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La amargura del general Yen

Drama Terminada la guerra civil china, la norteamericana Megan David (Barbara Stanwyck) llega a Shanghai para casarse con el misionero Robert Strike (Gavin Gordon), pero es secuestrada por el general Yen (Nils Asther). (FILMAFFINITY)
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
14 de marzo de 2008
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas menos conocidas de Capra pero una de las favoritas del propio director que, aunque da la impresión de ser la nota discordante dentro de una filmografía típicamente moralista y recuperadora de las ilusiones perdidas a raíz del crack bursatil del 29, no deja de ser coherente con muchos de los planteamientos cristianos típico-tópicos de Capra, tales como el servicio a la comunidad, el amor al prójimo y los principios religiosos como estilo propio de vida.

Tal vez mi resumen del cine de Capra no sea el cinematográficamente correcto. Para ello, la Iglesia tiene otros doctores plenamente cualificados y no yo, pero les aseguro que se trata de una obra que cala al espectador incluso tantos años después como han pasado desde su estreno. A eso, indudablemente, ayuda la presencia de una de las artistas que, con más interés vengo recordando últimamente: Barbara Stanwyck quien, si me sedujo en Perdición y me interesó en Juan Nadie, aquí consigue enamorarme, lo mismo que enamora al general Yen.

Pasiones y culturas enfrentadas. Amor en tiempos de conflictos. Lo que se desea frente a lo que conviene. Principios, Tradiciones. Conceptos íntimos de la vida. Morir para dejar de ser un general y una misionera y ser solamente... Tu y yo. Filosofía profunda de las cosas, de los sentidos.

Este choque sentimental entre culturas, especialmente por tratarse de lo que se conocía como peligro amarillo, fue un obstáculo para el éxito de este film que sinceramente merecía mucho más y al que el tiempo ha rejuvenecido y conmutado su condena (llegó a estar prohibido en muchos países) por la plena libertad sin condiciones. Solo es preciso verla con ojos de quién le gusta el buen cine.

Y si encima le gustan las piernas de la Stanwyck mejor que mejor....
FATHER CAPRIO
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2 de mayo de 2012
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos los cínéfilos conocen las grandes obras maestras de Frank Capra, desde Horizontes perdidos hasta Vive como quieras, pasando por media docena más, pero El té amargo del general Yen en su título original (muy adecuado) se había perdido en las brumas del tiempo y los pasillos polvorientos de las filmotecas. Ahora, gracias a ese maravilloso invento llamado DVD, casi 80 años después de su estreno, podemos ver este Capra desaparecido, rodado antes de que el maldito Código Hays entrara en todo su vigor. Con ciertas desviaciones racistas, muy propias de la época, la cinta narra la relación que se establece entre una misionera (aunque nadie pueda creerse a Stanwyck, con esas piernas, de misionera) y un cruel y pérfido general chino, emcarnado por un actor... ¡sueco!, Nils Asther, al que hace poco pudimos ver de medium indio en Night Monster. Vamos, que de sueco debía tener poco. Dicha relación, puntuada por las intervenciones del repugnante mercachifle estadounidense que pertrecha de armas y otras cosas al general, va derivando desde el rechazo inicial al principio (Stanwyck no entiende, no puede entender, porque es una persona civilizada, las matanzas indiscriminadas ordenadas por el general) hasta la entrega final, cuando ya es demasiado tarde para todos. Una película que sorprende por la osadía de algunas escenas, la modernidad de su planteamiento y la excelente interpretación de la pareja protagonista. Un clásico a rescatar.
Eduardo
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24 de diciembre de 2010
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede ocurrir en cualquier guerra, revolución o confrontación social. Puede darse entre personas que hablan distintos idiomas o que ni siquiera se conocen personalmente. Puede suceder entre el verdugo y la víctima, entre el dominador y la esclava, entre el rico y la pobre… o entre el poderoso malvado y la humilde y noble vasalla. Para el amor no hay límites, ni fronteras; no hay diferencias ni distinciones; nadie es superior, y menos aún, inferior.

El amor sólo busca la unión y la Unicidad. Es su único objetivo. Y se mete por cualquier recodo donde pueda surgir el entendimiento, la ternura o la bondad. El amor no repara en nada y hace omisión de todo lo pasado desde el momento en que aflora a plenitud lo mejor de cada uno.

El amor que va a darse entre el general Yen, un hombre con escasa valoración de la vida humana, y la misionera americana Megan Davis, una mujer empeñada en la supervivencia de los más débiles, será el resultado de la capacidad de descorrer el velo epidérmico hasta hallar los rasgos sagrados que hay en ambos corazones. Se trascienden los prejuicios, se desmoronan las diferencias de toda índole y se logra ver la luz que ilumina sus entrañas.

Yen enseña que su subvaloración de la vida es, ante todo, un entendimiento de la muerte; deja ver que, en su soberbia, también hay espacio para la humildad; y es receptivo a cualquier adversidad que pueda ofrecerle el mundo porque, como buen oriental, entiende que no puede suceder nada mejor que lo que al final sucede.

Megan enseña que es necesario el perdón para poder ser humanos y que el amor sólo existe cuando se da donde no se merece. “Ningún ser humano puede dar amor si está seguro de que también va a recibirlo. Eso no es amor. Dar amor sin pensar en el mérito, sin esperar recibirlo ni siquiera en la gratitud, eso es un privilegio de Dios”. Estas son sus sabias palabras.

Frank Capra hace un filme de generosa lucidez, ávido de confraternidad y capaz de elevarse sobre los más vulgares razonamientos. Su historia trasciende el racismo, las diferencias políticas y las necias confrontaciones que llevan al hombre a pelear contra el mismo hombre. Para muchos no será fácil entenderlo, pero es un ideario que sigue impertérrito su cauce y que es capaz de sobrepasar cualquier tiempo porque contiene abundante luz, y ésta, en su momento, estará presta a desvanecer la más reacia oscuridad.

Una apasionada Barbara Stanwyck y un sereno Nils Asther, dan vida a una pareja ejemplar, digna del mejor recuerdo. Este es el cine que te abrirá la mente y expandirá tu corazón.
Luis Guillermo Cardona
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14 de febrero de 2012
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quien hubiera imaginado que Franck Capra tuviera en su haber este delicioso filme tan lejano en su concepción al conjunto de su obra? La historia del General Yen y la misionera Megan tiene los condimentos de los viejos folletines: es altamente improbable, el contexto histórico es lo de menos, el choque de las culturas es tajante, pero qué bien filmado. Una espléndida fotografía con tonos brumosos, donde se luce de pronto el brillo de una joya o el resplandor de la seda. Barbara Stanwyck, como siempre, impecable y Nils Asther -uno de los galanes de Greta Garbo-, sumamente seductor a pesar del maquillaje con que se intenta hacernos creer que este actor sueco -los invito a ver sus fotos, era guapísimo- es un chino temible. Este filme nos envuelve en una encantadora ensoñación y les recomiendo dejarse llevar como Megan en un tren nocturno mientras entrecerramos los ojos y contemplamos al atractivo General que nos sonríe peligrosamente.
rubi
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29 de octubre de 2007
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película la vi hace muchos años en la Filmoteca de Nacional, titulándola "La amarga taza de te del general Yen".

Es una película con un argumento un tanto intrascendetente, que respondía a la fascinacion del público americano por el exotismo chino, que era un tema recurrente en la década de los 30, al estilo de "Terry y los Piratas" o de los seriales de Fu-Manchú. La caracterización de Nils Asther es terrible, y su interpretación es un tanto afectada y amanerada. En mi opinion esta es una película a la mayor gloria de Barbara Stanwyck, que está bellísima y que devora la pantalla. La tension sexual entre el general y ella no funciona en ningun momento, es mucha mujer para tan poco chino. La ambientación y los decorados se notan falsos pero la producción es de cierta entidad (Frank Capra era ya una estrella por aquellos años).después de todo.

Este era un cine de entretenimiento de calidad para un público yanqui anterior a la II Guerra Mundial, que demandaba exotismo oriental, erotismo contenido, espectaculo blanco y personajes íntegros. Luego todo cambio, y los antiheroes se hicieron con el mercado. Aún se ve con agrado más de 70 años después de estrenarse.
jmponcela
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