El señor está servido

Partiendo de la absurdez de un dominio tiránico de las chachas aprovechando la escasez de la oferta, se propone una serie de situaciones cómicas que no son nada más que tonterías forzadas y con poca gracia. Una película sin parangón con un guion ajustado para tres casos de vivencias con las chachas de protagonistas.

La película es de 1 ó de 2, pero yo la daré más nota por Nadiuska. No quiero que vea que pongo mala nota a sus películas. Manolo Zarzo que hace un papel de chulo sin ninguna gracia perjudica seriamente la intención humorística de la película. Ha sido verlo en la cama con Nadiuska y me ha caído de pena. Entiendo perfectamente a López Vázquez pero lo siento por él; no obstante, como siempre, Jose Luis cumple con su actuación. Película en la que el trabajador se impone aprovechando su ventaja.

En esta película hay talento. Es una españolada, lo sé, pero es una españolada bien hecha. El montaje y el guión no van a cambiar la historia del pensamiento, ni lo pretenden, pero son un buen ejemplo del cine como oficio. Esto se entiende mejor cuando vemos quien firma el texto: Vicente Escrivá y Vicente Coello. El primero empezó a dirigir películas 15 años antes, y el segundo llevaba cuatro lustros escribiendo guiones y estuvo detrás de la mayoría de las películas de Paco Martínez Soria.

Escrivá, con una formación sólida en letras, recordó tal vez que el término vaudeville viene de la expresión en francés voix de ville (voz del pueblo). Así que 'El señor está servido' es un vodevil (sin números musicales) que lo es por partida doble. Por un lado lo que ya sabemos: seducciones interrumpidas, golpes accidentales, mentiras insostenibles... Por el otro, una energía de fondo que vive en la mayoría desde siempre: los criados se vuelven señores. Sin querer hacer mención a ella, solo dejando que lo impregne todo. Y las risas prenden mejor cuando el dolor está encendido.

Genial López Vázquez como directivo baboso. Y la trama de la criada y el opositor me parece muy buena, tanto su idea como su desarrollo.

Bobada propia de los setenta, cuando ya la apertura "carnal" comenzaba a florecer en el hasta ese momento desnutrido panorama cinematográfico español.
La peli es mediocre pero bien es cierto que no aburre. ¿Por qué? Pues hombre porque, principalmente, el plantel de comediantes que salen en la pantalla son un rato bueno, y segundo porque en la irregularidad de las situaciones descritas alguna se salva por simpática y/o ocurrente.
El guión es ramplón y los diálogos facilones, pero a veces la sonrisa aparece en el rostro del espectador (en este caso en el mío), o sea que por algo será...
En fin, que se puede ver aunque la mayor parte del metraje es vulgar.

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Es el único largometraje como realizador de un señor que había sido ayudante de dirección en películas como "Pierna creciente, falda menguante" y que escogió para su debut un tema muy poco ambicioso presentado además con una cierta pobreza estética y sin revelarse precisamente contra los tópicos que más perjudicaban a la comedia española de los años 70 ya que puede decirse que cada personaje representa un tópico distinto de la vida española de aquel entonces. La típica comedia de chachas y señoritos se va estropeando argumentalmente a medida que avanza y es una película representativa de ese cine español que no se exportaba por mostrar unas realidades específicamente españolas. La obra está filmada sin grandes alardes técnicos pues el tema no requería un trabajo de realización demasiado sútil. Su aroma castizo hace que el film sólo pueda ser aceptado por un público bastante reducido aunque tampoco sea del todo justa la apreciación negativa que la crítica hace de este tipo de films que casi siempre se salvaban gracias a sus actores. Florinda Chico tiene bastante gracia en la composición de su personaje y los momentos más simpáticos del film son suyos. Mirta Miller cambia aquí de registro y en vez de hacer de chica estupenda interpreta con cierta eficacia a una señora que no quiere problemas con el servicio. Agrada por supuesto la presencia de Elisa Ramírez y las escenas que comparte con un Andrés Resino más bien desaprovechado tienen cierto encanto.

Con visos de exageración deliberada o de extravagancia cómica, la película ofrece en los primeros diez minutos de proyección un anticipo de lo que va a presentar a continuación.
A partir de ese momento todo resulta previsible.

Las escenas se suceden con parsimonia, las anécdotas carecen de interés y sólo algún afortunado golpe de humor rompe la monotonía de un línea argumental plana y sin apenas altibajos.
Liviana, intrascendente y baladí.