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Lejos de los hombres

Aventuras. Drama Argelia, 1954. En medio del duro invierno, Daru (Viggo Mortensen), un profesor francés, acepta de mala gana escoltar a Mohamed (Reda Kateb), un hombre acusado de asesinato, a través de las montañas Atlas para que se enfrente a juicio. Perseguidos por hombres que reclaman la ley de la sangre y por colonos revanchistas, los dos hombres se rebelan. Juntos lucharán para recuperar la libertad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 38
Críticas ordenadas por utilidad
3 de octubre de 2015
53 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Argelia, lejos de todo pero de lleno en el devenir cotidiano e implacable del quehacer diario de sus heterogéneos habitantes. Un profesor de escuela, un ganadero, unos gendarmes franceses, unos rebeldes que buscan independizarse de la metrópoli, terroristas para unos, mártires para otros. Cada cual tiene una vida que en muchos casos no ha elegido, que le ha venido dada por accidente, atavismos, inclinación o por puro e insondable azar. Estar en un lugar y sentirse en casa no significa – para ciertos integristas ideológicos o religiosos – ser de eso lugar o tener derecho alguno a permanecer allí. Siempre hay algún chalado con ínfulas mesiánicas o con afán libertador (o liberticida) que pretende arrogarse la potestad de decidir cuáles son las esencias y necesidades de un pueblo, que tan sólo quiere vivir en paz.

Pocos personajes bastan para configurar un microcosmos desolador de las miserias y amarguras que provoca la guerra, la obstinada propensión de cierta gente a decidir quiénes son los buenos y quiénes los malos de cada lugar y momento, según sea la conveniencia circunstancial o las aspiraciones políticas de ellos mismos. Luego lo revisten con una bandera refulgente, con un eslogan oportuno u oportunista, con rancios linajes falaces y tradiciones obtusas u obsoletas que rescatan del baúl de los recuerdos imaginarios, urden necesidades inalienables que son privadas y egoísta pero las recubren de engañosos ropajes o andrajos comunitarios para justificar fracciones, enfrentamientos, martirios y muertes.

Nada nuevo hay bajo el sol, todo se ha visto ya muchas veces y los siglos están llenos de aquelarres y autos de fe que tan sólo han traído congoja, enemistad, hostilidad, destrucción y desventura. Esta modesta cinta francesa propone una metáfora muy pertinente sobre la obstinada pervivencia de lo peor del ser humano: su afán por crear identidades legendarias, alimentar diferencias irreconciliables, fomentar enfrentamientos contumaces, y enterrar todo entendimiento, cualquier pretensión ecuménica o intento de reconciliación. Nos muestra el éxito lamentable del clan gregario sobre cualquier virtud individual o personal, que borra amistades, fraternidades, camaraderías o buenos propósitos. Pero sin embargo deja un rayo de esperanza: el entendimiento es posible desde el corazón, cuando dos individuos honestos encuentran una forma de comunicarse más allá de los tópicos y las consignas.

Cinta austera, de ritmo pausado pero devastador, donde la mínima trama externa siembra un caudal de sugerencias e ideas íntimas y fértiles que por su universalidad conmueven lo más hondo y justo del alma. Calladamente lanza un grito de confianza y entendimiento, pero… ¿quién lo escuchará?
antonalva
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9 de octubre de 2015
44 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hermosa película. De corazón complejo e intrincado y de apariencia sencilla y fabulesca.
Es un viaje. Dos hombres y un paisaje. Muchas aventuras, dificultades y una conclusión.
Y, al mismo tiempo, se plantean diversos asuntos de forma inteligente y sutil:
- El principal asunto, la tesis central quizás sea la confrontación de lo concreto con lo abstracto. El valor infinito de una vida humana cuestionado, perseguido, sojuzgado constantemente por la concurrencia de grandes ideas-fuerza (la familia, la ley de la sangre, la venganza, el pueblo, la independencia, el ejército... ). Lo cual nos lleva a una lección moral esencial: el bien se realiza a través de las pequeñas cosas, los actos más nimios y cotidianos, desde abajo hacia arriba (no al revés), desde el hombre con el que hablas, compartes la comida o solo miras.
- Lo trascendente. Un Dios al que se alude varias veces, el musulmán o el cristiano. Y relacionado, una especie de panteísmo reflejado en la tremenda importancia de la naturaleza, desolada, lunar, árida y desértica que sirve de guía, referente y espectador, como un espejo en el que el hombre debe mirarse para comprender lo efímeros que somos, lo frágiles, lo delicadas que son nuestras almas y nuestros cuerpos como para andar destruyéndolos tan alegremente, con tantas excusas, tan gratuitas y perniciosas.
- La amistad. Aprender a ver al otro, a descifrarlo, a entender de dónde viene y por qué, a tratar de ponerse en su lugar, aunque sea solo un poco.
- El absurdo humano. Los que lucharon contigo ayer, mañana, te querrán matar. Los que te consideran amigo hoy serán los que te condenen después.
- Las fronteras diluidas. El protagonista (el buen Mortensen). De padres españoles que se crió con franceses y árabes y vive en tierras norte africanas. ¿De dónde es? ¿Por quién debe morir? ¿Cuál es su patria?
- El amor (la mujer). Aquello que nos hace humanos, lo que nos consuela y nos da sentido.
Y está todo mostrado sabiamente, a través de una narración sobria, rotunda, austera, sin caer en demagogias o buenismos indigestos.
Los actores, magníficos. La dirección, estupenda. Gran película.
Ferdydurke
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26 de noviembre de 2017
30 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director y guionista David Oelhoffen, ha sabido extraer de una forma muy personal, la síntesis de dos relatos cortos que el premio Nobel francés Albert Camus, tiene incluidos en su obra “L’Exil et le Royaume” de 1957, se trata de “El hombre rebelde” y “El huésped”. Con los relatos mencionados ha conformado la historia que nos presenta en su película Lejos de los hombres, una película muy digna de ser visionada en la gran pantalla, en especial por la maravillosa fotografía que Guillaume Deffontaines ha realizado, mostrándonos esos desoladores y magníficos parajes que envuelven la enorme cordillera del Atlas, por donde transcurre la historia.

Dos hombres solos, totalmente distintos se encuentran que sus caminos se han unido. Uno Daru (Un sobrio Viggo Mortensen), es un maestro de escuela con un duro pasado bélico y al que han confiado la custodia de un hombre culpable de asesinato, el otro Mohamed (Keda Kaleb) parco en palabras, condenado, y que deberá enfrentarse a su inevitable destino, ambos se verán perseguidos por aquellos que claman justicia.

En definitiva Lejos de los hombres, es un western muy particular, minimalista, y en el que se encuentran representados todos los elementos primordiales de éste tipo de cine. En su transcurso se nos van desvelando los enigmas y características de cada uno de sus protagonistas. David Oelhoffen ha sabido transformar de un forma efectiva el característico desencanto de Albert Camus, en una reflexión más optimista.
Vfoul
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26 de mayo de 2015
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena película. No es gran cosa pero es muy emotiva y está fotografiada magistralmente. Las actuaciones cumplen bastante y presenta una historia de emotividad y amistad. Me ha gustado la ambientación sobria y el desarrollo tranquilo y humilde. Quizás falte un poco más de profundidad psicológica en los personajes, especialmente en el árabe, que se presenta bastante plano, pero no es una falta grave.
También me ha gustado la ambientación histórica, en esa época de guerras y luchas por la independencia de las colonias, habiendo un buen hombre trabajando como profesor por medio. Recomendable.
kapinta
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3 de octubre de 2015
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la Argelia colonial, un solitario maestro de escuela se ve obligado a encargarse de un campesino acusado de un sangriento homicidio. Durante el trayecto hacia la ciudad en la que el reo será juzgado, los dos sujetos se tendrán que situar, entre condiciones de lo más adversas, ante ciertos dilemas personales con los que ninguno había contado. La narración es sobria. Para la concepción de su segundo largometraje como director, el francés David Oelhoffen prefiere que el corazón de su cuento tome más presencia que el aspecto que pueda lucir la fachada en última instancia. Debido a la buena disposición de su autor y al manejo adecuado de las herramientas, esta contenida adaptación de un relato breve de Albert Camus toma finalmente la forma de un prudente y tranquilo triunfo.

Dos sigilosos perdedores se desplazan con cuidado dentro de las escenas de “Lejos de los hombres”. A lo largo de un escenario que parece infinito, cruzan las palabras justas a la hora de sortear las dificultades de su triste aventura. El aislamiento que comparten se vuelve desolador al verse ubicados en un entorno tan duro. Sin la necesidad de dar demasiados rodeos, los sugerentes paisajes nos conducen, durante varios fragmentos pero de un modo honesto, al aroma inconfundible que desprendían muchas películas de indios y vaqueros de las de factura clásica. Pese a que a parte de la audiencia le vaya a invadir un recuerdo que parecerá a día de hoy conectado a un pasado enterrado, aquí se recurre a una aproximación al género a la que no estamos tan acostumbrados. Sus ideas quedan siempre a buen recaudo y el asunto permanece muy apartado de los kilos de dinamita que han esparcido recientemente ciertos westerns contemporáneos más evidentes como, por ejemplo, puedan ser “Django desencadenado” o el romántico “Slow West”. Este trabajo parece mucho más interesado en mostrar su esencia humanista que en innovar o llamar la atención mediante maniobras vistosas. Con una fuerza mayor que la de cualquier otro de los conceptos que el film pretende transmitir, la bondad de la figura del protagonista se impone con maneras solemnes. Para llegar hasta el objetivo señalado, entrará en juego un Viggo Mortensen francamente esmerado que avanzará todo el tiempo con la naturalidad al otro lado de su punto de mira.

Quizá, de cara a las conclusiones finales, la película se balancee demasiado hacia los gustos de los cinéfilos más conservadores. Puede que sea ahí donde se disperse parte de su atractivo como creación artística, pero esta pequeña y tradicional apuesta también es la que hace que la obra se distinga por su personalidad especial. Y, en cualquier caso, la nobleza que subyace en las intenciones del autor consigue que salga a flote lo importante. Al fin y al cabo, es la propia austeridad que nos ha arropado en los momentos más complicados, y desde el principio de la historia, la que logrará que en el desenlace los mejores sentimientos se mezan con autenticidad.
elías
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