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Amor a primera vista

Romance. Drama Un arquitecto y una diseñadora, ambos casados, se conocen casualmente en una librería mientras están comprando regalos de Navidad. Con el ajetreo y las prisas, tropiezan e intercambian las bolsas. Poco después, coinciden varias veces en el tren y empiezan a compartir almuerzos y cafés. Cada vez se sienten más a gusto juntos y pronto surgirá el amor entre ellos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 37
Críticas ordenadas por utilidad
30 de agosto de 2015
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creíble. Real. El espectador asiste a un film como si viese a dos personas en un banco del jardín, fuesen compañeros de trabajo o, simplemente, los espía se a través de la mirilla de la puerta. Uno casi se siente culpable de ver, sin permiso, como nace el amor entre dos personas, y como evolucionan sus matrimonios y demás relaciones. Porque la mayor virtud que tiene este film es un realismo pocas veces visto, que ya quisiera el pedante de Von Trier para sus peliculitas.

Ver Enamorarse es asistir la aparición de los sentimientos, a ese hormigueo en el estómago que sientes al estar próximo al ser amado, a esa desazón ante la posibilidad de no ser correspondido, a acabarse tu mundo si esa persona se va. Eso es lo que vemos en el filme por parte de De Niro y de Streep, soberbios en su sencillez.Tiene un hálito romántico, como Los puentes de Madison o Breve Encuentro, pero su mundanalidad y cotidianidad nos la hace más próxima y veraz. Y de regalo ese temazo de Grusin...

Una delicia de filme. Una bella historia, de un amor inevitable. Deja que Grosbard te la cuente. Te emocionará.
Quinto Sertorio
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2 de marzo de 2007
23 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amor no precisamente de juventud, aunque trate el tema de madera cruda en esa relación entre sus magníficos protagonistas, no debemos olvidar que también está el desamor de las otras personas que están involucradas involuntariamente, que son las que más han perdido en esta película, tanto la mujer de Robert, como el marido de Meryl.
La película te hace encariñarte del dúo de protagonistas, pero también les puedes odiar, ya que le hacen daño a los que no tienen nada que ver, como sus parejas, en el caso de él además los dos hijos que les tocará vivir una vida con la familia rota.
Cada cual elegirá entre su tema preferido, algunos dirán que es muy bonita y romántica y estarán los que opinen que es un drama, si con toques románticos, pero un drama al fin y al cabo.
Sus protagonistas geniales como suelen hacerlo siempre, la dirección de Ulu Grosbard muy acertada, una película muy recomendable.

PD: No verla con tu mujer, no sea que algún personaje te haga sentir reflejado, sobre todo si son los protagonistas, te freirán a preguntas si llegas tarde del trabajo
max
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24 de noviembre de 2010
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que sorprende al ver Enamorarse es su absoluta falta de pretensiones. Contando con, digámoslo ya, dos de los mejores actores de la historia del cine (Robert De Niro y Meryl Streep, claro), y una historia delineada para su lucimiento, a poco que se hubiesen cuidado los aspectos técnicos de la cinta, esta sería un clásico en su género y su temática, como de hecho lo son películas como Annie Hall o Tal como éramos.

Pero Enamorarse se inscribe, desgraciadamente, en cierto tipo de cine de la década de los ochenta (presente aún por desgracia en países como el nuestro), en el que se creía que eliminando todo componente ornamental o que embelleciese la historia, ésta elevaría su realismo y su credibilidad. La premisa puede ser cierta, pero el cine es un arte que se compone de la suma de muchos componentes, y cuando todos ellos están presentes, la película se convierte en una obra de arte.

Dejando a un lado ese descuido de la fotografía o de la banda sonora, es cierto que Enamorarse consigue un verismo que tira de espaldas, lo cual es mérito, sin ir más lejos, de un guión que trata el extraordinario suceso de enamorarse desde una perspectiva adulta y que invita a emocionarse pero desde la óptica reflexiva de las pasiones; y sobre todo de dos maravillosos actores cuyo trabajo en Enamorarse no debería pasar desapercibido para cualquiera que ame o no otras de sus composiciones.

Robert De Niro y Meryl Streep consiguen en la película tal grado de química y complicidad que es imposible no ver el amor que hay entre ellos. A su vez, alejándose de interpretaciones más elécticas de la época (él en Érase una vez en América, Bazil o La Misión; ella en La decisión de Sophie, Silkwood o Memorias de África), De Niro y Streep crean a una pareja de seres humanos corrientes en toda la complejidad de su carácter, sin que los espectadores sepamos, ni a grandes rasgos, detalles significativos de sus pasados.

Es en su manera de escucharse, de hablar, de moverse y de mirarse, donde vemos a la persona al completo y los conflictos a los que se enfrentan, que son algo tan cercano como qué hacer cuando el amor aparece en una vida establecida en la cómoda rutina, y como lidiar con los sentimientos una vez éstos han alterado nuestra existencia. Destinados a estar juntos o no, habrán vivido el gran amor de sus vidas.
jaly
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8 de abril de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos esos rollos de la predestinación son una patraña. Pero casi que te los crees cuando ves este sencillo y bellísimo drama romántico. A estas alturas esa forma de presentar a los candidatos al romance (los cruces en la misma línea y el mismo vagón del metro de Nueva York, las conversaciones telefónicas simultáneas en las que casi dicen lo mismo o parece que hablan el uno con el otro desde las cabinas contiguas, las charlas con sus amigos sobre el mismo tema...) es un recurso muy explotado, pero probablemente en 1984 todavía sería bastante novedoso. De todas maneras tiene encanto y nos advierte ya por dónde va a tirar todo el asunto, si el título no fuese suficiente para alertar.
Al contrario de lo que les ocurrirá a otros, me gusta ver al habitualmente duro y problemático Robert De Niro haciendo un papel de buen hombre corriente, casado, con hijos, con su trabajo normal, su rutina de la clase trabajadora, tan ocupado que no se detiene a pensar en la falta de pasión que rige su vida. Se ha acomodado a la placidez hogareña, al lado de su esposa que es mucho más una compañera y amiga (y ya no tanto la amante con la que la cama alguna vez fue el umbral del placer) que hace que la casa sea confortable, y junto a sus hijos que le inspiran el amor más grande que una persona puede sentir, un amor incondicional que no exige nada, pues alguien normal ama a sus hijos igual aunque éstos estén a miles de kilómetros, aunque no le devuelvan ni la centésima parte de ese cariño. Por eso quizás, por ese amor de padre, y por el dulce calor de hogar, Frank se conforma e incluso es aceptablemente feliz.
Meryl Streep no sorprende con ningún giro drástico en su actuación, pero como es una actriz tan buena siempre ofrece lo mejor y es decir mucho, porque esta mujer emociona con un pestañeo. Ella se mete en la piel de Molly, una esposa en un también apacible matrimonio pero sin hijos. La convivencia es agradable.
Ni Frank ni Molly son infelices y sus dificultades diarias son las razonables, el llevadero estrés del trabajo o cuidar del padre enfermo que ha tenido que ingresar en un hospital para ser operado. Es un contexto natural y perfectamente verosímil. No te presentan el dramón del siglo, sólo personas ordinarias con vidas que podrían ser la tuya.
Ambos tienen un mejor amigo o amiga y confidente con quien desahogarse (Harvey Keitel, otro duro habitual a quien casi no se reconoce aquí, y Dianne Wiest, bien aprovechada por directores como Woody Allen o el de esta película), y con cada uno de ellos se echa un vistazo a la sociedad actual en la que no es suficiente con tener un compañero o compañera para toda la vida; ya casi nadie quiere renunciar definitivamente a la pasión, al cosquilleo de estar enamorado. A encontrar la media naranja, si ésta puede existir. El concepto tradicional de familia ha dejado de cuadrar con las circunstancias que se dan ahora. El matrimonio ya no es un contrato de estatus y manutención, no es una institución sagrada en la que el hombre provee y ostenta la potestad y la mujer se queda en un segundo plano cuidando de la casa y pariendo como una coneja, y los dos juntos hasta el fin aunque se detesten. Los matrimonios han existido por muchas razones, pero frecuentemente el amor ni siquiera ha entrado en la ecuación. Pues hoy día es la única razón por la que mucha gente se casa.
Por ello, la vida conyugal pierde su sentido si ya no se sienten esas mariposas en el estómago. Ni los hijos pueden evitar el derrumbe una vez que éste empieza.
Para Frank y Molly, empieza cuando coinciden en la librería Rizzoli, cargados con los regalos de Navidad. Ese es el punto justo donde la tranquila felicidad de sus vidas de siempre comienza a quedarse corta, se va haciendo añicos. Ante la perspectiva de estar junto a esa persona que de repente les hace vibrar (y no saben ni siquiera por qué, será simplemente que los dos se han topado con ese alguien que hasta ese momento no tenían idea de que pudiera darles semejante vuelco en el corazón), la confortable rutina se ha ido al garete. Ahora sueñan con encontrarse de nuevo (comentan a sus mejores amigos este encuentro, y eso que apenas han cruzado un breve intercambio) y meses después coinciden en el metro que suelen tomar. Aún no hablan de nada comprometedor, no se citan explícitamente, pero hay algo en el aire a su alrededor, lo no dicho se expresa mucho más ruidosamente que las insustanciales palabras pronunciadas, y saben que harán lo posible por volver a cruzarse en el tren. Todavía es muy incipiente, la inseguridad es fuerte. Apenas se conocen, pero si hay algo seguro es la atracción que tira de ellos. No se pedirán sus teléfonos enseguida, no forzarán las cosas. Por eso es tan encantador y bonito, por eso es tan auténtico. En Hollywood salen tantas parejas que comienzan con idilios espectaculares, que no se corresponden con la realidad... Y aquí vemos a Robert y Meryl titubeando como dos adolescentes ruborizados que no saben muy bien qué decirse, y que hablan de cosas normales, y que se miran como bobos, para después despedirse y soñar, tanto como temer, un próximo encuentro... Y ya nada será igual.
Ya se les ha abierto el umbral de la pasión y una vez abierto es tan difícil resistirse como querer evitar que amanezca cada mañana.
Por eso uno se lanzará de cabeza a ese tren con la esperanza de encontrarla o encontrarle, y, tal vez, dejarse llevar hacia donde la vía los lleve.
Vivoleyendo
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28 de noviembre de 2006
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me parece una película encantadora, que pesar de haberla visto dos veces no me importaría verla una vez más.
Lo que me llamó realmente la atención de esta historia de amor entre dos personas adultas, fué precisamente el que su comportamiento podría corresponder a adolescentes. Es decir, una vez más volvemos a comprobar que el amor no tiene edad. Recuerdo como en la primera cita Meryl Streep no se veía bien con ninguna ropa, como se probaba y se volvía a probar vestidos
para gustar al maravilloso y genial robert de Niro.
isima
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