La hija de Ryan

Me gusta todo de esta película: la fotografía, la historia, la música, los personajes y yo misma... Sí, sí... yo paseando por la playa, con las muselinas al viento, descalza, recordando los poemas y las novelas leídas esperando que se materialicen detrás de aquel risco, al fondo del horizonte o al caer de cualquier tarde inesperada. Encontrar, sin esperarlo, aquello que siempre has estado esperando. Lo que soñabas. Una vida diferente. Aventuras. Intensidad. El Amor... ¡Ay, qué pequeñas son las aldeas y las ciudades, y qué aburridos los futuros y los maridos, y qué hermosos los sueños, las historias y los príncipes que viven en las cabecitas locas de esas Saras, Bovaries, Kareninas o Regentas, unidas todas por la misma insatisfacción vital y romántica, ya sea en París, en Sebastopol o en Murcia...!

Es un clásico. Ya lo hemos visto otras veces. La novedad aquí es el marido. De hecho, es un auténtico príncipe azul, vestido de rana corriente y paciente. Y ella siempre lo supo, lo que pasa es que, como si fuera una maldición, no puede dejar de soñar y de divagar. Solo ve en él a un hombre tranquilo, firme, fuerte y sensato, y le falta la pasión y la sensualidad con la que soñaba cuando el viento acariciaba la muselina de su vestido y la arena se escurría por sus pies desnudos y la brisa caliente despeinaba su pelo y la sofocaba y mareaba... ¡Ay, qué tontitas y cegatas las Saras, Emmas y Anas del mundo! A veces lo soñado está tan a mano como ese hombre siempre tranquilo, firme, fuerte, sensato y enamorado que, en las emergencias, desafía las reglas, las normas, las burlas y las críticas y se pone el mundo, y los cuernos, por montera, para defender, proteger y consolar a las personas que aman. Que, en los momentos duros, cogen pico y pala y comprenden, escuchan y perdonan. He visto en muchas películas mujeres tan bellas como Sarah Miles, pero muy pocos arquetipos de ternura, generosidad, lealtad, amor y decencia como el papel de Robert Mitchum. Incluso en camisón que tiene muchísimo mérito...

Es una bella película por su fotografía, su música y sus interpretaciones (inolvidable el cura del pueblo, otro que tal, con su sotana y un par de cojones como dios manda), pero me quedo con la historia de amor (lo de los irlandeses estaba bien pero de acompañamiento), de ternura y de tolerancia... ¡Ay, esa escena del Mitchum acariciando sus cuatro pelillos...! Pero a mi no hacerme caso que yo soy de la estirpe de las de la muselina al viento, Paki Konstantinova Karenina me llaman... no digo más...

Cine con mayúsculas!
Estoy totalmente de acuerdo con la crítica de Talibán. Es una auténtica pena que este gran cineasta dejara de producir este tipo de joyas del ARTE (creo que hay que considerarlo más allá del aspecto puramente cinematográfico) durante 14 años por sentirse frustrado ante las críticas tan acérrimas que provocó éste film; me parece inaudito! Creo, sin haber visto aún "Doctor Zhivago", que este largometraje (y nunca mejor dicho) supera con creces a la, en mi opinión, sobrevalorada "Lawrence de Arabia" o "El puente sobre el rio Kwai".

Todo en esta cinta me parece excelso:

Impresionante fotografía y paisajes, impresionante el ritmo y la cadencia rallanas en la perfección que se demuestra en cómo, sorprendentemente, pasan desapercibidos un metraje cercano a las 3 horas y a pesar de que la trama discurre de forma casi parsimoniosa. Un tipo de cine que parece haber pasado a la historia, muy diferente al actual, donde parece que la historia se debe adecuar a un metraje estandar para conseguir una mayor aceptación en un público "in-educado" y para conseguir, en última instancia, el beneficio-taquillazo fácil (qué grande hubiera sido ver un "Señor de los Anillos" con ésta compostura!).
No parece sobrar ni una escena, no te llega a aburrir ni a cansar en ningún momento, mantiene la tensión dramática y la espectativa y, sin embargo, el tempo es marcadamente lento: ¿cómo es posible? ¿magia? No, pura maestría y saber hacer.

Impresionantes los actores con una Sarah Miles apoteósica y un no menos excelente Robert Mitchum dando vida a una, no tanto "Buena" como "cansada", persona que se nos aparece como desgastada, vacía, sin energías tras la muerte de su primera esposa, y que tiene que lidiar con una joven de una gran pasión y erotismo (dios qué erotismo contenido y constreñido que desprende la maravillosa actuación de Miles).
Un gran Christopher Jones en el papel de amante trastornado por las heridas (psíquicas) de la guerra que pone el contrapunto perfecto a la "pachorra" bonachona de su "contrincante" y permite desarrollar el tema principal del film: una historia de amor que transcurre en un pueblo remoto lleno de personajes heridos y endurecidos por unas condiciones (la ocupación británica) de gran tensión e ira contenida, que, a su vez, dejan mostrar el aspecto en ocasiones más miserables y/o humano que llevamos dentro.
Tampoco podemos olvidarnos de unos secundarios de lujo, desde el primero al último (extras) y donde brillan un Trevor Howard perfecto en su papel de parroco y un más que merecido premiado John Mills en su papel de "tonto" del pueblo.

Junto con "Oliver Twist" y "Cadenas rotas" lo mejor que he visto (me queda por ver, y ya lo espero con ansia, "Breve encuentro" y "Doctor Zhivago") de éste grandísimo director, uno de los grandes MAESTROS.
Altamente recomendable para los amantes del CINE.
Un film REDONDO, para regustar lentamente y, a ser posible, en versión original. Soberbio!

"La hija de Ryan" fue un fracaso de público en su día, y es hasta cierto punto lógico. Ni es una historia de amor (más bien una neurosis obsesiva) ni una película historico-política.
La película es demasiado larga, tres horas para esa historia, que podría haberse hecho en casi dos con un poco de eficiencia cinematográfica.
En cuanto a su reconocimiento en la crítica hubo de todo aunque no entiendo como se puede dar el oscar a John Mills por hacer de bobo, ya decía Nietzsche que los enfermos y los pobres despiertan mayor simpatía que los fuertes y sanos. Basta que hagas de enfermo terminal para que te den un oscar como dice acertadamente Garci.
Robert Michum es el mejor actor de la película junto con el reverendo interpretado por Trevor Howard. Para ellos por lo menos mi recuerdo y aplauso.
Un música fantástica como la melodía de Maurice Jarre llena de ternura aunque alejada de temas etnográficos irlandeses.
La fotografía de un grande como Freddie Young (de los cinco mejores de la historia) es redonda sobre todo en exteriores con esos maravillosos amaneceres.
Pero es el guión de Peter Bolt lo que no termina de cuajar, en varias ocasiones parece una novela rosa de Corín Tellado. Nadie puede sentir la más mínima compasión por Sarah Miles, un niña caprichosa e irresponsable, es como Emma Bovary, personaje por el que no siento ningún afecto, por irracional y antojica. Eso no es amor, como mucho es una carencia sexual que se soluciona con mayor apetencia conyugal. La niña quería caña, nada más, y es que se aburre la pobre porque su marido es maestro...que petardo ¿verdad?
Lean quiere hacer su particular "El hombre tranquilo" pero David Lean no está al nivel de John Ford, porque aunque Lean es maestro Ford es catedrático.
Una película superior al "Kwai" y del mismo nivel o ligeramente superior a la de "Pasaje a la India", pero lejos de las dos grandes películas dentro de las superproducciones de David Lean como "Doctro Zhivago" y "Lawrence de Arabia"
El problema de algunas mastodónticas películas de Lean es valorar si el resultado cualitativo está acorde a los medios y al metraje utilizado. Y nos guste o no a veces es discutible que llege al nivel exigible. Por eso a mucha gente le gusta más el Lean de la primera época, con menos medios pero con menos distracciones ornamentales.
Aún así ver "La hija de Ryan" es siempre degustar una comida exquisita y diferente aunque la sobremesa se alargue 180 minutos.

Resulta muy difícil de entender que esta película tuviera en su día malas críticas.
Quizás también porque hoy se hacen pocas, muy pocas películas así, historias en las que se entrecruzan los desinos de personajes no sujetos a cánones ni a clichés predecibles, sino personajes que parecen en verdad personas, trazados no con vistas a lo políticamente correcto ni al visto bueno institucional, sino a las miserias y grandezas que habitan el alma de cualquier ser humano.
Personajes que intentan resolver conflictos que nacen de sus propias imperfecciones y contradicciones, no de un concepto externo del "mal" o del "malo" que ha invadido mayoritariamente el simplón cine de hoy, y que hace ver esta película como una joya, que brillas con más fuerza que nunca, 40 años después de su producción.
Pocos personajes en el cine tienen la fuerza de Ryan, del marido, de la hija...y sobre todo, y por encima de todos, del cura.
Yo no soy nada nostálgico y no pienso que ningún tiempo pasado fue mejor, pero sí creo que en cine se han perdido ciertas cosas, se ha diluído el respeto a la inteligencia del espectador, y a veces también el interés por contar historias sencillas pero grandes. Como esta.

La película dirigida por el maestro David Lean pese a tener cierto interés, en general, me ha decepcionado, puesto que del director inglés siempre hay que esperar lo mejor. Así el director de la obra maestra "Doctor Zhivago" dirige una película demasiado larga y que puede llegar a hacerse pesada. La primera hora y pico de película se me ha hecho muy, muy cansina aunque con la llegada del oficial inglés y la infidelidad de Sarah Miles comienza la película a coger interés durante bastante tiempo en los que Lean sabe mantener el ritmo. La escena del naufragío por ejemplo está rodada de manera excelente y es totalmente disfrutable. Pero Lean acaba fallando en la última media hora alargando de manera incordiante la película bastante tiempo. Así, algo más de tres horas se acaba haciendo demasiado excesivo aunque el director ya haya demostrado en otras películas de duración similar que sabe hacer disfrutar al espectador.

Nos encontramos con un correcto Robert Mitchum aunque ciertamente en momentos se le podía haber sacado mucho más provecho del que se le saca. Sarah Miles está bien al igual que Leo McKern en una más que correcta interpretación. El cura interpretado por Trevor Howard se convierte en lo mejor de la película. Pero en cambio me parece totalmente injusto el oscar que ganó John Mills por su irregular interpretación. El hacer un papel de sus características le dió muchos puntos a favor de manera injusta.

El guión escrito por Peter Bolk es desarrollado por David Lean de manera irregular, con muchos altibajos y unas cuantas escenas brillantes. Así, el momento de Mitchum en la playa es inmenso. Las escenas en las que aparece el cura también. Aunque algunas escenas especialmente en la taberna se hacen pesadas. Lean sabe hacerlo mejor y sabe sacar mejor provecho de los guiones con los que cuenta.

Los apartados técnicos si que son sobresalientes. El esta vez justo oscar a la mejor fotografía es indiscutible. De un gran nivel y con preciosas imagenes las que nos enseña el bueno de David Lean. El vestuario, maquillaje y todas esas cosas también son de muy buen nivel. Al igual que una poderosa y muy acertada banda sonora bastante recomendable de oir.

Así que al final nos encontramos ante esta película, irregular, larga pero interesante, bien interpretada y que pese a que en la mayoría de su metraje no se note la mano del director si que cuenta con unos cuantos momentos de un nivel alto.