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El falsificador

Drama Berlín, 1942. Cioma Schönhaus es un joven judío de 21 años que se ha propuesto que nadie, ni siquiera los nazis, le quite su entusiasmo por la vida. Para escapar de la deportación, Cioma utiliza la identidad de un oficial de la marina, descubriendo así que tiene un talento oculto para falsificar no sólo pasaportes y documentos, sino también su propia identidad.
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
13 de enero de 2023
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El falsificador de pasaportes es una película basada en el relato homónimo escrita por el propio protagonista de los hechos que narra. Cioma Schönhaus fue, efectivamente, un joven judío que en 1942 intentaba sobrevivir en Berlín después de que sus padres fueran deportados a un campo de concentración. Tras huir a Suiza, donde pasó el final de la guerra, trabajó como diseñador gráfico y murió en 2015.

En el año 2004, decidió publicar de manera novelada sus memorias para dar a conocer las penurias de la vida en el Berlín nazi –con la guerra cada vez más sangrienta y con menos perspectivas de victoria para Alemania– y la lucha de la resistencia para combatir desde dentro a Hitler o, simplemente, para salvar la vida huyendo de la insistente y meticulosa Gestapo.

Maggie Peren dirige la película y adapta el guion para trasladar a la pantalla el contenido de la narración. Como desconozco el libro, voy a dar por hecho que la adaptación es fiel, no solo en la dirección artística, de la que sí doy fe de su calidad, sino también del texto y los hechos que trata.

De este modo, no se puede señalar al culpable, ya que el resultado es bastante regular. El metraje es demasiado largo pues la falta de fondo del protagonista no da para mucho y en seguida se vuelve repetitivo y no muy simpático. El tono de sus historias lo acerca a la novela picaresca: un joven con grandes ansias de vivir, alegre y despreocupado y con la osadía algo imprudente de quien busca sacarle todo el jugo a la vida, incluso en las peores circunstancias. Esta cualidad atrae en un principio, sobre todo cuando las víctimas de sus estafas son los nazis y a pesar del contraste con lo que sabemos que estaba pasando en los domicilios de los judíos, por no decir en los campos de exterminio y en los de batalla.

Pero con el avance del film dicho atrevimiento se empieza a percibir como frivolidad, la empatía con el protagonista desaparece y terminamos por cogerle una antipatía poderosa al ver cómo influye negativamente en los que le rodean y él siempre cae de pie. Si a esto unimos, como decía, una duración excesiva y una continua confusión de datos, caracteres, tramas, personajes, etc… El falsificador de pasaportes acaba por ser algo bastante difícil de digerir. Interesante, sin duda, pero muy poco aceptable.

www.contraste.info
Revista Contraste
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12 de enero de 2023
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
SIEMPRE UNA RADIANTE SONRISA CUANDO TE MIMETIZAS

Esta es una película que sorprende gratamente, por lo optimista del planteamiento sobre una temática tan habitual como es el ocupamiento nazi en el Berlín de 1942 desde el punto de vista de un judío. Este es un personaje radiante, de rostro luminoso, de sonrisa radiante, de movimientos joviales y de actitud positiva, que descubre que tiene tantas dotes para mimetizarse en la banda que le intenta constreñir, como aptitudes para falsificar documentos de una forma artística y que, en lugar de vivir en el miedo, tiene arrojo y le echa simpatía y descaro a moverse por un Berlín que le toma, cuando él quiere, por un joven partidario de las SS.

La historia es agradable, la ambientación perfecta, el carisma del personaje y del actor que lo interpreta es conquistador, muy digno de la picaresca, no obstante es una película algo caótica en su montaje en la que de vez en cuando te pierdes y no acabas de percibir el sentido que su Directora quiere dar a alguna de las escenas que acabas de ver. Un ejemplo sería el comienzo de la película, donde el joven acude a la oficina de objetos perdidos porque se ha dejado la cartera en el autobús, momento que abandona tras los títulos de crédito para comenzar la historia desde el principio y que, cuando vuelves a él, no pillas la intención de que haya sido el comienzo, puesto que no es un punto especialmente relevante en la historia.

Esa especie de caos en el contar la historia hace que tengas que permanecer atento, poniendo como espectador ese hilo conductor que le falta a todo el engranaje para que éste cobre sentido. Igualmente, como espectador, desde el principio te llama la atención la sonrisa del protagonista, una encantadora sonrisa del actor Louis Hofmann, de la que, cuando de repente eres consciente que la esgrime para todo, llega un punto que hastía, hasta que tras ese desconcierto, bien acabas odiándola o bien acabas acostumbrándote a verla surgir, radiante, durante todo el largo metraje de la película.

Es cierto que Hofmann tiene una sonrisa arrebatadora y aunque, en algún momento, llega a hacerse cansina, se entiende el uso que hace de ella en la intención de mimetizarse, en caer siempre de pie, en crecerse ante las adversidades, en dejar de esconderse para salir a comerse el mundo, aunque se tenga pocas esperanzas. Esa sonrisa encantadora se nos vuelve un poco repelente cuando el personaje, frívolo en ocasiones, acaba salvándose de situaciones en las que sus más allegados acaban por sucumbir.
AngelsRup
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9 de enero de 2023
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Existencialismo clásico

El falsificador de pasaportes (Der Passfälscher) ha resultado ser una película más que satisfactoria, una que quizá muchos no esperaban así o al menos no conocen de antemano. Sin duda irá cogiendo poder y reconocimiento conforme se recomiende con el 'boca a boca', como suele suceder con las producciones menos promocionadas. Con esta cinta dramática y biográfica en la época del nazismo, y a partir de los escritos del mismo Schönhaus, la directora alemana Maggie Peren consigue esbozar varios puntos existenciales como fuerza para esgrimir que la felicidad más plena no depende del entorno sino de la paz interior.

Es evidente que esta cuestión tan trascendental se ha abordado en innumerables ocasiones a través del séptimo arte, y tantas veces se ha conseguido tratar de manera mínimamente adecuada. No es fácil acertar y mucho menos conseguir que el espectador comulgue con lo que plantea la cineasta teutona. Sobre todo porque no estamos hablando de una obra de corte cristiano cuya hipótesis se sustenta en el amor al enemigo o el perdón en tiempos de iniquidad. Es cierto que un creyente puede llegar a escrutar algunos de estos aspectos como resultado de ciertas situaciones, pero no creo sea la meta de Maggie Peren.


Sin lugar a dudas, una de sus virtudes en el tratamiento conceptual y casi antropológico es hacer una construcción de personajes no solo profunda sino también puramente humana, donde prima la representación de su naturaleza más que la idea de conjunto, que también está presente por motivos obvios: parte del discurso de fondo es atacar el propio sistema implantado por el nazismo, una estructura implacable fundamentada en una doctrina despiadada contra el débil. Pero la directora germana no cae en el argumento fácil, sino que prefiere dirigir sus esfuerzos hacia un alegato más personalista, y esto es una maravilla.

*Un tratamiento realista

Sobre todo porque es necesario, ya que durante muchas décadas se ha antepuesto un argumentario efectistamente patriótico. Películas como El falsificador de pasaportes, aun esta siendo tan peculiar en sus tonos, son imprescindibles para cambiar el foco y llevar al público a una zona reflexión más madura y escatológica. En la adaptación de Maggie Peren no hay país, uniforme o bandera (se ocultan intencionadamente), ya que se evidencia una bellísima ausencia del ideal personificado. Es decir, que no quepa la posibilidad de poner rostro humano al mal puro, que aquí no es otro que la misma esencia del nazismo como ideología antisemita y radicalmente xenófoba. Si algo está claro en esta cinta es eso, que la maldad se manifiesta por medio de los individuos en contextos concretos.

Esto no va de 'buenos y malos', de que vamos a ver a unos dirigentes y oficiales nazis demonizados para fijar el objetivo de nuestras condenas moralistas, o unos judíos torturados para victimizar su situación. La cineasta teutona rompe con este esquema y se centra en las imperfecciones, ambigüedades, errores y aciertos de cada cual en un entorno tan opresor como una guerra. Y ciertamente consigue su misión de mostrar al protagonista ese viaje que ha de recorrer, como he señalado antes, en un ambiente hostil y de muerte, donde latente habita un terror absoluto al inicuo sistema gubernamental que convierte al ciudadano en acusador inmisericorde.

*El mejor Hofmann

Y aquí es donde entra de lleno el personaje Cioma Schönhaus que fantásticamente encarna nuestro querido y ya conocido Louis Hofmann, el precoz actor alemán que protagonizó la serie de televisión 'Dark', obra maestra de Baran bo Odar y Jantje Friese. Además de demostrar un drástico cambio de registro en El falsificador de pasaportes con respecto a su papel de Jonas Kahnwald, el intérprete tudesco facilita al espectador la posibilidad de empatizar con la figura de Cioma, algo nada sencillo de lograr, pues se nos presenta a un joven alemán de origen judío que sobrevive no solo a base de falsificar documentos de identidad, sino también falseando su propia persona.

Su habilidad trasciende el mero y explícito canto a la vida, el amor o la alegría. El tierno Schönhaus (apenas 21 años) tiene la firme convicción de ser feliz a toda costa, incluso sumergiéndose en el mundo de tinieblas al que le somete el nazismo más feroz. Su aspecto algo ario le permite mimetizarse con el enemigo, y sus habilidades de engatusamiento y seducción hacen el resto.


Louis Hofmann realiza la mejor interpretación de su carrera, aunque corta, que le augura un futuro espléndido. Si ya aplaudimos su notable trabajo en Dark, en esta ocasión eleva el nivel para actuar con una mayor gama de recursos con los que sacar jugo a un espectro de matices todavía más amplio. De hecho, denota una enorme destreza a la hora de generar en su personaje esa dualidad que exige su desarrollo narrativo: de cara a la galería y como instinto de supervivencia siempre se apura en cierto histrionismo, cuando su mirada revela una profunda tristeza por lo que tiene que vivir.

*Conclusión

Sinceramente creo que El falsificador de pasaportes puede llegar a pasar desapercibida para mucha gente, y su precisión en la narración, el tratamiento y las interpretaciones no merecería tan agrio destino. Maggie Peren hace un trabajo espléndido guionizando y dirigiendo una película que trata de lo que ya hemos visto tantas veces pero que ahora suena distinto. Asimismo, Louis Hofmann está espléndido.

Escrito por Gabriel Sales Triguero
Cinemagavia
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22 de noviembre de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película con un núcleo carente de habilidad en su desarrollo. Contiene buenas ideas, pero no atina en su exposición.

Asfixia, abruma e incluso desconcierta; alejando el interés del espectador. Desprovista de orientación, posee un rumbo mal elaborado. Debo destacar en el lado positivo, una atmósfera y ambientación muy acertadas, así como los matices de color del tratamiento fotográfico.

Al final no consigue trascender debido a sus limitaciones narrativas. He optado por la nota más alta, de las dos posibles... la realidad es que solo se merece un 4,5
LEUGIM
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21 de enero de 2023
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante y muy bien llevada película sobre la vida de un muchacho con un don para el dibujo y la falsificación que lo llevó a proporcionar docenas de pasaportes que salvaron la vida de muchos judíos en el Berlín nazi de 1942-1943. Por salvar, se salvó incluso a sí mismo. Su inteligencia, su capacidad de adaptación, espíritu de supervivencia, ganas de vivir y de no dejarse vencer ni física ni psicológicamente, están reflejadas en la película de un modo notable, con una modesta pero certera puesta en escena y una ambientación, personajes y diálogos que te mantienen en vilo hasta el final. El guion es muy bueno y los actores bordan sus papeles, todos ellos. Es una película conmovedora y positiva, pero al mismo tiempo triste y sobrecogedora como no puede ser de otro modo.
Notable.
siestecita
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