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Entre la fe y la pasión

Drama Abrumada por la fe ciega y el fervor de la joven novicia Hadewijch, la madre superiora la manda fuera del convento. Hadewijch vuelve entonces a ser Céline, una joven de veinte años, hija de un diplomático. Su apasionado amor a Dios, su rabia interior y su encuentro con Yassine y Nassir la conducen por caminos peligrosos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
22 de septiembre de 2009
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director francés Brumo Dumont entrega con "Hadewijch" su mejor obra, una película cercana, intimista y como todo su cine, tremendamente personal. El realizador, que alcanzó su mayor éxito con "L'humanité" (si bien personalmente no me entusiasmó, a pesar de sus valores) nos cuenta ahora la historia de una joven muchacha, monja en un convento, que es totalmente diferente a sus "hermanas" y por tanto es desterrada al "mundo real" para encontrar el modo de amar a Dios.

En el mundo real, en su París natal, descubrirá que no todo es tan sencillo como en el convento y que hay mucho más que lo que se muestra a simple vista. Dirigida con garra, con los tics habituales del director (cortes drásticos con fundido a negro, largos planos secuencia) Hadewijch encuentra en su historia, un valiente análisis de la fe cristiana -o más bien, en la realidad en torno a casi cualquier religión-, la magia que la hace alzarse por encima de las demás obras del director y de casi cualquier otro film centrado en este concepto. Su última media hora es excepcional, presentando un final tan crudo como lírico, tan apasionante como imposible de olvidar. Dumont consigue, así, erigirse como uno de los grandes de la cinematografía francesa reciente y, por que no decirlo, se alza con el mejor film francés presentado en la sección oficial de San Sebastián, superando ampliamente a sus compañeros Ozon y, especialmente, Honoré.
Caith_Sith
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3 de diciembre de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El francés Bruno Dumont está considerado como uno de los mejores exponentes del denominado New French Extremism, un movimiento de vanguardia caracterizado por la violencia de sus imágenes que incluye entre sus filas a nombres tan ilustres como François Ozon, Gaspar Noé o Alexandre Aja. Dumont ya había explorado el fenómeno del cristianismo bajo éste prisma subversivo en su opera prima -La vie de Jesús- pero ahora vuelve a hacerlo desde un punto de vista mucho más reflexivo. Lo cierto es que solo en un país como Francia en el que la religión es algo adscrito exclusivamente al ámbito privado era posible hacer una película como ésta.


Hadewijch trata de ser imparcial a la hora de exponer su tesis sobre las creencias personales enfrentadas a la modernidad, aunque su supuesta renuncia ideológica sirve para que los espectadores saquemos nuestras propias conclusiones. Lejos de ejemplificar un amor incondicional, la inmensa mayoría de nosotros solo vemos en Céline a una chica con serios problemas psicológicos que utiliza la religión para reclamar la atención de unos padres siempre ausentes. No deja de ser esclarecedor que ese acto de rebeldía lo protagonice la hija del representante de un Estado que abraza la laicidad como uno de sus valores fundamentales. No se queda ahí la cosa porque presa de su locura, Céline decide convertirse en mártir a toda costa.


Si el trasfondo de la película resulta polémico, su puesta en escena no lo es menos. Exteriorizando un preocupante desdén por la salud del espectador, el director intenta imbuirnos en una especie de contemplación reflexiva mediante constantes planos fijos y un ritmo deliberadamente lento. Es tal la obsesión de Dumont por llegar a ese estado de trance que la película termina siendo soporífera a pesar de la grandísima interpretación de la joven actriz Julie Sokolowski. Cinematográficamente hablando Hadewijch cuenta con una cuidadísima planificación de escenas y una fotografía que insiste en el rostro de su protagonista, iluminado a ratos por un aura divina y virginal cuyo silencio solo es roto por la música sacra de Bach y André Caplet.

Resulta imposible no calificar de fallida a ésta película que parte de la crítica ha señalado como una reversión moderna del Mouchette de Robert Breson, maestro inspirador de toda la filmografía de Dumont. De mismo modo, hay que reconocer en ella la osadía que caracteriza a los grandes cineastas, aunque en esta ocasión casi se pueda hablar de soberbia. Con Hadewijch el director de Flanders y L’humanite ha querido presentar su historia de un modo tan personal que difícilmente puede conectar con el público. No cabe duda de que esta arriesgada propuesta es un trabajo tremendamente austero y exigente con el espectador. Quizás demasiado.
Keichi
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
RavenHeart
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18 de octubre de 2009
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Según las observaciones recogidas en el Festival de San Sebastián lo que el director pretende con la película es ahondar en la ambigüedad. Es un síntoma del tiempo que nos ha tocado vivir, la ambigüedad está en nosotros.

Dumont mediante planos fijos y un tiempo lento de forma premeditada nos presenta a una joven sumergida en la devoción religiosa: en el dolor y el extásis que provoca. Estos sentimientos se aúnan a una característica del tiempo actual: la confusión. En el personaje confluyen estos elementos y el resultado es algo obvio: la angustia . El amor por Díos se conmuta como amor humano, se hace patente esa necesidad y angustia por el no contacto. El tiempo es pues algo buscado, está en paralelo con la meditación que necesita el espectador para entender y reflexionar sobre lo que se está exponiendo. Se trata de una exposición lírica y poética que pretende transmitir sentimientos complejos.

El mensaje se hace más aún más confuso cuando lejos de Hadewijch su mundo entra en contacto con el Islam. En este momento se aúna, la angustia, la confusión, la violencia y el fanatismo. La conclusión a todo el planteamiento resulta, como subrayaba el autor, ambiguo pero hay un lirismo patente y una esperanza soterrada bajo la destrucción.
marai
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6 de septiembre de 2012
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bruno Dumont es un niño mimado del cine de su país. No es que no me guste, al contrario, le he disfrutado muchísimo, sobre todo en Flandres y en ésta, una extraña película en la que vuelve a usar sus típicos recursos narrativos manteniéndonos casi siempre en una incómoda distancia, compleja y devastadora a partes iguales.
En el caso que nos ocupa, Céline, novicia en un convento como hermana Hadewijch, es enviada a casa-un palacete en el centro de París-debido a que su excesiva mortificación y entrega a Cristo es vista por las propias hermanas como algo inapropiado... Empezamos mal.
En su "libertad" extramuros, la joven encuentra un mundo que no le corresponde, que no es para ella, con conciertos punkis, cabalgando una moto robada perseguida por la policía de paquete de un musulmán que la pretende, unos padres más preocupados por el futuro que por la felicidad, un grupo de meditación sobre la fé y el Islam dirigido por Nassir, el hermano de Yasín, su amiguete, etcétera.
De repente, la vemos integrada en un grupo de convivencia musulmana (!), como si tal cosa, pero ella, que es la más mística entre las místicas también encuentra a Dios allí. Porque Dios acude allá donde esté su oveja perdida, incluso en medio de una revuelta armada... Mal seguimos.
Todo se vuelve turbio, incómodo. Uno no sabe qué esperar y lo peor de todo es que desespera.
Los silencios se hacen eternos y la cámara, poco cariñosa, no ayuda en absoluto.
Todo se reduce a la insatisfacción. A la no correspondencia del amor desmedido que siente por Dios y que no encuentra, por más que busca. Y ahí ya la cosa se endereza y uno entiende según qué cosas.
Desde luego no es una obra fácil, pero el lirismo, la poesía que se desprende de alguno de sus momentos hace que experimentemos en cierto modo el rescoldo de ese Amor ardiente.
Si además sus pasiones incluyen la música sacra del barroco, Bach y La pasión según San Mateo, más que rescoldos.
Lo mejor: Es un trabajo árduo de búsqueda de asientos y bases para una fé cierta y no presa del estamento eclesiástico brillante.
Lo peor: No es para todo paladar.
javieritos
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8 de abril de 2011
8 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es del género religioso y de entrada es deslumbrante y atrapadora de interés; pero poco a poco el director Bruno Dumont da muestras de no saber a dónde ir a parar y que está filmando una historia sin ton ni son, descerebrada, absurda, una trama sin sentido salvo algunas ocurrencias propias de quien quiere colarnos su "no tener ni idea de lo que es una narración coherente" con esa especie que a algunos les ha dado mucho éxito y que consiste en un vano firmar escenas abstrusas con apariencia de intelectualismo fílmico.

La joven protagonista aspirante a monja católica tiene un cacao mental de mucho cuidado. Su religiosidad no es convincente y mucho menos creíble (*)

Es una película mal elaborada y peor resuelta. A su lado, la titulada "En el camino" (de Jasmila Zbanic 2010) le da diez vueltas en maestría y desarrollo convincente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Martin
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