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Florence: La mejor peor de todas

Comedia. Drama Narra la historia real de Florence Foster Jenkins, una mujer que, al heredar la fortuna de su padre, pudo cumplir su sueño de estudiar para ser soprano. El problema era que carecía de talento, pero la gente acudía a sus recitales para comprobar si de verdad era tan mala cantante como decían los críticos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 77
Críticas ordenadas por utilidad
16 de mayo de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé que me impresiona más: si el hecho de haber existido de veras alguien como Florence Foster Jenkins o la capacidad extraordinariamente camaleónica de la gran Meryl Streep. Lo primero, ha sido un descubrimiento; lo segundo, desde luego que no, aunque no por ello deja de seguir siendo sorprendente. Puede que no sea ni la más guapa, ni la más alta, ni la que tenga más glamour. Ni falta que le hace para seguir demostrando, personaje a personaje, que sigue siendo la mejor actriz de las últimas décadas. La más completa. La más versátil. De las pocas, si no la única, que podría mirar de tú a tú a reinas (diosas) de la interpretación (de la mutación) como Katherine Hepburn o Bette Davis.
El porqué de comenzar alabando la labor de la Streep es muy sencillo: porque esta película, dulcificada en clave de humor por otro lado, no se entendería sin ella. La presencia, entre otros, de un comedido Hugh Grant como St. Clair Bayfield y marido de la soprano o de Simon Helberg como Cosmé McMoon, pianista que la acompañara hasta el final, son una parte importante, vital diría, para comprender esa colaboración cómico condescendiente hacia la 'artista' en lo que es el contexto, y estando ambos más que adecuados en sus respectivos papeles, al mismo tiempo resultan poco menos que una comparsa ante el talento brutal y principal foco de atención que no es otro que la Streep. Por cierto, la primera reacción de Helberg en su primera toma de contacto ante la evidente ausencia de facultades de Jenkins y la peculiar puesta en escena, en teoría preparada para un efecto contrario, es fantástica. La misma que tendríamos todos.
La dirección de Frears y el guion de Martin están centrados en querer hacernos partícipes, como el resto, de un tipo de confabulación indulgente e irrenunciable que desdramatiza la realidad vergonzante y la convierte en una gracia patética y cobarde, una mentira compartida, piadosa incluso, algo a caballo entre el miedo a la honestidad y a hacer daño, fruto de ese tipo de personas que desprenden una especial fragilidad, como Florence Foster Jenkins. Como Meryl Streep.
John Dunbar
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21 de septiembre de 2016
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si van a ver Florence Foster Jenkins, seguramente se van a emocionar con el final.
La mala noticia es que puede que sea el único momento en que verdaderamente sientan algo por la entrañable peor cantante del mundo.
Este biopic dirigido por Stephen Frears (realizador de, entre otras, Philomena o Las amistades peligrosas. Poca broma) es una película hecha con gusto, elegante en lo formal hasta la extenuación (no me cansaré de decirlo: o hay nada más elegante que la ficción inglesa, ni más perfecto en lo que se refiere a vestuario, dirección artística, fotografía, peluquería... la ambientación de Florence Foster Jenkins es también excelente) y que resume bien los últimos años de vida de una mujer tan peculiar como fue Foster Jenkins, empeñada en dedicarse al bel canto aun siendo incapaz de afinar bien las complicadas notas de una ópera. Sin embargo, el retrato que hace el guión de una mujer tan poco convencional es, valga la redundancia, extremadamente convencional. Todo está tan calculado y medido que no hay espacio para la emotividad y, lo que es más grave, la película sufre de un grave problema de ritmo y duración. Hay momentos en que roza lo aburrido, y es principalmente porque dura casi dos horas, cuando hubiera ido que chutaba con 90 minutos.
Por supuesto, no hace falta ni decir que Meryl Streep ofrece una nueva interpretación soberbia que encantará a todos sus fans y muy posiblemente le consiga un lugar entre las nominadas a muchos premios del año, quizás incluso los Oscar. Sin embargo, dentro de que es una actriz que siempre da todo, que nunca falla y que engrandece cualquier personaje hasta cotas inimaginables (es la mejor actriz de la historia, seguramente, mano a mano con las Hepburn, Bette Davis y alguna otra), queda la misma sensación que dejó su labor en Into the woods. Nos gusta tanto porque es ella, porque es la gran Meryl Streep, y le llueven las nominaciones porque es Meryl Streep, pero siendo sinceros esta no es una de las mejores interpretaciones de su carrera. De hecho, resulta bastante más destacable la labor de los dos actores que la acompañan. Por un lado, Hugh Grant, en una de las interpretaciones más conmovedoras que se le recuerdan, con una madurez física e interpretativa muy bien digerida y combinando muy bien comedia y drama (atención al final, sencillamente espectacular). Por el otro, Simon Helberg, el Howard de Big Bang Theory, que está fantástico como el sufrido pero leal pianista de Florence (atención a su rostro cuando la escucha cantar por primera vez).
En definitiva, es una cinta correcta, que se deja ver, pero que en modo alguno consigue emocionar ni casi entretener más allá de la extraordinaria labor de sus actores principales. Ojalá toda la cinta hubiese tenido la emotividad que sí desprende su epílogo.

Lo mejor: Los tres protagonistas, especialmente Grant y Helberg.
Lo peor: El ritmo es bastante plomizo a ratos y es sin duda demasiado larga.
Sibila de Delfos
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10 de agosto de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película con pequeñas diferencias con la vida real, como por ejemplo, su padre no le desherederó. Su pianista tampoco era tan bueno, ya que hacía caras raras hacía el público para que hubiera más risas y reclamó parte de su herencia confesando que era su amante (cosa imposible, porque era abiertamente gay).

En la película me falta esa grandeza que seguramente desprendía, porque sabía que la gente se reía de ella, pero decía que era por envidia. O más locura, ya que la atropellaron y gracias a eso supo que podía llegar a una nota más alta, y en vez de denunciar al taxista, le regaló una caja de puros.

Aún así, es divertida y te enteras de esta gran historia del mundo de la música jeje.
edugrn
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12 de abril de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia muy buena de la que ya se hizo una película mejor el año anterior, la francesa Madame Marguerite, que yo cuando la vi preestrenada en el festival auguré que sería la película europea más premiada del año venidero. Me equivoqué. Aunque sigo pensando que se lo merecía.

Esta versión americana es más fiel a la historia real en la que está basada, pero no por ello es mejor que la película francesa. Se deja ver pero es bastante menos ácida, menos potente, menos incisiva, menos bella cinematográficamente... Además, se centra demasiado en que todo sea el show de Meryl Streep. Y, la verdad, no hace una interpretación de nominación al Oscar para nada. Al que sí debieron haber nominado es a Hugh Grant, que le roba todos los planos en la que probablemente sea la mejor interpretación de su carrera.

El personaje de Grant es en lo único que esta versión gana a la francesa. En la francesa el marido era uno más, aquí su complejidad es mayor, mejora mucho al personaje. Y, lo dicho, Grant está genial. Para todo lo demás vean la francesa: Madame Marguerite.
El Tito Mel
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25 de diciembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A comienzos de 1910 y durante casi treinta años, Florence Foster Jenkins, músico y soprano estadounidense, se dedicó a dar conciertos de ópera. Al poseer una gran fortuna heredada de sus padres, Florence era respetada y una importante influencia para el circuito musical de ese entonces, pero lamentablemente, se ganó rápidamente un lugar dentro de la música no precisamente por su talento vocal, siendo considerada una de las peores cantantes en la historia de la música clásica.

Stephen Frears (‘The Queen’, ‘Philomena’) dirige este biopic cargado de drama y humor sobre una de las figuras más reconocidas en la historia de la música de ópera. Ya el año pasado, el francés Xavier Giannoli había realizado una adaptación libre sobre el caso de esta misma artista titulada ‘Marguerite’. Esta vez, Frears por primera vez lo hace con material directo de su historia, centrado principalmente en sus últimos años de vida.

Si bien es ella la razón de ser de este trabajo, la cinta se centra en la figura de St. Clair Bayfield (Hugh Grant), actor inglés, manager y pareja de Florence (Meryl Streep), el que consciente de su falta de talento para el canto, hace lo imposible para mantener viva su ilusión de cantar en los más importantes salones de la escena musical, movido también por la creciente enfermedad que a ella le afectaba, convirtiendo la posibilidad de éxito de su querida Florence en toda una odisea, en contra de toda probabilidad.

El director ha demostrado a lo largo de su trayectoria un manejo sólido a la hora de contar dramas profundos que cargan sus protagonistas. Y es reconocido su pulso con la cámara para acercarnos a las sensaciones más profundas. Esta vez no es la excepción, aunque aún con un agregado especial: la dosis de humor necesaria, que no soslaya ni le resta veracidad a las grandes interpretaciones puestas en pantalla. La dosificación que, tanto el relato permite como el elenco es capaz de componer, es la medida justa para hacer de una historia tragicómica desde cualquier punto de vista, una alegoría a la felicidad y la conquista de un sueño casi imposible.

St. Clair Bayfield, mucho más joven que Florence, tiene otra pareja, sin embargo, su relación con la cantante trasciende el amor; casi como un acuerdo de conveniencia (del que aparentemente Florence es consciente), ambos llevan una vida juntos de respeto y admiración, y Hugh Grant sabe otorgarle ese garbo inglés, de un tipo encantador con Florence, con los medios, con el círculo que los rodea, es quien sostiene la carrera y la salud de Florence, y su presencia en pantalla incluso suma más minutos que la de Streep, quizás reinventando con este gran papel su trabajo, tras una seguidilla de comedias románticas que ya comenzaban a definirlo.

La presencia de Cosmé McMoon también es fundamental. Interpretado por Simon Helberg (Howard Wolowitz en ‘The Big Bang Theory’), McMoon es un joven pero virtuoso pianista quien, tras una audición, es escogido por Florence para ser su acompañante en escena en su incursión como cantante lírica. De carácter retraído, es el más incrédulo ante la insólita aceptación del trabajo de Florence cuando es aprobada tanto por Bayfield como por su profesor de canto. Temeroso por que esto vaya a perjudicar su incipiente carrera, termina siendo un pilar fundamental para ella, tanto en lo musical como en lo personal, como otro bastión para que Florence sea capaz de alcanzar el reconocimiento. Helberg es capaz de dejar atrás su famoso personaje televisivo y da paso a un personaje introvertido, de escasas capacidades sociales, pero carismático y muy bien construido.

Nominada a la mayoría de premios de esta temporada y casi segura candidata al próximo Premio Oscar, Meryl Streep a estas alturas no sorprende y se consolida como una de las actrices más grandes del planeta Hollywood. Su trabajo es tan conmovedor como complejo, dibujando a una mujer fuerte aunque insegura, atrapada por los demonios de una enfermedad que avanza y que le recuerda el poco tiempo que le queda, por las noches, cuando el escenario da paso al descanso en su habitación, entre la soledad, los dolores y los medicamentos.

La resiliencia al servicio del espectáculo. ‘Florence Foster Jenkins’ es, sin duda, y a pesar del trágico hecho real sobre el que está construida, una de las comedias del año, no sólo por el trabajo interpretativo sino por la cámara de un director que es capaz de entretener y conmover, por la certera ambientación de una época, por los sonidos de Alexandre Desplat, y por acercarnos de manera tan honesta a la historia de una mujer capaz de hacerle frente al destino y contra cualquier pronóstico.


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www.elotrocine.cl
Wladimyr Valdivia
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