La cabina (TV)

La Cabina es un film de Antonio Mercero, con guión de José Luis Garci, inspirada en un cuento de Juan José Plans y protagonizada por José Luis López Vázquez. Este mediometraje, relata la historia de un señor que se introduce en una cabina de teléfono, situada en su barrio horas antes. Al intentar salir de la misma, no puede abrir la puerta y se queda encerrado durante un largo período de tiempo. En esas horas de incertidumbre, los vecinos se quedan observando, incluso, algunos, buscan asiento para presenciar en primera persona cada gesto y cada gota de sudor del protagonista, por intentar escapar de aquel cubículo. Al llegar los responsables de la instalación de la cabina, y, cuando parece terminar la pesadilla para el hombre encerrado, vuelven a llevársela, con el detalle de que el señor sigue dentro de ella. El destino al que le dirige aquel camión, no fue el esperado para el protagonista de la película.

Teniendo en cuenta el papel tan estereotipado de Vázquez en la mayoría de sus películas, es extraordinaria la interpretación que desempeña en este film. Sin pronunciar una sola palabra, simplemente con su expresión corporal, lleva al espectador a un mundo de agobio, terror, pena, desesperación, humillación… Son muchos los sentimientos que logra evocar este programa televisivo en tan sólo 35 minutos de duración. Los niños juegan y se ríen alrededor de él, siendo el centro de atención de las mofas de los más pequeños; Las mujeres se aposentan en los bancos del parque a coser para no perderse ningún detalle; Y algunos intentan ayudar, otros simplemente se quedan observando.

Hoy en día, queda en la memoria colectiva de la mayoría de los españoles esta obra de arte que sorprendió en su momento, al final del Régimen Franquista. Por ello, muchos de los estudios que se han elaborado sobre este mediometraje, coinciden en que corresponde con un análisis de la sociedad de esa época. Ese enclaustramiento en la cabina, ese agobio por no poder gritar al mundo lo que piensa y siente, esa humillación por estar en una situación diferente a las demás personas que le rodean… Todo ello, pueden componer sensaciones de aquellas personas que han vivido esa etapa española. Sin embargo, Antonio Mercero, se empeña en desmentir esa idea, afirmando que no era esa la intención, sólo crear ficción a través de algo tan claustrofóbico como lo es el hilo argumental del film.

Una magnífica historia de terror y miedos básicos del hombre, un excelente director y guionista y una espectacular actuación de López Vázquez. Mínima duración de una obra de arte con una máxima calidad, que tardarán en igualar, si es que alguien lo consigue. Sin duda, un programa que ofreció mucha satisfacción tanto al público espectador como a los creadores del mediometraje, y, que ha seguido y seguirá creando a todo aquel que se exponga ante tal espectáculo televisivo.

El mensaje subliminal de la cinta no es precisamente disimulado, en el tardo-franquismo los golazos que le metían a la censura fueron sonados, pero esta cinta es algo mas que eso, sinó se quedaría en algo destacable por motivos políticos y como parte del recuerdo de la resistencia, esta es una obra de primera categoría por motivos puramente artísticos.
López Vázquez esta insuperable, lo transmite todo con unas dosis de verdad que asustan, primero el cariño por su hijo, luego el desconcierto, el miedo y finalmente el terror. La historia dura lo que tiene que durar y no se alarga innecesariamente, está fantásticamente realizada y el guión no tiene fisuras. Una joya que he tenido delante de las narices toda la vida y que al final he descubierto, nunca es tarde si la dicha es buena.

"La cabina" está considerada una de las mejores obras del cine español y no por casualidad cuenta con un actor como López Vázquez y un Director como Mercero. Es considerada una película dentro del género de intriga, drama y terror, aunque personalmente creo que estamos ante una película de intriga con ribetes de terror psicológico.

La sinopsis es aparentemente simple: un hombre queda atrapado en una cabina que los operarios acaban de instalar. Sus gestos, de desconcierto, enfado y nerviosismo sorprenden a la gente que transita por las cercanías de la cabina, alguno de los cuales intenta sacarle sin éxito. A continuación llegan los operarios que habían instalado la cabina y se llevan la cabina con el actor dentro. En el transcurso del desplazamiento de la cabina pasamos por diferentes momentos: humor, asfixia y resignación. La película finaliza con los operarios dejando al protagonista, dentro de la cabina, en unas instalaciones soterradas en las que puede ver como otras personas han corrido su misma muerte. Todos están muertos y algunos han llegado a suicidarse. Una secuencia final del mediometraje muestra como una nueva cabina vuelve a instalarse en el mismo sitio en el que se había situado la primera.

¿Qué pretendía transmitir Mercero con la película? La interpretación mayoritaria es que “la cabina” se trató de una crítica soterrada a la dictadura, en la que muchas personas fueron encerradas y excluidas de la sociedad. Personalmente no estoy de acuerdo con esta interpretación. Creo que la intención de Mercero era la de poner de relieve los peligros del exceso de tecnificación de la sociedad y al peligro de la deshumanización de los procesos técnicos. A la pérdida del papel de las personas en las organizaciones y al peligro que supone entregarnos al automatismo del progreso moderno. No en vano, este es un tema muy recurrente en la literatura de los años 70 y 80, ¿por qué no lo habría de ser en el cine?

Desde hace unos pocos años nos encontramos en un proceso de reconstrucción de nuestra historia reciente en la que se ha pretendido encontrar, de forma un tanto ridícula en demasiadas ocasiones, ejemplos de críticas encubiertas a la dictadura franquista. Creo que la mayoría de obras artísticas de esta época a las que se le ha supuesto una actitud subversiva o, cuanto menos crítica con el sistema imperante en aquella época, no tienen en absoluto una crítica política. Es la imaginación, demasiado fantasiosa de los últimos años, la que ha encontrado infundadas críticas al régimen por doquier.

Creo que la única intención de Mercero fue, por tanto, realizar crítica al excesivo tecnicismo en el que se va deslizando nuestra sociedad moderna. Exponer los peligros a la deshumanización de los procesos económicos. Situarnos en una posición de profunda angustia al comprobar que aquellas máquinas en las que tanto confiamos nos dan la espalda. Y aconsejarnos, aun sin desearlo, a entrar en una cabina sin cerrar la puerta.

En este gran mediometraje de los 70 lo que predomina es el patetismo, algo satírico y cruel. Un gran acompañamiento musical brillante, perfectamente concordado con cada situación y con un ritmo perfecto. Es una maravilla terrorífica. Todo empieza tranquilamente pero es sorprendente como una simple cabina telefónica puede convertirse en tumba. Risas e ignorancia bañan la escena en un secreto que nadie conocía, el secreto de esa compañía de cabinas "asesinas". ¿Quizás puertas defectuosas? El caso es que no había alma divina que abriera aquella puerta. Ningún hombre en la afán del planeta puede pensar que un simple contratiempo puede llegar a convertirse en su verdadera pesadilla. Gran acompañamiento en el final como en toda la cinta. Incontable el miedo y el pánico que se puede sentir en una situación parecida, y para colmo la ayuda del resto de personas con sus burlas, creyendo neciamente que se trata de una simple broma.
Amigos míos no se pierdan esta maravillosa representación, aparentemente tranquila y angustiosa conforme pasan los minutos. Una verdadera gran obra.

"La cabina" es al cine lo que "El grito" de Munch al arte de la pintura, la representación de la ansiedad del hombre del siglo XX ante el mundo que le rodea, y no comprende. José Luis López Vázquez, en otra soberbia interpretación, encarna nuestros mayores miedos. Su desesperación es la nuestra. Antonio Mercero demuestra que no hace falta un cuchillo ni un hacha, ni sangre en 3D, ni zombies, para dar miedo. El miedo es ver "La Cabina" y sentir empatía ante las imágenes. Y, tal y como pasó posteriormente en "¿Quién puede matar a un niño?", se demuestra que se puede asustar a plena luz del día, de hecho, cuando sentimos miedo en la claridad, es mucho peor: lo vemos claramente. Surge la ansiedad del hombre distorsionado que Munch creó para todos nosotros.