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Un maldito policía

Drama Dura y polémica película sobre la corrupción policial. Un policía (Harvey Keitel) agobiado por las enormes deudas contraídas en el juego y que comete toda clase de abusos de autoridad, decide replantearse su vida y su profesión cuando investiga el caso de una joven monja que ha sido violada. (FILMAFFINITY)
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Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
24 de abril de 2012
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra Maestra. Harvey Keitel está inmenso. Dice más con un gesto que 10 minutos de perorata de cualquier otro actor, que en este tipo de papel hubiera, porque se presta a ello, sobreactuado y pecado de exhibicionista.
Nos presenta un hombre que no es dueño de su vida que es prisionero de la droga y que ha caído tan bajo que puede parecer a veces un psicópata amoral que no duda en hacer lo que más le beneficie en cada momento.
La película y el crítico infierno personal de este hombre van in crescendo durante toda la película. Llega un momento que ya no sabes cómo puede caer más bajo y cómo puede terminar la película con un final decente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chinaski
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19 de agosto de 2010
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un título tan descriptivo como “Teniente corrupto” lo normal es que te haga huir de esta película. Abel Ferrara, pude admitir un sacrificio. Y así fue que vi esta película, cruda película en todos sus aspectos, y sólo puedo decir que es una experiencia interesante.

Película sórdida donde las haya, expresa espléndidamente la decadencia gratuita a la que se puede llegar intentando sobrevivir en una sociedad a la vez tan mezquina, avara y mísera, al menos en algunos de sus rincones, llamémosles, marginales. Muestra sin ambages la sordidez del mundo de la droga: las escenas de drogadicción tan decadentes y sin sentido, rodadas con tanta simpleza y naturalidad, son muy duras de ver y peor de soportar. Sórdida es la utilización de sexo como condimento para mal sobrevivir: las escenas de sexo son desagradables rozando lo paranoico y nihilista. El juego como salida a la zozobra existencial: es mostrado como un mundo sórdido y sin piedad, donde Ferrara expresa la angustia y facilidad con el que el ludópata se asoma a su propio precipicio. Y por último la religión: sórdida aceptación visionaria de la vida y del pecado como redentor, pero como siempre, a buenas horas mangas verdes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
iovErdÈ
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2 de mayo de 2012
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que no queda claro, en este interesante retrato sobre la corrupción policial en los USA, es si el teniente está en el cuerpo por una falta de escrúpulos innata o si esa disposición hacia las drogas, los abusos y el juego sucio forma parte del aprendizaje tras muchos años de "servicio a la ciudadanía". Tampoco considero que sea sustancial en la trama que firma Abel Ferrara, aunque sí satisfaría mi curiosidad y afianzaría mi "ego", firme en la creencia de que sólo los ignorantes son inocentes de pertenecer a estas antíquísimas y anquilosadas instituciones creadas para combatir, con doble rasero, los bajos instintos de los seres humanos.

Buen intento del italo-irlandés-norteamericano y buena interpretación de Harvey Keitel. No obstante, en ningún momento creo en transformación alguna del teniente por el caso de la monja, como algunos críticos intuyen; más bien creo que forma parte de su naturaleza morbosa y de sus internas controversias entre la realidad, una lejana educación religiosa y los efectos de los inútiles estimulantes.
Sinhué
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25 de febrero de 2016
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe un decente remake de Nicolas Cage, en el cual él hace una digna interpretación (que no es poco, por los desastres que ha ido haciendo durante la década del 2000 y sus pelucas). ¡Pero es que Harvey Keitel es mucho Harvey Keitel! Es una pena que un actor tan bueno y con esa peculiar presencia no haya tenido un papel más destacado en las películas de Hollywood. Malas calles, Teniente Corrupto, Reservoir Dogs y Pulp Fiction. Inolvidables todos ellos. Aún recuerdo a el Señor Blanco o Mr White (If you shoot me in a dream, you better wake up and apologise). O que decir del Señor Lobo, ¡soluciona problemas!

Aquí, Harvey Keitel interpreta a un tosco, oscuro y corrupto policía. A medida que van aconteciendo sucesos en la película, se puede percibir cómo este personaje va entrando en una espiral de oscuridad extraña e insana.

Absolutamente recomendable y contada a un ritmo lo suficientemente pausado. Este ritmo no aburre y permite al espectador saborear el ambiente y climas decadentes que se va adentrando este teniente corrupto. Así que como nota menos remarcable está el final. ¡No podría acabar de otra manera!
Bob Street
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28 de septiembre de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hace tanto le di otra oportunidad a este 'Mal Teniente', al que ya había visto diez años atrás y reconozco sin empacho que no en el mejor momento, en el que podía estar más preparado para absorber la densa narrativa propuesta por Ferrara y las numerosas ambigüedades de ese mundo en el que se ha disuelto la maniquea y confortable distinción entre buenos y malos.

Lo que recuerdo de ese primer visionado es que me pareció bastante desagradable. Creí haber visto una especie de policíaco que no era más que una colección aleatoria de viñetas estridentes y de ritmo empachoso. Lo cierto es que no comprendí los asuntos centrales de la historia del Teniente. No comprendí que en verdad es la historia de un hombre corrupto hasta los calcetines y que, llegado un momento, toma conciencia de su abyección y desea redimirse de alguna forma. No entendí el decisivo y esencial papel que juega el incidente de la violación de la monja, que en esa primera ocasión me pareció una transgresión facilona... cuando en verdad es lo que despierta la sed de redención del Teniente. Y es que ahí el policía se da cuenta de las similitudes que hay entre la monja y él: ambas son personas que confrontan el mal, se empapan de ello, y mientras ella permanece fiel a sus convicciones, incluso cuando sufre un crimen, él se ha degenerado y se ha convertido en algo muy parecido a los criminales que persigue: un ludópata drogadicto que ronda por la ciudad abusando de su autoridad y provocando más daños de lo que repara. Desde ahí se inicia un proceso que convulsiona al Teniente, pero como su pasado es rico en fechorías y se ha embarrado hasta las cejas, las consecuencias le persiguen mientras intenta hallar esa acción que le asemeje a la monja estoica.

La película es rica en escenas escabrosas y pasadas de rosca, quizás su fama se deba a estas escenas, y a la vez es innegable que Ferrara hila fino. En ningún momento el personaje cuenta su propósito, nada se explicita, y sin embargo, cuando entre lágrimas el Teniente se arrodilla frente al altar de una iglesia, Ferrara quiere que aprecies la desesperación de un hombre perdido en su tortuosa senda, un hombre que desea sobreponerse porque necesita expiación y no halla el rumbo adecuado. Yo entonces no presté la debida atención a esta clase detalles. No es fácil de encajar en un mismo personaje esos dos polos tan dispares, el de la postración y el de las drogas y deudas con mafiosos.

Leí en alguna parte que Nicholas St. John, guionista habitual de Ferrara y católico devoto, se negó a participar en este proyecto por considerarlo una blasfemia de tomo y lomo. Ciertamente es transgresora pero, al contrario de lo que pensó el guionista, a mí me resulta sumamente cristiana. Es muy explícita en su exploración del pecado porque es la materia prima imprescindible para luego sostener conceptos como la culpa, el arrepentimiento y la búsqueda del perdón. Sin esas escenas dónde le vemos inyectándose heroína o como intimida a dos muchachas no comprenderíamos hasta dónde alcanza la dimensión de esos males que le corroen la conciencia. Directores como Scorsese o Mel Gibson también abordaron los conflictos de la espiritualidad cristiana desde una óptica más carnal, pero me parece que en la propuesta de Ferrara, al ambientarlo en el mundo contemporáneo, gana mucho más relieve y fuerza.

Lo que sí me gustó entonces y me volvió a gustar luego fue el Nueva York que se aprecia en el trasfondo. Semejante historia, repleta de sordidez, necesita un escenario como ése, una ciudad descomunal, un imán para gente de todo el mundo y por lo tanto óptima para criar a personajes taciturnos y extraños. Madres puertorriqueñas que trafican con droga, prostitutas adictas, policías apostadores, ¿dónde si no en Nueva York? Ferrara dota a esas calles, sus calles, de una atmósfera taciturna y fría, como una jungla de asfalto dónde la ley sólo sirve para contener a las masas pero que bajo el radar florecen estas vidas extrañas, que representan el paradigma de la modernidad. Nadie como Ferrara ha buceado hasta esos extremos en las profundidades tanto de la mente como de las calles, en los límites de la moralidad, mostrando una valentía y una contundencia incuestionables, luciendo un estilo que le permite aunar santidad y abyección.

Así que, en resumidas cuentas, mi opinión pasa de birria de película a obra maestra. Uno de los títulos más remarcables de los 90, atemporal, ajeno a modas. Antes que la recomendación por edad, sería buena una recomendación dónde se indicara que es mejor no verla hasta no tener ciertas tablas y la mente muy abierta.
Jean Ra
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