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El prado de Bezhin

Drama En 1935, Eisenstein se acerca de nuevo a la vida campesina y rueda un film, que posteriormente es destruido. Esta versión es un montaje con los restos salvados de la destrucción, y en ella se ve de nuevo el genio del cineasta, al narrar el conflicto entre un viejo "kulak", que simboliza el viejo régimen y su hijo, un pionero, entusiasta de la nueva situación política de su país. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
16 de octubre de 2008
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
De regreso a la URSS, dejando en los USA el inconcluso material de "Qué viva México", Eisenstein se vuelca en el apasionado rodaje de "El prado de Bezhin". Cuando ya lleva filmada buena parte del metraje, directrices gubernativas le obligan a introducir profundas modificaciones en el guión previsto que incluyen la desaparición y /o transformación de algunos de los personajes y secuencias que ya había filmado.

Cuando, pese a todos los inconvenientes censores, Eisenstein está a punto de terminar el rodaje, nuevos problemas fuerzan al realizador a abandonar el proyecto. Buena parte del material original filmado será destruído en la II Guerra Mundial, durante el bombardeo de los estudios "Mosfilm".

Con algunos restos hallados con posterioridad , y siguiendo los apuntes y el guión dejados por Eisenstein, Sergei Yutkévich llevó a término el montaje del film ensamblando los fotogramas y secuencias recuperados. El resultado es algo así como el fantasma errático de lo que pudo ser un gran film. Queda un encadenamiento de fotografías estáticas ya que, el producto que finalmente nos llega, carece de la "movilidad" y el montaje que constituían el alma de los films de Eisenstein.

Claro que más vale ésto que nada ..., ¿o no?.
Capitán Trueno
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30 de junio de 2009
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Incluir a “El prado de Bezhin” como película es cuando menos un atrevimiento. Realmente no es ni un cortometraje, es más bien una especie de linterna mágica con música de fondo, donde vamos visionando diferentes fotogramas deshilachados. Es lo que nos queda. La película se perdió y es lo que hay, incluso nos podemos dar con un canto en los dientes porque la trama se puede seguir perfectamente.

Estas cosas son siempre muy tristes, que desaparezca una creación artística es doloroso, y ha pasado en todos los ámbitos, sobre todo en la arquitectura, pero no hay que dramatizar.

Los tibetanos se pasan días y semanas haciendo unas magníficas pinturas de colores en los suelos, y recién terminan las destruyen. Lo hacen para recordar(nos) que nada es eterno. Afortunadamente.

Un día de estos nosotros desapareceremos, y el cine también. No hay drama. Por lo tanto que “El prado de Bezhin” vaya cogiendo sitio en el limbo de los justos por adelantado, sirve para estar en guardia.

Y una cosa más, si me hubieran dicho que tenía que cargarme una película de Eisenstein obligatoriamente, esta tendría muchas papeletas. Por lo que se puede ver en lo que queda, no era ni mucho menos su gran trabajo. Hasta la fatalidad sabe ser moderada a veces.
vircenguetorix
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1 de marzo de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película, como es sabido, es una reconstrucción a base de fotogramas conservados por Eisenstein que se salvaron de la destrucción de la película original, ocurrida durante la guerra, destrucción de la que no se cuentan los detalles en las referencias del film al uso. La película original sufrió la censura del gobierno de la época dirigido por Stalin. Bien por este motivo o por otros, el caso que la película se diferencia de las anteriores, sobre todo por su estética. A este respecto la película habría que adscribirla al realismo socialista. Se ven bellos rostros de muchachos y muchachas, tomados en contrapicado, iluminados por un sol resplandeciente, con camisas blancas y pañuelos anudados al cuello, que recuerdan algunas imágenes de Leni Riefenstahl de la misma época. En este sentido, muy distintos de los rostros arrugados, con narices hinchadas y barbas sin afeitar que se ven en El Acorazado Potemkin. Por otro lado, a diferencia de esta última, y otras de la misma época, como Octubre, etc., en las que el protagonismo lo tiene el movimiento de las masas, o si acaso personajes que representan estereotipos, como el héroe que cae abatido por el enemigo, el lider que encabeza el levantamiento, etc., al estilo de la tragedia griega, en el caso de El Prado de Bezhin los personajes protagonistas son analizados psicológicamente. El niño protagonista se parece físicamente al niño protagonista de La Infancia de Ivan, de Andrei Tarkovski, y como éste muere también por su patria en el contexto de la guerra-revolución (en el inicio de El Acorado Potemkin en su versión de la época soviética, no en la versión de RUSCICO, aparece al principio sobre-impresa una frase atribuida a Lenin que identifica la revolución con una guerra). De la película hay que valorar positivamente el trabajo de reconstrucción del original destruido, que lleva implícita una labor creativa considerable, máxime teniendo en cuenta que el original no fue concluido por Eisenstain, y por tanto, tampoco montado por éste. La reconstrucción es obra de Sergei Yutkévich, director de cine, autor en 1938 de El Hombre del Fusil, en 1968 reconstruyó El Prado de Bezhin. En la actualidad su trabajo podría ser objeto de atención, por ejemplo, por parte de Xcèntric, con el mismo interés al menos que la obra de la que parte su trabajo de reconstrucción.
Guillem
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4 de diciembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
265/09(11/11/17) Catalogar la obra de Sergei M. Eisenstein, “El prado de Bezhin” como una película es tergiversar la realidad, más bien sería un producto de arte y ensayo, es la reconstrucción completada en 1968 del director soviético Serguéi Yutkévich a base de fotogramas conservados por Eisenstein que se salvaron de la destrucción de la película original, ocurrida durante la guerra, esto además con el agravante de que fue un film fallido censurado el original por la censura del gobierno de la época dirigido por Stalin y por lo que nunca llegó a montarse finalmente y mucho menos estrenarse, como bien he leído es una especie de linterna mágica con música de fondo, en que la cámara hace zooms sobre instantáneas para intentar darles vida. Además el hilo argumental es solo un esbozo bastardeado de lo que quiso realmente su mítico realizador letón.

En los años 1960, se supo que la viuda de Eisenstein, Pera Attásheva, había guardado empalmes de la película del montaje que fue usado para El prado de Bezhin. A partir de 1964, fue creada la reconstrucción de la película y fijada a la partitura musical de Serguéi Prokófiev por el director de cine ruso Serguéi Yutkévich con ayuda del académico Naum Kleiman, especializado en el trabajo de Eisenstein. Película editada de acuerdo al guion original para preservar la continuidad del corte original; se crearon nuevos intertítulos del guion y se añadió introducción hablada. Actualmente, la película existe como un "diaporama de cine mudo" de 35 minutos.

Tras ver esta reconstrucción queda la pregunta del porque de la censura soviética sobre un relato que alaba el comunismo agrario y arremte contra el cristianismo colocándolos como fanáticos asesinos borrachos, poniendo por encima el idealismo socialista por encima de la familia, al parecer a las autoridades stalinistas eran de la opinión de que Eisenstein confundió "la lucha de clases y la batalla entre el bien y el mal". 35 minutos en diapositivas silenciosas, “Béjine Meadow” es una de las "películas perdidas" más estudiadas en la historia del cine. Mientras estaba en desgracia con las autoridades soviéticas, Eisenstein nunca la terminó por completo, su producción fue detenida por el Ministro de Cine Choumiatski, la consideró demasiado poética y cargada de metáforas religiosas. Ordenó destruir la película (según la versión oficial, los negativos de la película se habrían destruido durante un bombardeo durante la guerra), pero la mujer de Eisenstein, Pera Atasheva, guardó fragmentos, algunas imágenes de muchos planos importantes. Una serie de imágenes fijas es todo lo que queda. La historia es la de un niño asesinado por su padre, opuesto a la colectivización de tierras. La oposición entre la vieja Rusia, unida al pasado (representado en unos apolillados ebrios y ultra-religiosos), con la nueva nación soviética, es emprendedora y valiente (reflejados en el niño dinámico, arrojado, compasivo, idealista,…). Hasta entonces la carrera filmográfica de Eisenstein tenía en el colectivo al héroe, a partir de aquí viró hacia mostrar al individualismo como motor líder que mueve a las masas (“Alexander Nevsky” y “las dos partes de “Ivan el Terrible”).

Se basa en parte en novela corta (de la que toma el título) de Iván Turguénev, novelista ruso del siglo XIX, adaptada para incorporar la historia folclórica de Pávlik Morózov, supuesto pionero glorificado por la propaganda soviética como un mártir, muchacho ruso que se convirtió en mártir político tras su muerte en 1932, después de haber denunciado a su padre a las autoridades soviéticas y ser ejecutado, posteriormente, a manos de su familia. Pávlik (Pablito) Morózov inmortalizado en programas escolares, poesía, música y en esta película. Historia ficticia original de Turguénev trata sobre unos jóvenes campesinos en años 1850, en la región del Oriol discutían sobre signos sobrenaturales de la muerte, mientras pasaban la noche en el prado de Bezhin con un cazador perdido. Posteriormente, Eisenstein removería cualquier referencia directa a la ficción de Turguénev, fuera del título de la película. El relato forma parte de colección de cuentos o novelas cortas recopilados en Memorias de un cazador.

Queda un bosquejo de lo que pudo ser y no fue, apunte a pie de página de un relato propagandística sobre los parabienes del socialismo por encima del “papanatismo” religioso e incluso por encima de los lazos de sangre familiares, colección de imágenes expresionistas, con mucho contrapicado elevando la bondad del protagonista, con cielos alegóricos infinitos, iluminados por un sol que da un aura místico a los fotogramas, se ensalza la alegría del trabajo en colectivo, símbolo del socialismo, reflejado en las camisas blanco-virginal, remanente de su alma pura. La clásica lucha del Bien contra el Mal, solo que aquí pasada por el filtro soviético, donde los malos son los viejos retrógrados anclados en el pasado beato, al que añaden machismo-asesino, asociado al decadente alcoholismo, donde se atisba mucha metáfora visual religiosa paradójicamente dando la vuelta a su significado. Para la historia queda la profanación de la Iglesia del pueblo por parte de los aldeanos socialistas, llamada por algunos críticos "una de las mejores escenas en el cine", trastocando la imaginería bíblica (algo muy buñueliano), ejemplo del sacrilegio es una de una niña en un espejo, enmarcada como la Virgen María, y una estatua de un Cristo crucificado sostenido como si se tratara de una pietà. Además quedan los esbozos potentes del niño Stepok aplacando las iras linchadoras de la turba contra los malhechores (entre estos su padre), el espectacular incendio, y por supuesto la muerte (sacrifico, toda revolución necesita de sus mártires) del protagonista a manos de su padre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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