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El ángel borracho

Drama. Cine negro Sanada (Takashi Shimura) es un médico con un carácter muy peculiar, que vive atormentado por lo que pudo haber sido su vida y no fue ahogando sus penas en alcohol, aunque a pesar de todo, ejerce su labor con una dedicación casi absoluta en un barrio periférico del Tokio de postguerra, donde la mafia impone su ley en las calles. Un buen día, el doctor recibe a altas horas de la noche a un hombre (Toshirô Mifune) enfermo de tuberculosis ... [+]
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
13 de julio de 2008
41 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera de las tres veces que Kurosawa abordó el género de cine negro ya dejo claro que no pensaba pasar por él de forma desapercibida. El ángel Ebrio es una película que ante todo es fruto del mejor Kurosawa de aquellos primeros años. Kurosawa ya había pasado el proceso de adaptación a la dirección de sus primeros trabajos llegando a una considerable madurez, en la que había entendido y sabido aplicar lo que la imagen puede trasmitir independiente de los diálogos, tal y como los trabajos de sus admirados Ford y Renoir le habían enseñado. Esto, sumado a su gusto por la literatura y la pintura hacían que cada proyecto fuera ganando en interés y calidad. El Angel Ebrio es tal vez su primera película de madurez, la que inicia un periodo tremendamente interesante, que seguirá con trabajos del calibre de Duelo Silencioso, Perro Rabioso, Rashomon y que concluirán con Vivir. A excepción de Rashomon, que se separa de las constantes temáticas de esta etapa, el resto aborda a través del cine negro o el drama un retrato del Japón de posguerra muy cercano al neorrealismo italiano. En este caso nos introduce en la difícil relación entre un doctor alcohólico y un gangster tuberculoso que va a su consulta. El retrato de ambos por separado y de su relación termina imponiéndose a la trama gansteril y al retrato social. Si caer en el sentimentalismo fácil, la historia es un emotivo retrato de perdedores en busca de redención. Los actores están simplemente increíbles. Mifume colaboraba por primera vez con Kurosawa y da toda una lección de presencia física y de variedad de registros. Kurosawa decía que no quería que el personaje resultara muy atractivo teniendo en cuenta el personaje, pero en cuanto que Mifume se puso delante de la cámara, eso fue inevitable, incluso en la fase mas grave de la enfermedad. Sin embargo, aunque pocas veces ocurriría esto después, quien se lleva en mi opinión la película es Takashi Shimura, otro habitual del director que lo mismo hacia un papel importante que uno pequeños de secundario. El veterano actor compone un personaje complejo, lleno de aristas, que lo mismo estalla ante la bravuconería de Mifume que lo vemos tratar compasivamente con sus pacientes. Su personaje es sencillamente entrañable. El guión en general está muy bien escrito, incluidos los pocos personajes secundarios que deambulan por la vida de ambos y que definen a estos y suelen materializar delante de ellos sus dilemas internos. Y por supuesto, el director demuestra ya un absoluto dominio del medio, tanto en la puesta en escena, como en el ritmo o en la utilización de objetos como metáforas. Como claro ejemplo estaría la escena del sueño, de una inusual fuerza y belleza visual. El Ángel Ebrio es sin duda el primer gran trabajo de Kurosawa, un ejercicio que mezcla con acierto neorrealismo, expresionismo, cine negro y drama intimista con elegante equilibrio.
cineoptero
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20 de julio de 2006
32 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hito en la filmografía de Kurosawa que separa sus primeros trabajos, en los que tuvo incontables problemas con una censura que le impedía desarrollar por completo sus inquietudes humanistas, de los posteriores y más "occidentalizados". Claramente influenciado por el cine negro, adapta magistralmente su estilo, recurre a la figura del médico altruista (esta vez, la primera, es dipsómano) y ambienta la historia en un arrabal pobre e infecto en el que la tuberculosis puede atacar a cualquiera en el momento menos pensado; es decir, asienta las raíces que, de un modo u otro, servirán de base para la mayor parte de su cine comprometido con el ser humano: pobreza, enfermedad, bondad, miedo, corrupción... El resultado es una película narrada con talento, con un par de fallos típicos de principiante (p. ej.: perder el hilo durante algunos bailes), y para nada complaciente con el espectador.
jastarloa
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5 de junio de 2006
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
"A los Japoneses les gusta castigarse con sacrificios banales" Esta frase dicha por uno de los protagonistas un momento de la película, resume el tema de la película y sugiere a su vez la triste visión del autor a cerca de la decadencia en la que estaba submergido Japón después de perder la II Guerra Mundial. Éste y otros ejemplos como la doble metáfora visual de la cienaga ( Matsunaga / sociedad japonesa ) que hay cerca de la casa del médico són pequeñas joyas que nos regala Kurosawa en los inicios de su filmografía. Se podría hablar largo y tendido sobre esta película al igual que sobre todas las películas de este genial director, pero la grandeza del film no reside en que alguien llegue en una crítica y te de su punto de vista a cerca de todos los elementos que le han fascinado, sino que se vayan descubriendo a lo largo de su visionado. Por último destacar que la ternura con la que Kurosawa trata algunas de las situaciones, hacen pensar en ese tremendo canto a la vida que siempre tuvo el director a lo largo de su carrera, y que tan bien le sienta a sus películas.

Lo mejor: A parte de lo dicho anteriormente, añadir la actuación de los actores, en especial Shimura y Mifune los protagonistas y actores fetiche de Kurosawa.

Lo peor: Quizás dado que es del 48, hay situaciones que han quedado algo anticuadas, pero por suerte , no muchas.
cristian
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7 de diciembre de 2013
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para muchos "El ángel borracho" supone el primer gran salto de calidad en el cine de Kurosawa, coincidente con la primera colaboración con Toshiro Mifune, cuestión que además, con el tiempo, supondrá una de las relaciones actor/director con mejores resultados de la historia del cine. En este caso no he podido dejar de pensar durante todo el largometraje en el contexto histórico en el que se enmarca su realización, en los años más duros de una postguerra que tenía a Japón inmerso en pleno proceso de reconstrucción, con profundas heridas abiertas aún y con una sociedad que padecía todo tipo de dificultades. En ese 1948 Kurosawa se pone la cámara al hombro y decide explicar la historia de un yakuza y un médico que forzosamente se ven obligados a coincidir porque uno sufre una enfermedad y el otro se dedica a curarla.

No dejo de asombrarme por las buenas intenciones del director japonés, mostrando lo mejor (y lo peor) del ser humano a través de la relación de los dos protagonistas. Del doctor tenemos claro que sólo tiene buena voluntad, aunque empine el codo en exceso y aunque a menudo grita demasiado. Del mafioso no queda claro su proceso de redención y si realmente quiere pasar al lado bueno de la vida aunque, mucho me temo que, al ser una persona de honor, yakuza de pies a cabeza, se trate de alguien que nació para dirigir sus pasos por el lado malo. El problema es que en los suburbios en los que trabajan ambos la enfermedad no llama a la puerta y no entiende de gremios, de manera que la tuberculosis puede afectar tanto a la adolescente inocente como al canalla más impresentable.

Cuando aparecen los síntomas y el veredicto es inequívoco, hay alguien que no cesa en su empeño por acabar con la enfermedad. A la actitud del doctor alguno la califica de incomprensible, de dudosa, mientras que yo la entiendo como la verdadera esencia del mensaje de la película. No tengo dudas, Kurosawa era alguien con un inmenso corazón, de ahí su posicionamiento ya en la dura postguerra, señalando con el dedo almas puras y benignas como las del doctor ebrio. Y si para ganarse el aplauso de algunos espectadores más hacía falta introducir la acción justa de esas escenas finales, pues no tenía problemas en cerrar el círculo como lo hace aquí. Final que a algunos les parece también desfasado o anticuado, para mí es de lo más correcto.

No voy a entrar a valorar la filmografía entera de Kurosawa en relación a sus primeros largometrajes, para mí este "Ángel borracho", pillado de forma individual, es un peliculón de cabo a rabo.
Luisito
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30 de abril de 2010
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Feliz encuentro entre el maestro Akira Kurosawa y el gran actor Toshiro Mifune. Iniciado el rodaje del filme, el guión estaba centrado plenamente en el personaje del Dr. Sanada, un médico temperamental, punzante y bebedor, pero al mismo tiempo noble y condescendiente, que interpretaba el atinado actor Takashi Shimura, miembro ya de la familia fílmica del director japonés. Se trataba de mostrar la ambivalente relación del singular galeno con algunos de sus pacientes, y el personaje de Mifune, un gánster llamado Matsunaga, quien llega para que le saquen un “clavo”, estaba pensado como uno más entre los pacientes de Sanada… pero he aquí, que la sorprendente actuación de Toshiro deja encantado al visionario director, y pronto, su personaje es extendido hasta el punto de ponerlo de tú a tú con el que interpreta Shimura. Y así, se iniciaría una relación descollante que daría lugar a un buen número de filmes que hoy hacen parte de lo más apreciable que nos ha legado el lejano oriente (“El Perro Rabioso”, “Rashomon”, “Los Siete Samuráis”, “Trono de Sangre”, “Yojimbo”, “Barbarroja”…).

La historia se desarrolla en un pueblo de escasos recursos, donde el gansterismo es también fuente de sobrevivencia y de poder. Las aguas lluvias anegan las calles sin pavimento, y el fango entonces, se convierte para Kurosawa en un leitmotiv que revela el hundimiento del ser en medio del alcohol y la irresponsabilidad, y quizás, el abandono de un Estado falto para todos de oportunidades.

Los personajes de Sanada y Matsunaga, se mueven en una interesante relación de amor-odio, de te acepto-te rechazo, de vive y muérete, que da cuenta de la ambivalencia humana donde lo que parece no es tal como parece.

El personaje del médico resulta también harto interesante, porque da cuenta del hombre sin pretensiones, sin afanes de enriquecimiento, y que ejerce su profesión con tanta naturalidad, que cae sin empacho en el gesto improcedente, en la frase ruda y también en el alcohol que le permite escapar, a ratos, de una realidad que no le está ofreciendo grandes perspectivas.

Se trata pues, de un retrato sobre gente del común, vista con simpatía y con clarísimos rasgos de valoración. Es evidente que, Kurosawa, conocía muy bien al pueblo.
Luis Guillermo Cardona
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