contemporáneas sobreviven en ese mundo y ella no?

Así que creo que el título califica al personaje de la casa de la alegría "necia".
Wally
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27 de diciembre de 2012
2 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La casa de la alegría", se llama esto. Pero digo yo... de qué alegría ni de qué pollas?

Es lo mismo que pensé cuando me puse a leer la novela del mismo nombre de Edith Wharton. Casas es verdad que había unas cuantas, pero alegría, lo que se dice alegría... o poca o recortada o más falsa que una promesa electoral.

Por eso y porque la protagonista no me convencía ni poco ni mucho dejé el libro por la mitad y quise resarcirme con la peli.

Pues bien, en principio esto iba de una señorita de principios del siglo XX que intenta ser diferente y rebelarse al típico destino casadero de las damas de su generación. Eso al menos es lo que yo pensaba cuando leí la sinopsis del libro y de la adaptación de Terence Davies.

Pos mira, no, de eso nada, monada. Ahora te cuento lo que yo vi, con pelos y señales.

Yo vi a una señorita, magníficamente interpretada por Gillian Anderson (sí, no le des más vueltas, la Scully de Expediente-X), que vive en una continua duda existencial; primero quiere casarse con un señor rico, luego que no, después cuando le va un poco peor que sí, luego que le viene el orgullo proletario y que prefiere trabajar, después que bueno, que vale, que si hay que casarse pos se casa una, luego que tampoco... y así hasta el final... Una expedienta X, vamos.

Yo será que no estoy preparada intelectual ni psicológicamente para las enigmáticas y sofisticadísimas conversaciones de la alta sociedad decimonónina, pero el caso es que la mitad de los desplantes, humillaciones, chascarrillos, puyazos y exquisitas estocadas verbales me las perdí.

Que sí, que con un diccionario en la mano traduciéndome el sutil lenguaje de la clases altas de principios de siglo podría haber elaborado una tesis doctoral y haber disfrutado como una enana... pos vale. Pero que yo, aquí, ahora y con la lengua que más o menos chapurreo, no me enteré de la misa la media.

Y de lo que me enteré me parecían todos una panda capullos pa mear y no echar gota. Y que eso es lo que hay. Mucha Edith Wharton, mucho Terence Davies y mucha Gillian Anderson, pero que al final cómo echa una de menos un vulgar, zafio y populachero episodio de Aída.
Talía666
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