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Ayka

Drama Ayka acaba de dar a luz, pero no puede permitirse tener un hijo. Es ilegal en Moscú, no tiene trabajo y tiene que pagar demasiadas deudas. No tiene ni siquiera un lugar donde dormir. Y sin embargo, la naturaleza pone todo en orden. Después de dar a luz a su hijo, lo deja en el hospital. Sin embargo, algún tiempo después, su instinto maternal le lleva a intentos desesperados de encontrar al niño abandonado. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
9 de julio de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La crudeza de Ayka

Entrar en el mundo de Sergei Dvortsevoy con Ayka es un punto de inflexión desde la primera secuencia. El guion parte de lo traumático que supone la huida ante una realidad tan dura, en la que no hay más intención que la de sobrevivir. A partir de entonces, el espectador se convierte en el acompañante de Ayka y de la vida que se esconde tras ella. Lejos de querer buscar un dramatismo lacrimógeno, Dovertsevoy y Gennadi Ostrovsky exploran la existencia desde un prisma más contemplativo, donde la tragedia se hace camino sola y muestra las dificultades que arrastra el encontrarse en una situación precaria y cerca de la desesperación personal. A través de los distintos episodios que marcan los días de la protagonista, tras el abandono prematuro de su hijo, se teje una telaraña emocional en el que la salida parece inexistente, dejando un relato desgarrador.

En ese sentido, la historia puede no conectar con todo tipo de públicos, dado que se cuece a fuego lento y delicadamente. Es más, se aleja de tensión y de una acción vigorosa, lo que puede gustar a otra gran parte de los espectadores. Por esta razón, se plantea una historia de supervivencia desde una perspectiva cotidiana. A la par, desentraña ese mundo interior complejo, ese punto de vista incómodo en el que debe sacrificar y tomar decisiones que son realmente extremas. A causa de ello, el libreto no intenta impactar en el espectador fortuitamente y con una búsqueda forzada de la reflexión. Por tanto, la introspección llega gradualmente y se desarrolla al mismo tiempo que la protagonista descubre esas dificultades en un mundo rodeado por las injusticias de una verdad difícil. Gracias a ello, se percibe una gran sensibilidad narrativa.

*Sin adornos

Lo que convierte a Ayka en una película llena de realismo y sinceridad es la función de su actriz protagonista, Samal Yeslyamova, que desnuda su alma. Expone a su personaje profundamente y sin buscar adornos que puedan apartarla de esa crudeza. Yeslyamova, desde la primera escena, invade la pantalla con una tristeza tan personal, que puede captarse de forma expresiva. Además, nunca aprovecha cómo está concebido su personaje para llevarlo al extremo, sino que maneja perfectamente la energía en cada secuencia. De esta manera, trata a su personaje con un respeto y una fuerza paulatina que encuentra su clímax en una última secuencia llena de sentimientos. En consecuencia, el espectador empatizar hasta el final y deja un poso que lleva al pensar y a la reflexión más profunda.

Por otro lado, el resto de actores parten desde una visión sin una definición marca, para convertirse en las circunstancias que envuelven a su actriz principal. Aun así, dan unas interpretaciones que nacen de una cotidianidad brutal, siendo un gran número el de intérpretes los que forman un equipo muy humano. Por dicha razón, se hace complicado establecer cuál brilla más que el anterior, porque todos realizan una función imprescindible que cumplen con creces a nivel actoral. Sus historias paralelas dan luz a diversos pormenores que inundan el espacio visual para remarcar que, lo que se está contando, no es un hecho aislado, sino un estilo de vivir por las consecuencias que trae el bagaje vital de cada persona. Un homenaje en toda regla a todas aquellas víctimas de una situación excluyente y la necesidad de subsistir en un mundo donde no todos tienen las mismas opciones.

*El plano de la protagonista

La estructura de Ayka se produce con una cadena de planos secuencias que siguen en todo momento a la protagonista. Por ende, consiguen dar esa sensación de cercanía y ser parte de la puesta en escena. Así, la dirección de fotografía ha apostado por un formato de cámara en mano, sin preocuparse de la posición o el movimiento, al contrario, da rienda suelta a que se adapte a lo que sucede en pantalla. Luego, ese efecto irregular evoca perfectamente a esa sensación de desprotección y de una vida inconclusa, llena de desequilibrios. Por lo cual, sabe darle ese punto visual que hace que el resultado tenga ese ritmo bien conservado, sin buscar exagerar las situaciones extraídas del guión. Un efecto que toca de cerca la dureza que se recrea en todo momento.

Después, la dirección artística se ha movido entre unos colores fríos y oscuros, dando una sensación de distancia, de conflicto y de soledad. Junto a esa mezcla de colores, también se han mostrado las calles de Moscú desde una helada no sólo física y ambiental, sino también esa realidad espinosa y nada acogedora. Sumado a ello, se ve un cuidado por el detalle muy importante, en el que se hace alusión a los apegos que se desarrollan, o la falta de ellos. Por lo cual, se comprueba que la protagonista se encuentra huérfana de sentimiento, dado que no está unida absolutamente a nada. No obstante, el modo de resolver ese conflicto personal se hace desde un procedimiento sutil y sin necesidad de ser muy concreto. Debido a ello, se da rienda suelta a la poesía visual de un final abierto que no necesita ser explicado.

*Conclusión

Ayka es una historia difícil, que se aleja de dramas lacrimógenos para dar mayor verosimilitud a su relato. Además, su camino vital es la puerta a mostrar realidades que son duras y complejas. Unido a ello, Samal Yeslyamova está soberbia, con un talento increíble. Es capaz de desgarrarse ante la pantalla con una expresividad alejada de adornos innecesarios. Después, la artesanía de la imagen expone un escenario lleno de vacíos y frialdad, que se equilibra con un manejo del detalle y una posición que convierte al espectador en parte de la escena. La supervivencia emocional cruda ante una herida propiciada por una vida lejos del estándar social.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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30 de junio de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durísima película de una mujer de Kirguistán que intenta sobrevivir en un Moscú bajo un frío polar, donde nadie le ofrece un trabajo y viviendo en condiciones inhumanas.

Ayka acaba de dar a luz, pero no tiene tiempo ni siquiera para su recuperación, huye del hospital y abandona a su bebe. Acude rápidamente a un trabajo improvisado en un matadero de pollos junto a un grupo de mujeres, pero los dueños se van y no les pagan. Es cuando comienza a deambular por las calles de la capital rusa con un grave estado de salud con fuertes hemorragias post parto, intentando encontrar cualquier trabajo, pero todas las puertas se le cierran al no tener papeles...

El director de "Tulpan" Sergei Dvortsevoy, cambia la estepa polvorienta de Kazajstán, por una fría Rusia deshumanizada en este drama conmovedor, con un gran papel protagonista de Samal Yeslyamova que te llega a angustiar por la crudeza de las imágenes y la desesperación de intentar sobrevivir de cualquier manera.

Con cámara en mano el director sigue muy cerca a la protagonista que prácticamente aparece en todos los planos del film. Samal consiguió ganar el premio de interpretación femenina en el Festival de Cannes 2018. Un papel muy exigente y realista que choca con la cruda realidad donde las esperanzas de conseguir algo mejor pueden acabar desvaneciéndose.

Un film muy duro que llega a parecer apocalíptico, pero que es una realidad de este siglo XXI.
Destino Arrakis.com
videorecord
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16 de junio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es imposible que la vida te pueda ir peor. Ser una migrante sin papeles de Kazajstán en la Rusia fascista de Putin, no tener un rublo en el bolsillo pero sí acreedores que te amenazan por todas partes, no encontrar trabajo por más que lo intentes y te esfuerces en buscarlo, dedicarte a quitar las plumas a pollos creyendo que te van a pagar por ello y que el suministrador desaparezca con tu dinero, dar a luz y entender que no te queda más salida que abandonar a tu hijo recién nacido en un hospital y fugarte por una ventana de dicho centro médico por el bien de tu hijo y del tuyo propio sencillamente porque no lo puedes criar. Es la vida de “Ayka” que tan dura y crudamente nos cuenta el cineasta de Kazajstán Sergei Dvortsevoy.

Sin embargo, una cierta distancia, una cierta frialdad, un cierto desapego del autor por su protagonista hace que la película y demasiadas reiteraciones de situaciones que alargan su metraje en exceso, que tiene semejante e impactante planteamiento inicial, no se desarrolle con la misma intensidad a lo largo de su metraje. Es víctima del gran mal que aqueja al cine contemporáneo: el exceso de metraje, la ausencia de síntesis y el abandono de la elipsis narrativa.

Perturbadora fotografía de Jolanta Dylewska a través de una nieve constante que se convierte en un personaje amenazante más y en la antítesis que impide sobrevivir a Ayka. Fantástica interpretación de la su protagonista, Samal Yeslyamova, premiada con justicia en la edición de Cannes de 2018. Rodada con una necesidad de realismo documental que lleva a su equipo técnico a utilizar largos planos secuencia con cámara al hombro alrededor del periplo de su protagonista rodados en Super 16 mm para lograr dicha apariencia verosímil con, quizás, excesivos ecos a la “Rosetta” de los hermanos Dardenne, con la que tiene quizás demasiadas coincidencias.
Sergio Berbel
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5 de agosto de 2020
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Al lado del calvario -físico y emocional- experimentado por Ayka, una inmigrante convaleciente tras dar a luz, ahogada por las deudas y las amenazas, sin trabajo, hogar, ni dinero en Moscú, y sin nadie a quien acudir, prácticamente todo por lo que los Hermanos Dardenne han hecho pasar a un puñado de heroínas (a su pesar) de la clase obrera -personificadas en Émilie Dequenne ('Rosetta'), Arta Dobroshi ('El silencio de Lorna') o Marion Cotillard ('Dos días, una noche')- queda únicamente en un mal trago. Cerca de 100 minutos bastan al realizador kazajo Sergey Dvortsevoy para avasallar, tiranizar, vejar profesionalmente (o a título personal), abandonándola a su suerte, a una mujer socialmente vulnerable para quien la vida transcurre, la mayor parte de la jornada, mendigando trabajos precarios: peladora de pollos, mujer de la limpieza, camarera, en el lavadero de coches, apartando nieve, etc... A modo de respiro, al único apunte de vida contribuye un bellísimo instante con tres cachorros alimentándose que Dvortsevoy aprovecha como revulsivo para que su protagonista otee cuál es la salida a sus problemas.
Ubicándose en las antípodas de la amable liviandad rural de 'Tulpan' (2014), el 2° largometraje (de ficción) de Sergey Dvortsevoy supuso para su protagonista, la actriz kazaja Samal Yeslyamova, el galardón a la Mejor Interpretación Femenina en el Festival de Cannes 2018. La película fue seleccionada para representar a Kazajstan en la 91° edición de los premios Oscar, pero no se materializó en nominación.
antonio lopez herraiz
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26 de febrero de 2021
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Si estás deprimido/a, no te recomiendo esta nueva entrega del director kazajo de origen ruso Dvortsevoy (1962), que ha tardado una década desde su exitosa carta de presentación "Tulpan" (2008). Que en esta vida unos pocos lo pasan de puta madre y la mayoría las pasan putas ya lo dice la biblia asegurando que venimos a sufrir en este valle de lágrimas. Condenados al infierno en la tierra en espera de un cielo que se antoja más allá del más allá.

Ayka es una inmigrante ilegal (etiqueta vergonzosa y aborrecible) que abandona su tierra ancestral Kirguistán, ex republica soviética en el pasado siglo en busca de una vida mejor en Moscú. Ayka, tiene que abandonar a su bebe, fruto de una violación, en la maternidad moscovita. Solo en 2010 otros 248 también sufrieron el mismo destino, noticia que motivó a Dvortsevoy para realizar la película.

A partir de ahí se iniciará un periplo infernal que transcurre en una semana por un Moscú tan gélido e inmisericorde como la inmensa nevada que hace presente el cambio climático. Un sálvese quien pueda desgarrador en el que Ayka, brillantemente interpretada por Samal Yeslyamova premiada en Cannes, lucha por sobrevivir física y animicamente. No está sola en su desgracia ni mucho menos en este planeta cebolla donde la miseria y podredumbre aflora según vamos quitando capas
.
Apenas se permite el director algún atisbo de humanidad bien entendida, siempre de aquellos que comparten su destino. Se dicen y se hacen cosas terribles que relegamos a las noticias y olvidamos rápidamente aquellos que gozamos del privilegio de seguir flotando ante tanta degradación. Se produce pues la catarsis casi vergonzosa por no estar en la misma situación y el miedo de que ello nos pueda suceder en el mundo convulso que nos está tocando vivir. Como estará la cosa en el nuevo capitalismo descarnado soviético que la gente empieza a añorar a papaíto Stalin. Lo dicho de Málaga a Malagón. 

cineziete.wordpress.com 
ELZIETE
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