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Deseo y destrucción

Intriga. Thriller. Drama. Cine negro Un pintor holandés (Hardy Kruger) es acusado del asesinato de su novia inglesa. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
3 de marzo de 2013
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra interesante película de Joseph Losey, en este caso una historia de intriga que aparentemente abunda en los tópicos del genero, pero que, como suele ser habitual en la filmografía de este realizador, alberga un trasfondo crítico concerniente a las clases sociales y a la imagen que proyectan de sí mismas.

En efecto, el argumento parece bastante común; un crimen misterioso, un aparente culpable, un romance narrado en flashback y la investigación a cargo de un enérgico inspector parecen, en conjunto, aspectos poco originales. Pero en realidad Losey aprovecha tal argumento para proponer su habitual reflexión acerca de las diferencias sociales y de como estas propician un mundo de apariencias y presunciones en el que "los de arriba" se imponen, o tratan de imponerse a "los de abajo". Esta es una temática frecuente en Losey, que ya abordada en su etapa americana tiene su lógica continuación en Europa, destacando títulos como "El Sirviente", "Accident" o "The Go-Between", en los cuales el clasismo burgués ocupa un lugar central en lo que al argumento se refiere.

En este caso, el clasismo se manifiesta a través de los dos personajes protagonistas, ambos de orígenes obreros, que son el principal sospechoso, un joven pintor, y el inspector encargado del caso. Ambos nos son presentados bajo la presión que ejercen sobre ellos diversos representantes de las clases acomodadas, ya sean estos una mujer acaudalada con una posición social a mantener, o la cúpula policial, interesada en apuntalar la respetabilidad y las apariencias por encima incluso de la verdad. Son muy reveladoras a tal efecto las conversaciones que surgen entre Jan y su respetable amante, en las que las diferencias de clase resultan constantemente subrayadas, así como las que paralelamente sostienen el inspector y su superior, igualmente explícitas, quedando al descubierto la hipocresía del segundo, cuyo principal afán es proteger a uno de los suyos, advirtiendo sibilinamente al inspector de las consecuencias que para él se seguirían en caso de no abordar el asunto de la manera adecuada ("los hombres como usted, o llegan a la cima o jamás llegan a nada").

La película tiene un buen guión, aunque con algún altibajo, sobre todo en determinados flashbacks y en el tramo final, un tanto desganado en su desarrollo; al menos eso se compensa con otros momentos más logrados, como las conversaciones antes mencionadas, que plasman a la perfección el conflicto de fondo que maneja el filme. Las interpretaciones presentan un buen nivel en general, destacando para mi gusto el trabajo de Micheline Presle como Jacqueline y el de Stanley Baker como inspector Morgan, francamente notable, y que volvería a trabajar con Losey en su siguiente película, la también interesante "El Criminal".

La realización es correcta, muy centrada en espacios interiores más bien pequeños en los que se encuadra eficientemente a los personajes, nunca demasiados al mismo tiempo; otro rasgo estilístico deliberado es la diferente iluminación, según se aborde el pasado (predominan los colores claros) o el presente (preponderancia del contraste). A destacar la secuencia en la que Jan entra en la casa de su amante, recorriéndola con detalle y despreocupación hasta la súbita aparición de la policía, toda ella magníficamente narrada y planificada. Por último, llama la atención la circularidad de la película, cuya secuencia inicial tiene su respuesta inversa en la final, algo que Losey repetirá en la posterior "Accident", en ambos casos con estupendo resultado.
Quatermain80
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4 de mayo de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ilusionado y trayendo en su mano una violeta que seguramente usará para expresar el afecto que siente, el pintor y galerista holandés Jean Van Rooyen, ingresa en el apartamento en el que, la francesa Jacqueline Cousteau le ha citado. Al no verla en casa, el joven piensa que quizás dejó la puerta abierta para que pudiese entrar mientras ella hace alguna rápida diligencia… Pero quien entra luego es la policía, y seguidamente, el Inspector David I. Morgan, con lo que, Van Rooyen, va a resultar implicado en un asesinato… ¡El de Jacqueline Cousteau!

Entonces, vamos a conocer la particular historia de amor que se produce entre una muy bella mujer, cuya personalidad se confunde entre la prostituta camuflada y la mujer sofisticada de clase alta, y un escéptico y desconfiado pintor, cuyo temperamento arisco también se entremezcla con el de un hombre bueno dedicado al arte. Entre este par de contradictorias personalidades, hubo una gran atracción y el inspector deberá dilucidar si fue Van Rooyen o alguien más, quien acabó con la vida de la linda Jacqueline.

El director Joseph Losey vuelve a rodar en Inglaterra a donde fue seguido por el escritor Ben Barzman, quien, en compañía de Millard Lampell, adapta la novela “Blind date” que, el británico Leigh Howard (seudónimo usado por Leon Alexander Lee Howard) publicara en 1957. Sirviéndose en versión libre de la novela, Losey contrasta las clases sociales para mostrar cómo, en muchos casos, las apariencias engañan y de repente la gente resulta ser muy contraria a lo que parece. Pero su alegato lo hace con altura, sin emitir juicios y dando a cada quien las mejores razones para explicar sus actuaciones. Al final, para bien del cine y del arte, se produce el necesario entendimiento y uno queda suficientemente complacido con una resolución que se da solamente en beneficio de la justicia.

Stanley Baker, resulta bastante efectivo como el hombre de ley que deberá aclarar un caso más complejo de lo que pareciera, y esta actuación dejaría tan satisfecho al director, que volvería a tenerlo en tres películas más. Hardy Kruger es el joven insumiso al que hay que conocer para poder entenderlo; y Micheline Presle es la exquisita mujer de la que resulta muy fácil enamorarse.

Con “LA CLAVE DEL ENIGMA”, se iba consolidando la carrera de un director que pronto alcanzaría su punto más alto con títulos tan celebrados como “El sirviente”, “Boom”, “The go-between” y “Galileo”, entre otros.

¡Y vaya si tiene razón aquel personaje que dice: “La violencia no es patrimonio de los pobres”!

Título para Latinoamérica: “DESEO Y DESTRUCCIÓN”
Luis Guillermo Cardona
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10 de enero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienza como un episodio kafkiano que oprime al espectador con el agobio propio del protagonista y, como él, elabora teorías sin apenas base en que sustentarlas.
El argumento se desarrolla en forma de investigación policial pero J. Losey sabe resaltar el carácter íntimo de la trama de forma que su textura también se dirige hacia la suavidad del espacio cómodo pero enseguida presenta aristas que se clavan al menor descuido hasta hacer sangrar.
La incertidumbre mantenida genera un ambiente de intriga que a veces es muy intenso, otras adopta el rostro de urgencia inquietante y también, en ocasiones, propone una tregua que se acepta de buen grado.
En el desenlace se advierten notas de cierta precipitación e ingenuidad que restan parte del mérito a un largometraje muy interesante.
ABSENTA
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27 de agosto de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante film de intriga policial, muy bien dirigido por Joseph Losey, que tuvo que "emigrar" a Gran Bretaña perseguido por el senador McCarthy y su asquerosa Caza de Brujas.
Es una inteligente adaptación por parte de los guionistas Ben Barzman y Millard Lampell, de la novela de Howard Leigh.
Además cuenta con unas impecables interpretaciones y hasta el final mantiene la tensión, sobre todo porque no se nos dan los datos más importantes, hecho que tal vez no nos deje "jugar" e intentar adivinar si el protagonista es el verdadero asesino o no, y si no lo es, quién y porqué.
Buenos diálogos, puesta en escena sencilla y eficaz, y amena en todo momento.
En definitiva, que gusta bastante.

http://filmsencajatonta.blogspot.com.es/
Constancio
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17 de octubre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La clave del enigma (Blind date, 1959), de Joseph Losey contiene bajo su dinámica superficie, que conjuga con habilidad el género de intriga con una perspicaz concepción escénica (más que por los escasos espacios y personajes, y la relevancia de la palabra, por una implícita reflexión sobre las apariencias y la representación), una mordaz corriente interna que rehúye la explicitación. O cómo el descubrimiento de un cadáver, en las primeras secuencias, lleva a destapar el cadáver de ciertos quistes sociales, las tensiones que son consecuencia de las diferentes extracciones sociales y sus estigmas correspondientes, así como la oposición entre la entrega emocional y la sujeción al fingimiento como mantenimiento de una posición. Todo esto Losey lo conjuga con agudeza, integrado en la acción dramática, narrada con fluidez y precisión, en función del esclarecimiento del caso (a reseñar el sutil uso del montaje interno, sin forzar composiciones, mediante la relación de los personajes dentro del encuadre). En la primera secuencia, para presentar el espacio donde va a tener la mayor parte de la acción, se sirve de las evoluciones de Jan (Hardy Kruger) por las diversas estancias del piso (una intrusión consentida como reflejan unas acciones que parecen relacionadas con la coreografía de un juego amoroso en el que es pareja de baile una ausencia que se supone inminente presencia, como evidencia el hecho de que, de espaldas a la puerta, sentado en el sofá, ofrezca unas flores a quien supone que entra, pero quienes irrumpen en el encuadre (y la falta de golpe de efecto hace que sea más eficaz) son dos policías de uniforme, a los que al poco tiempo se une el inspector encargado del caso, Morgan (un excelente Stanley Baker). La conmoción de la repentina irrupción se dilatará, ya que tardará en saberse aún unos minutos qué es lo que ocurre, mientras Jan y los policías entablan un tira y afloja, un duelo de preguntas sin respuestas, hasta que le muestran a Jan que la mujer del piso, a la que él conocía, Jacqueline (Micheline Presle), ha sido asesinada (un cuerpo oculto del que se no había percatado al entrar, ya que incluso había arrojado su gabán sobre ese bulto).

La narración brilla más en las secuencias de diálogo, que es más pulso, entre Jan y Morgan, que en los flashbacks que explican su relación con Jaqueline, rica mujer de la que se prendó, convirtiéndose, a su pesar, en amante ocasional (pese a sus reticencia iniciales; es la insistencia de ella la que mina su renuencia). Claro que para Morgan, o desde su perspectiva, Jan se le aparece con otra imagen o concepción (y esa preconcepción se convierte en obstáculo de discernimiento). De hecho, es una vertiente nuclear, o la más atractiva, de la película, y que incide en las resonancias de su título original, Blind date (Cita a ciegas). El discernimiento de ambos sufre un diferente tipo de ofuscación perceptiva. En Jan, pese a que su dedicación se fundamente en la mirada, o de modo más específico, en la observación (es pintor), su discernimiento está ofuscado por sus sentimientos; amplificada esa ofuscación por el hecho de que no esté de acuerdo en cómo está establecida, o más bien, tramada la relación con Jacqueline (esa clandestinidad, esa invisibilidad, escanciada en encuentros muy separados en el tiempo). Anhela la proximidad pero la relación se rige por la distancia (temporal; la que ella interpone). A Morgan, por su parte, le pesa, condiciona, dentro de su entorno laboral, su condición de anomalía, casi de intrusión, por su origen humilde, ya que es hijo de obrero, a diferencia de sus compañeros de mismo rango o superiores, todos de extracción de clase alta. Esto propicia su ofuscación a la hora de enjuiciar, o discernir a Jan, porque ve en él cierto turbio reflejo, ya que cree ver en él su opuesto y a la vez cómo podrían verle a él. Por eso, de entrada, piensa que Jan, simplemente, es alguien que se aprovecha de los ricos para disfrutar de los lujos, de la posición privilegiada, un mero parásito, (un mero gigolo sin escrúpulos), a diferencia de él, que tiene que esforzarse sobremanera para hacerse valer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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