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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Críticas de Jean Ra
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Críticas 261
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
27 de abril de 2024
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En última instancia, este "Seneca" es una comedia negra, cargada de grandes dosis de reflexión filosófica, acerca del verdadero alcance de las palabras, del contraste que surge cuando se confronta unas frases lindamente formuladas con la fealdad de los hechos.

Accedemos a los últimos días del filósofo romano de origen hispánico, cuya locuacidad es vivamente representada, un pico de oro sin medida que en ciertos momentos adopta los tonos de la cháchara y convierte al brillante orador en un garrulo impertinente. Conocemos como su capacidad para la reflexión y la oratoria le granjeó una posición muy acomodada en la sociedad, disfrutó de influencia entre familias nobles, que le otorgaron acceso a negocios inmobiliarios y llenaron las arcas del estoico, que alababa la vida sencilla y despojada. Tal y como predica en "Sobre la brevedad de la vida", que se cita en cierta hilarante escena, para él esas riquezas eran algo accesorio, mientras que para sus allegados era el mismo epicentro de su existencia. Tal y cómo Schwentke evidencia, esa consideración retórica no impide que luego las compañías del filósofo se compongan de igual forma de esas personas, fatuas y pusilánimes, que mientras el viento sopla a favor son gente de lo más encantadora, pero cuando las cosas pintan magras, esas lindas apariencias muestran su vacuidad. Las palabras falsas conducen a escenarios de igual forma falsos.

Aceptamos la palabra "contradicción" por simpatía a Séneca y para justificar esas disonancias entre hechos y palabras. Sólo he leído un libro de Seneca, así que tampoco puedo juzgarlo en global, sólo puedo decir que si bien en "Sobre la brevedad de la vida" encontré luminosas frases que invitan a reflexionar acerca de la propia existencia y el mundo en general, al final de cuentas sólo resultan pertinentes cuando se observan los hechos desde la distancia, en la confortabilidad de una habitación bien resguardada, no frente a hechos inminentes. El pensamiento que ofrecen esas páginas es en verdad ameno y agradable pero al acabar la lectura me resultó más aparente que no sustancioso. Es en ese vértice dónde entiendo que se coloca Schwentke. En la agradable velada, cuando todo parece ir bien, los encuadres son amplios, plagados de luz solar y abarcan diversos cuerpos que disfrutan del ocio. Puro hedonismo. Pero a raíz del giro de guion esos planos se van vaciando y la luz va menguando, y el luminoso estoicismo deviene apocalíptico frente a la inevitabilidad del desastre.

En el tramo inicial, dónde vemos a un Nerón desatado y frenético, Séneca capea como puede los excesos del "presidente", comprendemos que toda esa violencia le afecta de forma honesta, emociones y pensamientos que luego plasma en unas obras teatrales sumamente crueles y descarnadas, que entendemos que a la postre eran representadas para gentes acomodadas, y que fueron su forma de epatar a los burgueses, como un juego cortesano: transmutar las experiencias perturbadoras en obras perturbadoras que parecen destinadas para asustar al espectador y así exponer la audacia y temeridad de su creador. Me pregunto si en ello no hay también algún tipo de autocrítica por parte de Schwentke. La irrupción del soldado Felix, ejecutor de la orden presidencial, vuelve a triturar las apariencias y el impacto que pueden generar esas obras teatrales nada son al lado de la brutalidad de ese soldado, que representa el opuesto simétrico de Séneca: frente a las formas reposadas, serenas y elocuentes del filósofo, el soldado representa al fascista perfecto, hombre de acción, enérgico, hosco y de escasos conocimientos. Curiosamente, esa ruptura luego propicia ciertos momentos de comedia chocarrera entre la congregación de acomodados romanos.

En el global, la labor de Schwentke me resulta lúcida y justa. Tan pronto percibí ciertas resonancias del cine de Ken Russell (la combinación de teatro enfático, puesta en escena posmoderna e imágenes crudas) he de decir que el visionado fue ganando cuerpo, comencé a sentirme muy cómodo a pesar que en ciertos momentos resulta chocante por el efecto distanciador de los diversos e intencionados anacronismos, su palabrería incesante también puede cargar en otros momentos, pero se entiende que es la forma que el director ha pensado para reflejar parte del carácter del personaje principal. También me hizo reír y me ha hecho pensar. En absoluto es recomendable para todos públicos, no es una obra accesible (sobre todo si eres de los que no conoce bien el significado de la palabra pastiche) y sin embargo, una vez sobre pasado cierto umbral de tolerancia, se comprende la audacia del gesto del director, que no quiere emparentarse con ese demiurgo cruel y narcisista y nos recuerda continuamente que lo que vemos es un artificio. Al quebrar la ilusión de la recreación histórica apartamos un velo de apariencia para que no nos distraiga de su fondo, surtido de profunda carga filosófica. Título sumamente infravalorado, cuya recepción negativa no hace sino reafirmar su reflexión sobre el presente.
Jean Ra
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8
4 de abril de 2024
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo reconozco, los primeros títulos de Betrand Bonello apenas me despertaron un agrado templado, sólo un paso por encima de la indiferencia, cero entusiasmos. No fue hasta que unos productores creyeron en él y le ofrecieron dirigir el biopic "Saint-Laurent" que para mí comenzó a contar como un gran artista. Esa visión del diseñador de moda como un personaje salido de las páginas de Proust, que cambiaba los valses por música disco, me fascinó y desde entonces cada lanzamiento merece especial atención. Porque también se da la circunstancia que a partir de ese título específico comenzó a emplear los códigos del cine de género como herramienta para interrogar el presente, con lo cual no sólo ganó atractivo, también su punto de mira se volvió más preciso, se dotó de una inyección de vitalidad y profundidad con la que los contornos de su mundo brillan con más fuerza.

Todo esto me parece que se percibe tras ver "La bestia". Narración con múltiples capas conceptuales y temporales, donde Bonello quiere tomar el esquema del melodrama para observar el peligro de la deshumanización como consecuencia del avance tecnológico. El director se sirve de tres líneas temporales y sólo en la clásica, la de 1910, parece que interviene una fuerza externa que podríamos llamar el destino (en forma de grandes inundaciones), en la de 2014 lo que se interpone en la historia de Gabrielle y Louis por ejemplo es el capitalismo, alienante y que influye en sus entornos de formas distintas, mientras que en un futuro distópico, situado en 2044, la inteligencia artificial la que gobierna el mundo, maneja y condiciona a las personas, demanda que deben apagar y alejarse de sus emociones, de La Bestia en sí, para ser considerados como gente válida y confiable.

El gusto y la elegancia de la trama que transcurre en 1910, filmada en 35mm, destacan en unos entornos suntuosos, de alta sociedad, que hacen honor al imaginario esperado para una película de época. Pero no estamos frente a un pastiche. En ese entorno, recreado por la IA, se pone a prueba a Gabrille para que domine sus emociones. Por los salones asoma un joven llamado Louis que interpela a Gabrielle, se teje entre ambos una historia de la que ella debe purgarse, pero que si cae en las redes de la pasión, entonces se desatan unas grandes catástrofes. Ciertas pinturas, que parecen realizadas por un trasunto de Egon Schiele, se erigen como objetos inquietantes, advierten del peligro de esa visión emocional y torturada de la existencia. También otros símbolos entran en juego como ahora las muñecas que fabrica el marido de Gabrielle. Más adelante entendemos que esas muñecas son una metáfora de lo que la Inteligencia Artificial ejerce sobre los humanos de carne y hueso, a los que moldea según sus designios, convirtiéndolos en sus juguetes. Escenas del mundo de 2044, que se supone el tiempo presente de la narración, se intercalan y muestran las dudas de Gabrielle, finalmente las emociones pilotan la mente de Gabrielle y el destino se interpone en forma de inundaciones de proporciones bíblicas.

En la de 2014 transcurre en Los Angeles. Gabrielle es entonces una modelo que no parece cosechar gran éxito y es sometida a presiones sociales para operarse y adecuarse más al gusto comercial. Sufre así una crisis narcisista en un mundo de constante competitividad, las relaciones que entabla entonces no son significativas y de hecho el contacto entre personas resulta superficial. Louis también aparece como un incel resentido. Si en Gabrielle la belleza es alienante, para él sentirse rechazado sexualmente perturba su mente y lo conduce por sendas muy oscuras. Al final esa bestia de las mil caras que es el machismo ejerce de motor externo que actúa sobre ellos, reservándose la tecnología la última palabra (*)

Hay quien ha señalado que este largometraje de Bonello queda quizás demasiado disperso y que las cuestiones quedan demasiado en el aire. No me lo pareció a mí. Hay una evidente preocupación por esa influencia de la tecnología sobre lo que nos hace humanos. No ve nada positivo el hecho de aguardar que una fuerza externa venga a resolver los conflictos de la especie, se expone al peligro de ser minimizada y neutralizada, aunque no sea de una forma brutal y violenta como en "Terminator", resulta igualmente inquietante ser desprovistos de lo que ha distinguido a nuestra especie, de lo que ha conducido a experimentar la vitalidad en una dimensión mayor, aunque por desgracia eso tenga un precio a veces doloroso. No son cuestiones cerradas en las que sea fácil dictar sentencia, por lo tanto es razonable abrir esas cuestiones y legar a la sensibilidad del espectador esa interpretación.

Narración en ocasiones muy ascética, con una música muy dosificada, que con un ritmo tenue que se adecua esa densidad de las emociones de sus personajes, lejos del metrónomo efectista comercial, no apto para impacientes y amantes de lo obvio e inmediato. Demanda cierta atención por parte del espectador, que debe atender a diferentes resonancias y recurrencias que aparecen entre las tramas para ligar cabos, asimilar símbolos para captar con más profundidad su significado. Bonello ofrece con su narración sugestiva, en la que muchas veces destaca la belleza del plano, una fachada atractiva bajo la cual late un mundo sutilmente oscuro e inquietante, que dramáticamente arrolla a sus personajes e intelectualmente interroga al espectador frente a lo que ya parecen acontecimientos más o menos inevitables.
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Jean Ra
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4
1 de abril de 2024
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En fin, no vamos a pedir peras al olmo. Ya no hace falta ni mirar el tráiler, ya basta con echarle un ojo al cartel promocional para predecir con razonable acierto qué tipo de experiencia te aguarda con un título del estilo de "Champagne!". Comedia coral y comercial del subgénero de reunión de amigos, casi siempre son los mismos actores, el mismo tono, el mismo tipo de bromas, los mismos conflictos del pasado que deben resolverse de forma mayormente amable y agradable, producto que ya rebasa la etiqueta de producción televisiva, es directamente carne de película para ver en la pequeñísima pantalla de un autocar, tren o un avión, algo que puedas mirar sin apenas atención, que puedas alternar con las vistas del paisaje de la ventana, sin nada que te sobresalte y te amargue el viajecito.

Nada de eso lo descubrimos cuando vemos "Champagne!" porque se limita a seguir un camino ya muy trillado y es eso lo que precisamente se propone. Es cosa de contratos y recaudaciones, no de séptimo arte ni pamplinas semejantes. Unos viñedos, una casa en la playa, una barbacoa, qué más da. Todo ha de ser gente sin grandes ataduras, si tienen responsabilidades no se ha de notar porque son personajes sacados del stock más general, aquí como mucho se aventuran a poner a una pareja de lesbianas y ahí se apaga el ánimo de añadir algo diferente a lo de siempre, el resto sí es puro piloto automático y que fluya lo resobado.

Pero aún y siendo consciente de eso, qué repelente resulta esta gentuza. Personajes infantiles, egocéntricos y llenos de caprichos espurios, parecen una versión francesa de "Friends", el mismo clasismo, el mismo aire endogámico, el mismo humor estomagante, los comadreos bobos y las reacciones histéricas. Incluso con las expectativas bajas la película se las apaña para derrumbarlas, que ya es mérito. Mientras veía a ese grupo de cincuentones jugando a tirarse comida en su amplia cocina me imaginaba en contraste los campamentos de inmigrantes sin hogar bajo los puentes de las autopistas francesas, los granjeros que se suicidan por la imbatible precariedad del mercado agrícola, los descomunales atascos para salir de París, o policías que se ensañan con vagabundos para desahogar frustraciones diversas. Sólo así puedes calibrar la magnitud de la fatuidad y la inmundicia que laten bajo esa colorida patina de cursilería e infantilismo. Una gran borrachera de idiotez.

Que sí, ya sabemos que la gente necesita evasión, eso no lo discuto, sólo me pregunto si no se le puede ofrecer algo que no ofenda la inteligencia más elemental, ser complaciente sin resultar tan desmañado. Y eso no ocurre porque quien produce esta cosa no puede hablar con honestidad de su estilo de vida, eso sólo despertaría rechazo, hay que tener presente que se trata de gente que vive en su propia cámara de ecos, su propia burbujita, sólo conocen sus propias depravaciones y mezquindades y desconocen el resto del amplio mundo, por eso tienen que acogerse de forma desesperada a los tópicos más resobados y por eso todo el producto despide ese olor a prefabricado y desorientado. Son noventa y cinco minutos que se hacen eternos por efecto de acumular sin ton ni son escenas de bromas bufas o la misma exaltación vacía de los placeres sencillos. Casi puedo ver a esa gente entre toma y toma, hablando con desgana de sus agentes, la custodia de los hijos, sus fármacos, de los chanchullos de aquel otro fulano... un ambiente cien por cien laboral, nada remotamente bohemio. Al llegar a los títulos de crédito, productores y consumidores ven apagarse la pantalla y continúan mirando con asco las ruinas.
Jean Ra
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9
18 de marzo de 2024
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego el guion que despliega la dolorosa historia del clan Von Erich se ajusta de una forma de lo más obvia al conocido esquema del ascenso y caída, no se puede decir ahí que en ese aspecto Durkin arriesgue mucho. Sin embargo, para comprender la calidad que atesora este título, hay que fijarse con qué materiales artísticos y narrativos se llena esos espacios narrativos, que la verdad son notorios.

En el segmento del ascenso de Kevin von Erich en el circuito local de Texas se respira la atmósfera épica, Efron y sus melenas, peleando descalzo como un luchador griego unido a la prodigiosa banda sonora del canadiense Richard Reed Parry (el multi instrumentista de Arcade Fire) transmite esa sensación de exuberancia rocanrolera. Pelucas que lucen como llamas doradas y guitarras fogosas, es el festín de los dioses menores. Durkin se sostiene en la firme mano del húngaro Mátyás Erdély (responsable de la sublime fotografía de “El hijo de Saúl”) para filmar esas luchas en muy pocas tomas, con gran angular para apreciar el ambiente y moviendo musculosamente la cámara para capturar los golpes más decisivos, de forma que la espectacularidad de ese deporte es cazada al vuelo. Sólo por eso ya notamos que estamos ante una película fuera de lo común.

Pero luego la narración regresa al núcleo familiar de los Von Erich, a esa casa que Fritz von Erich compró luchando en los sesenta, un hogar que fundó y dónde se impone un ambiente amoroso, pero también muy disciplinario, en ocasiones imponiendo temor a sus hijos, a los que Fritz instrumentaliza para materializar sus propios sueños... también para convertirlos en máquinas de hacer dinero. Ahí sin duda está el meollo narrativo de esta historia. No me gusta mucho utilizar la palabra patriarcado, no deja de ser una muletilla facilona que se emplea para cualquier cosa como también lo es "woke", pero no hay duda que Fritz von Erich encarna al patriarcado, que impone a sus vástagos la obligación de ser fuertes, mantenerse de pie a cualquier precio y reprimir sus emociones, hecho que descubriremos resultará clave para dirigir la historia hacia su valle de oscuridad.

Porque si bien el esquema lo notamos trillado, luego ves las escenas y la calidad y compromiso del plantel actoral es total y aporta mucha solidez, es el anclaje emocional necesario para perfilar a los personajes y dar relieve a los dolorosos desvíos que les depara el destino. La desmedida exigencia de conquistar grandes cimas profesionales en la lucha hace que ignoren evidentes riesgos de salud que acarrean consecuencias, la imposibilidad de expresar y recibir consuelo de las noticias más penosas trae la necesidad de desfogarse de formas peligrosas, la presión familiar para asumir las metas impuestas también mete a algún personaje en cierta situación que le queda demasiado grande y que comprendemos no habría adoptado de no ser esa exigencia. Lo mejor de todo es que notamos la presión pero no se exagera la violencia con la que se impone, a veces basta con una charla familiar durante una comida para meter esas ideas en la cabeza, de forma que cuando leamos algo acerca de la "masculinidad tóxica" podemos observar estas escenas sin pensar en excesos melodramáticos, pues se refleja con vigor y honestidad.

A ese propósito se pueden apreciar más detalles en diferentes escenas. Por ejemplo, también sabemos que Doris, el personaje de la madre, tenía ciertas aptitudes para la pintura y que tuvo que abandonar para simultáneamente tener un empleo y ejercer como ama de casa, con lo cual se dibujan muy bien los roles familiares de la época, sin por ello subrayarlo demasiado para convertirla en una víctima. En otra escena clave, vemos que Kevin acude a Doris para tratar un tema de uno de sus hermanos y ella lo rechaza diciéndole que para hablar de sus tribulaciones ya tiene a sus hermanos, no le aporta ningún respaldo emocional, con lo cual se puede apreciar tanto la represión emocional como el temor a hablar con su padre de temas importantes.

El casting está sobresaliente. Vemos a Zac Efron sobre el ring, musculoso y peludo, una verdadera fuerza de la naturaleza, que luego en la distancia se miniaturiza, observamos la fragilidad en su mirada cuando su padre está cerca o la inseguridad cuando a lo primero tiene que relacionarse en el plano íntimo con Pam, es un personaje con aristas y la actuación de Efron las refleja vistosamente, posiblemente el papel de su vida. Luego está Jeremy Allen White, que es capaz de ofrecer mucho con los silencios y las pausas. Y así, el resto del casting se completa con excelencia y aportan el contorno humano de la narración.

Todo sumado, en el gran clímax la emoción es arrolladora. Sus fortalezas les condujeron al éxito y no lo pudieron aguantar con entereza debido a sus insuficiencias emocionales. Hacía tiempo que no veía una película con tanta emoción. De niño muchos veíamos a El Último Guerrero y Hulk Hogan o los Hermanos Sacamenteca en Tele 5, en el programa "Pressing Catch". La lucha libre para el imaginario infantil de mucha agente alrededor mundo ha sido casi tan importante como "Dragon Ball". Este "Iron Claw" dibuja la escena que antecede a esos espectáculos televisivos de los noventa. Nos transmite su aire amateur, las repentinas lluvias de dinero fácil, el dolor y la gloria que acarrearon. Durkin aborda este mundo con lo que a mí me parece mucho respeto, mostrando tanto lo positivo como lo negativo. Ignoro por completo la historia real de los Von Erich, pero sin duda en esta obra el trabajo por humanizarlos es más que excelso.

El gran formato con el que está rodado, el empaque de todos sus aspectos artísticos y su briosa narración nos entrega una experiencia muy inversiva, que no sólo cuenta unos hechos, también nos habla de la cultura de su tiempo, que podemos cotejar con el nuestro, posiblemente también lo harán en épocas posteriores, pues así son las grandes películas, las que honran al cine como una de las formas de arte más apasionantes jamás existidas
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Jean Ra
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7
27 de febrero de 2024
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En algún punto de principios del siglo XXI, Michael Mann iba a dirigir 'The aviator', el biopic de Howard Hawks, dónde el magnate del cine, al igual de Enzo Ferrari, también es un motor de emprendimiento que influye en la sociedad de dónde surgió y a la vez posee una vida privada de lo más atribulada. Por azares que ignoro, cómo se sabe, Michael Mann quedó relegado a tareas de producción y la dirección cayó en manos de Scorsese. Pero queda claro que Mann se quedó con las ganas de dirigir un biopic de esas características y durante años ha estado persiguiendo este biopic sobre Ferrari, hasta que al final lo ha logrado.

He de decir que ideológicamente este título choca bastante conmigo. Toda la película se sostiene en los planteamientos del liberalismo, y no sólo por la cuestión de poner en el centro a un gran empresario, también cómo diferentes ideas permean los conflictos de sus personajes.

"Por dentro como quieras, por fuera como los demás", reza una de sus máximas. De esa forma, vemos a Enzo Ferrari que asiste a misas con sus trabajadores para que vean que es un hombre de firmes principios morales, una figura respetable. Buena parte de su negocio se sostiene precisamente en su figura pública, por eso mismo no puede finalizar su matrimonio con Laura, ya roto, y formalizar su relación paralela con Lina Lardi, en un lugar tan conservador como Italia, eso supone una afrenta, casi un motivo de repudio. Aunque a simple vista no lo parezca, eso también guarda conexión con la trama de las carreras y los coches que diseña.

Su personaje público le sirve también para atraer talento, a pilotos, pero también le da acceso a la prensa, con quien puede urdir artículos que le permitan mover otros resortes que luego influirán en el destino económico de su empresa (*). Y a la vez la prensa también es un agente que tensiona su conciencia y su imagen pública, una fuerza con la que debe lidiar y echar no pocos pulsos. Y es que una cosa es que las cosas sucedan y otra que trasciendan a la esfera pública y se conviertan en vox populi. En la película suceden diversos accidentes pero mientras permanecen en circuito cerrado se sobreentiende que es un riesgo que se toma al participar, gajes del oficio, otra cosa es cuando el accidente afecta a personas ajenas, a espectadores, entonces la imagen pública de Enzo Ferrari queda seriamente comprometida, de forma equivalente a sus problemas matrimoniales. Por eso cierta escena accidentada es expuesta de forma tan cruenta, porque ha trascendido al mundo real y eso tiene un peso diferencial.

Por lo demás, Enzo Ferrari es expuesto como un héroe liberal, su historia es una exaltación del trabajo duro, que aquí siempre se caracteriza como honesto, y muestra qué precio hay que pagar por trascender en un sector tan notorio; es un emprendedor que maneja su destino con conocimiento y astucia, un hombre al que las pasiones puede situarlo en peligro, pero que sin embargo su fortaleza interior permite dirimir con ellas con razonable entereza. También es un personaje que mira con desdén a los trabajadores, a los que en alguna escena califica de vagos por acogerse a sus derechos; ya digo que en lo personal choco bastante con todo el planteamiento ideológico esbozado en "Ferrari". Pero también creo que cuando uno lee un libro o ve una película no debe ir sólo a confirmar sus ideas, también es sano confrontar las propias certezas y lo importante es que Mann en esta ocasión expresa todo ello de forma coherente y razonada, no exige adhesión, sólo comprensión.

Un largometraje ambicioso, de factura mayormente clásica, alejada de ciertos experimentos con la fotografía de títulos anteriores, que también pone en evidencia que Michael Mann, por más que sea un hombre anciano, todavía posee ideas interesantes y fuerzas para rematarlas con vigor. Si a eso le añades que su visionado es mayormente entretenido, entonces no hay mucho más que objetar.
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Jean Ra
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