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El juicio de Nuremberg

Drama En 1948, tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuatro jueces, cómplices de la política nazi de esterilización y limpieza étnica, van a ser juzgados en Nuremberg. Sobre Dan Haywood (Spencer Tracy), un juez norteamericano retirado, recae la importante responsabilidad de presidir este juicio contra los crímenes de guerra nazis. (FILMAFFINITY)
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Críticas 92
Críticas ordenadas por utilidad
21 de noviembre de 2012
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Spencer Tracy. El juez que juzga. Lleva la honradez pintada en la faz, y una intención clara de hacer justicia de forma implacable. Intenta comprender de verdad cómo un país entero pudo ser abducido por un fanático como Hitler hasta el punto de consentir millones de asesinatos a sangre fría. Tracy, con su habitual sobriedad y sencillez, hace honor a la bonhomía del personaje y lo borda.

Burt Lancaster. El juez juzgado. Si el protagonista indiscutible debía haber sido Tracy, Burt Lancaster aparece en pantalla y se lo merienda sólo con la mirada. Durante casi toda la película Lancaster no hace un solo gesto, no mueve un músculo de su cara. Eso sí, su mirada profunda y digna lo dice todo. Cuando decide hablar, su testimonio es probablemente el más demoledor de todos.

Richard Widmark. El fiscal. Le toca la parte chula: demostrar la culpabilidad de unos individuos que han cometido un crimen abominable, espanto de toda la humanidad. Widmark está contenido, su personaje no hace demasiada sangre, sus interrogatorios son exhaustivos y finos pero no se permite dejarse llevar por el paroximo.

Maximilian Schell. El abogado defensor. Oscar al mejor actor. Una vez más Hollywood premia la sobreactuación y el frenesí interpretativo. En su favor hay que decir que Schell es el que lo tiene más jodido porque a su personaje le toca hablar de la humillación y la miseria del pueblo alemán, que le llevaron a ser seducido por un psicópata demagogo y charlatán como Hitler, y le toca además demostrar que los alemanes no sabían nada de lo que estaba pasando en los campos. Lo tiene complicado, y tal vez por eso recurre al arrebato pasional y a la exaltación de las emociones. En cualquier caso, la actuación que menos me convence.

Judy Garland. La testigo de cargo. Increíblemente sobria y comedida para ser Garland. Su papel es corto pero sustancioso. Su personaje intenta mantener la dignidad en un interrogatorio duro destinado a hundirla y hacerla caer en contradicción. No hace ni un solo gesto de más ni tampoco de menos; está sencillamente perfecta.

Montgomery Clift. El testigo débil mental. Pobre Monty, le tocó el gordo con el papel pero se le va un poco de las manos. No termina de encontrar el punto medio en el que está la virtud. Su personaje es complicado porque al mismo tiempo tiene que resultar conmovedor, patético, indefenso, frágil e histérico. No lo consigue; a ratos se queda corto y a ratos se pasa siete pueblos. Lo tenía muy difícil, la verdad.

Stanley Kramer. El cocinero. Lo tenía chupado con estos ingredientes y con una opinión pública mundial completamente abrumada por los crímenes ominosos de la Alemania nazi. Y creo que de veras intenta mantener una cierta equidistancia, reflejada en el personaje éticamente impecable de Tracy. Nada que ver con el Kramer dislocado y demencial de "La herencia del viento", por ejemplo. Pero le pasa como a Monty, tampoco lo consigue. Al final queda la sensación de que la principal victoria de los vencedores siempre será que ellos se quedan con el inmenso poder de contar la historia a su manera.
Talía666
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4 de octubre de 2008
22 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que ya sabíamos lo que había ocurrido en Nuremberg.
Pero me flipó la actuación de Burt Lancaster. De su actitud taciturna durante dos horillas largas a su pronunciamiento final sí, ocurren un montón de cosas y se sucede un juicio intenso y brillante. La sentencia o lo que Burt Lancaster reclama para sí, en un minuto, hace de ese minuto la joya de la corona en esta película.

Quizás peca de contener ruido. Y bastante. Y Spencer Tracy se pasa un poco sobrecogiéndonos a todos con sus primeros planos del buen hombre superado por el horror. Casi duele más su expresión que las imágenes explícitas que por cierto, sobraban.

Por otro lado destaco los estruendosos gritos del abogado germano (que al dejarlo argumentar en versión orginal, en alemán, enfatiza el doble y por tanto acojona en la misma proporción). Entre él, contrapunto al letrado americano hay un abismo percibo, que Kramer quiere atribuir a las diferencias irreconciliables que son resultado de la idiosincrasia de cada uno: mala argumentación. El derecho nació en Roma y las convenciones de Ginebra ya estaban escritas. No hay lugar para ese irreconciliable posicionamiento. Richard Widmark es un chuzas y, creo que lo diría mejor una madre irlandesa hablándole a su hija: “no con un hombre que no beba; los que no beben no son de fiar”. Esa es la distancia que separa al ebrio Widmark del austero Schell. Del primero puedes fiarte. Es un ser humano al fin y al cabo que siente y padece, luego bebe; pero no del segundo, de temperamento gélido y extremadamente calculador, capaz de precintar sus sentimientos y claro, abstemio.

Los secundarios son prodigiosos especialmente Clift y Garland, de quienes por muchas razones se adivina que están atravesando (en la vida real) el peor momento personal por sus taras, adiciones y demás: y eso se refleja, increíblemente en sus interpretaciones.

Dietrich, con su elegancia, su gloria derrumbada dignifica la Alemania vencida.

Y a lo que iba desde el principio: Burt Lancaster interpreta al gran juez alemán, ahora en el banquillo, acusado de perpetrar atrocidades. No abre la boca y desde el primer momento sabes que dará la campanada. Antes o después. Y sí, la da cuando no, no es que no reconozca la jurisprudencia del tribunal militar. Lo que no admite es clemencia porque sabe que ha cometido el peor de los delitos (el de conciencia) y de que nada sirve un tribunal para dirimir esa batalla interior que arrastrará de por vida. Así de simple. Todo bajo los atónitos ojos de Tracy interpretando al sentido común.

Alguien comentaba por ahí que Burt Lancaster se arrepiente. No. Es un hombre justo que aplica la ley tal y como está escrita en el contexto en el que le toca sentenciar aberraciones sin que exista posibilidad alguna de recurrir a la objección de conciencia. Por eso su conciencia queda mancillada.

No le pongo un 10 y no sé decir porqué. No existirá la perfección, supongo. 9’8.
Valkiria
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28 de agosto de 2010
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cómo mola esta peli, cómo mola Spencer Tracy haciendo de abuelo cebolleta, cómo mola Maximilian Schell escupiendo saliva en germánico y el Widmark echando fuego por la boca. De Burt Lancaster sabes que en cualquier momento y, cuando menos te lo esperes, te va a lanzar un combo que te va a quitar la mitad de la barra de energía. Y es que esta peli es el Street Fighter de las pelis de juicios: tiene un casting carismático y ningún personaje está descompensado, hecho que hace posible que puedas ganar la partida con cualquiera incluso con los nazis.

Como monumento a la ética, se limita al principio a sembrar la duda razonable( a lo mejor todos tuvimos un poco de nazis, las cosas no son tan sencillas,etc,etc.)para,poco a poco, ir saliendo del gris de la guerra hasta alcanzar el sol de los derechos inviolables. Nada que no se haya hecho antes. En este aspecto, a mí no me parece que se trate de una película especialmente reveladora ( aunque resulta ideal para introducir en clase el concepto del relativismo moral). Es como entretenimiento de primera, insisto, donde la peli funciona.
glothisman
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10 de marzo de 2009
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que hay unanimidad en las críticas y no me sorprende porque la película es impresionante.

Un reparto dificílmente superable con unos actores muy apropiados para sus personajes:

-Spencer Tracy: Un juez a piques de jubilarse que se encarga del proceso porque nadie se atreve a hacerlo y que a medida que avanza se involucra cada vez más y se vuelve más crítico.
-Burt Lancaster: Uno de los procesados, amargado y torturado, no parece importarle el resultado del juicio porque ya se ha juzgado a si mismo.
-Richard Widmark: Como fiscal hostigador, asqueado de los crímenes de los que fue testigo directo.
-M. Schell: El abogado del diablo, a ratos orgulloso y a ratos avergonzado.
-Marlene Dietrich: Una mujer resentida, viuda de un Nazi y que trata de influir sobre la opinión de Tracy.
-M. Clift: Una aparición fugaz como hombre torturado, pero tan impresionante que será de las que más se recuerden de su filmografía.
Un guión lleno de frases memorables y una inyección de moralidad que debería ser de visión obligada en todos los colegios, la justicia debe prevalecer y no basta con no quererse quitar la venda de los ojos.
joseidon
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30 de marzo de 2013
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film es de los pocos que he visto capaz de mostrar las dos caras de la moneda. No es ni la mitad de manipulador de lo que podría llegar a ser. Muestra a todos los protagonistas, los alemanes, los judíos y el resto del mundo. Lo que queda claro -y ahí no da derecho a réplica- es que el gran culpable es Hitler. Sin mostrar imágenes de lo que fue la guerra, y tan sólo con declaraciones, es capaz de mostrar el clima vivido en esos tormentosos años. Además de tener a su favor la capacidad de dejar claro un planteamiento filosófico ambiguo, dicho a la forma criolla: hombres buenos que hicieron cosas malas ¿por qué? La respuesta es confusa pero el discurso final de Tracy deja clara la postura de esta película.

Kramer acierta al focalizar casi todo su metraje en tribunales porque eso le da espacio a lo mejor del film: las actuaciones y los diálogos.

En cuanto a estos últimos decir que son impecables, inteligentes y cargados de lógica. Aunque hay varias licencias respecto de los discursos, algunos hablan más de la cuenta, pero eso era de esperarse en un film de corte judicial.

Por el lado de las actuaciones, no hay más que elogios, excepto para "cara de palo" Lancaster, me pareció exagerada su cara estática, ni un gesto por más de 2 horas de metraje es mucho, ni el mejor Seagal lo conseguiría. El resto impecables. Fantásticas las fugaces apariciones de Clift y Garland; y el mejor para mí es Schell, lo tenía difícil defendiendo lo indefendible y pese a su exceso de pasionalismo creo que está inmenso.

La puesta en escena es imprescindible, de un rigor indiscutible, te sientes en pleno juicio; además de que el rigor histórico también es incuestionable, siempre hay licencias cinematográficas, pero aquí no hay de qué quejarse. Lo único que me pareció curioso es su intento de mostrarnos el tema del idioma, sabido es que estos juicios no se llevaban a cabo sin traductores, sin embargo pese a que la película deja claro esto, está completamente rodada en inglés.

"El juicio de Nüremberg" son 3 horas de un cine imprescindible, un film judicial imprescindible, una película sobre el Holocausto imprescindible. Una película de gran referencia histórica.

Lo mejor: Kramer logra ser casi imparcial.
Lo peor: a mí no me convence Lancaster.
Ketty Analfer D
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