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El juicio de Nuremberg

Drama En 1948, tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuatro jueces, cómplices de la política nazi de esterilización y limpieza étnica, van a ser juzgados en Nuremberg. Sobre Dan Haywood (Spencer Tracy), un juez norteamericano retirado, recae la importante responsabilidad de presidir este juicio contra los crímenes de guerra nazis. (FILMAFFINITY)
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Críticas 92
Críticas ordenadas por utilidad
23 de noviembre de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Judgment at Nuremberg” – detesto el título nefasto que la censura utilizó –, es una película con un reparto portentoso, plagado de actores reconocidos y legendarios, que no voy a enumerar porque todos los conocemos. Por esa razón, la he elegido, tras volver a verla en versión original, para ilustrar mi crítica nº 1.000, porque forma parte de un cine clásico e inmortal y que como las anteriores, siempre las he escrito con pasión, aunque no siempre haya estado acertado sí que han sido sinceras según mi humilde opinión. Un drama histórico, pero también una de las películas sobre juicios mejor rodadas en la historia del cine, bajo la dirección del también productor Stanley Kramer, un tipo honesto que sabe extraer lo mejor de cada actor con unos planos prodigiosos.

Basada en una obra teatral de Abby Man, uno de esos espléndidos argumentos que entonces funcionaban bien en televisión, como “12 Hombres sin piedad”. Gracias a un trabajo colosal de los actores, encontramos en ella la esencia de lo que significó el nazismo, una reflexión sobre la condición humana, la capacidad de algunos para cerrar los ojos hipócritamente, ignorando lo que le rodeaba ante crímenes terribles. Aunque pueda parecer solemne o enfática, la cinta, densa y alegórica, poco a poco te va atrapando a medida que se van relatando las abominables sentencias y los diferentes cargos sobre unos jueces alemanes acusados de no aplicar una justicia imparcial. ¿Se puede ser justo y servir a su país al mismo tiempo?

El film del liberal Stanley Kramer (de origen judío) plantea el “dualismo clasificatorio”, un dilema clásico en la historia del pensamiento jurídico que divide a éste en iusnaturalismo y positivismo jurídico; la cuestión del deber de obediencia al Derecho; de la del Derecho racista, propio del nacional-socialismo; porque plantea cuál es el papel del juez al desempeñar su misión; los motivos que influyen en la toma de decisiones jurídicas. Se trata pues, de un juicio excepcional, de enorme relevancia histórica, un juicio que va más allá de la conducta de los encausados, es el juicio a un régimen y a una sociedad que ignoró cobardemente un genocidio, el propio prestigioso juez y Ministro de justicia nazi, Ernst Janning (Burt Lancaster) confiesa: “Todos oíamos cómo se llevaban a nuestros vecinos de madrugada”. Porque como sentencia el venerable juez Haywood (Spencer Tracy): “Todo hombre es responsable de sus actos”.
Antonio Morales
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9 de febrero de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La más grande tragedia de la historia a juicio, con honestidad, inteligencia y veracidad.
Fascinante: Basada en uno de los celebérrimos juicios de Nuremberg tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial. Tres jueces liderados por el entrañable juez retirado Dan Haywood, juzgarán a su vez a cuatro jueces nazis responsables de las políticas de esterilización y limpieza étnicas. Sobre Haywood recae la importante responsabilidad de presidir este emblemático juicio sobre el exterminio y holocausto nazi. Mientras, ya en plena guerra fría, los países europeos prefieren olvidar el pasado y las presiones se dejarán notar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Daniel
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3 de diciembre de 2012
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no fuera por la magistral "La lista de Schindler" (1993) de Steven Spielberg esta película sería el referente cinematográfico sobre el Holocausto y los crímenes del nazismo. De todos, menudo trabajo el de Stanley Kramer. Qué gran reparto, qué diálogos, qué profundidad, qué de ideas vertidas o qué honestidad a la hora de presentar los hechos sin caer en ningún momento en la parcialidad, sin detenerse en lo políticamente correcto o incluso dando armas al enemigo para que se pueda defender. Tal vez, por buscarle algún fallo, resulta poco narrativa, siendo más documental que película, al centrarse en exclusiva en un juicio que por otro lado ocupa tres cuartas partes o más de su largo metraje.

Dicho lo cual "¿Vencedores o vencidos?" supone un monumental ejercicio de reflexión sobre la culpabilidad de los alemanes por lo ocurrido en su país desde la llegada de Hitler al poder, sin escatimar otros temas de interés como la legitimidad de la ley, la dignidad humana o el fundamento de la justicia. Así pues conviene esclarecer una serie de cuestiones que pueden orientar al espectador a la hora de responder a esa acuciante pregunta, "¿Culpables o inocentes?" del título, independientemente de la respuesta que ofrezca el director. Lo fundamental es poder establecer cuál es la esencia de la ley. Básicamente, existen dos posiciones, la positivista, que considera que toda ley promulgada legítimamente es una ley válida, y la iusnaturalista, ya sea clásica o racionalista, que entiende que existe un derecho natural previo que la norma tiene que respetar para que sea válida. Desde el final de la segunda guerra mundial hasta ahora esta segunda interpretación es la más compartida, quedando fijado ese derecho natural en la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948.

Esta segunda postura sería la que podría justificar la condena de los criminales nazis, que por otro lado se aferrarían a la interpretación positivista. Sin embargo, está el espinoso asunto de que esta Declaración es posterior a los juicios de Nuremberg. Es decir que no existía. Dicho de un modo bien claro, la matanza de judíos podía ser censurado moralmente pero no jurídicamente. Quiero decir, puede que la Constitución Americana, cuya validez se circunscribe sólo a dicho país, protegiera el derecho a la vida de todo individuo pero en Alemania no existía ninguna norma legal que lo hiciera, ya sea de origen nacional o internacional de aplicación en el país. Es cierto que los Aliados podrían haber juzgado a los alemanes según el "derecho de conquista" según el cual estarían sometidos a la legislación de los ocupantes. Sin embargo, esto no satisfacía el ideal de justicia que se trataba de imponer pues la clave de todo este lio es que se quería establecer una especie de baremo universal basado en la dignidad humana de obligado cumplimiento y cuya negación suponía la iniquidad de la ley. Es decir, lo que acabó alumbrando los Derechos Humanos. Pero aún así, toda norma de Derecho Natural es en el fondo una interpretación de la misma, según una determinada visión, religiosa o laica. Por eso, la condena incluso por violación de un derecho humano es la condena de aquellos que defienden esa interpretación o creen en ese derecho frente a los que lo niegan o no creen en él.

Visto lo visto, la condena según una norma de Derecho Natural, por muy justa que creamos que es, me parece injusta además de subjetiva. Por ese motivo considero que estos acusados son realmente inocentes legalmente aunque no moralmente, claro está, independientemente de que se les pueda encausar por prevaricación, como puede en el caso de Burt Lancaster. Y es que, por ejemplo, después de auténticas carnicerías con cientos de miles de muertos como la Revolución Inglesa del XVII o la Revolución Francesa, una vez restablecidas las autoridades legítimas, la persecución legal se redujo a unos pocos regicidas, es decir los que habían votado libremente en el Parlamento la ejecución de Carlos I, Luís XVI y María Antonieta. El resto se limitaba a cumplir órdenes o leyes que por muy repugnantes que fueran, y lo eran, eran las legales. Una persona debería negarse a cumplir una ley injusta, estoy de acuerdo, pero no puede perseguirse judicialmente a aquellos que la cumplen. De lo contrario, qué garantía habría de que no se pudiera encarcelar a las personas que llevaran a cabo acciones hoy legales pero uno años más tarde ilegales. Por ejemplo, el aborto.
Reaccionario
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5 de julio de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
He venido a ver esta película recién ahora en 2010, 49 años depúes de su estreno, y por casualudad, haciendo zapping en el cable , y es la mejor experiencia cinéfila que he tenido en mucho tiempo; es un filme que te atrapa de inmediato, por la fuerza de su contenido; por unas actuaciones sencillamente brillantes, en especial Tracy, Clift y Schell; por una cámara sigilosa, respetuosa, que lo registra todo con sutileza; ha sido un placer enorme.
lpedro
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24 de junio de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película de juicios que adoptó en España el título de ¿Vencedores o vencidos?, cuando el título original literalmente significa El juicio de Nuremberg. Stanley Kramer, un director de indudable poderío visual y narrativo, cuenta con un interesante guión de Abby Mann quien adapta su propia obra teatral. A pesar de su desmesurada duración, el film desprende calidad en cada escena, en cada plano, en cada diálogo.

En la dirección de Kramer radica la importancia de los primeros planos, los movimientos de cámara y la expresión de los personajes. Pero lo que realmente llama la atención en esta película es el portentoso reparto, en el que podemos ver unas soberbias interpretaciones de un increíble Spencer Tracy, Burt Lancaster en un papel insólito, Marlene Dietrich, Judy Garland, un siempre febril y atormentado Montgomery Clift y un maravilloso Maximilian Schell, quien se llevó el Oscar al mejor actor.

Un retrato veraz sobre uno de los juicios que se hicieron a los oficiales alemanes en Nuremberg, acusados de crímenes como las prácticas de eugenesia, de esterilización y exterminación. Pero en todo esto también hay una terrible reflexión sobre la condición humana y una visión sobre a quién va a favorecer la justicia.

En definitiva, un film manejado con enorme habilidad, que adolece de falta de constancia narrativa, no recomendable para ver a altas horas de la noche, ya que sus tres horas de metraje hacen que te venza el sueño. En fin, una obra que no tiene desperdicio.
Angel Lopez
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