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Felicidad

Drama. Comedia Irónica, crítica e inmisericorde comedia sobre los miembros de una familia de un suburbio de New Jersey. Un matrimonio a punto de divorciarse, tres hermanas y sus maridos, novios y amantes ocasionales. Tras una aparente normalidad, todos los personajes ocultan algún secreto y alguna que otra perversidad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 110
Críticas ordenadas por utilidad
28 de diciembre de 2006
132 de 171 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film independiente, tercer largo de Todd Solondz ("Bienvenidos a la casa de música", 1995), del que también es guionista. Se rodó en escenarios de New Jersey, con un presupuesto de 3 M dólares. Ganó el FIPRESCI de Cannes, el Metro Media de Toronto y otros premios. Fue producido por Ted Hope ("American Splendor", 2003) y Christine Vachon ("Boys Don't Cry", 1999). Se estrenó el 16-X-1998 (EEUU).

La acción tiene lugar en New Jersey y Florida, en 1997/98, a lo largo de unas pocas semanas, con un epílogo situado 6 meses más tarde. Narra la historia de Joy Jordan (Jane Adams), de 30 años, soltera, aficionada a la guitarra, frágil, solitaria, de ideas confusas, generosa y desgraciada en amores. Su hermana Helen (Lara Flynn Boyle), escritora, soltera, altiva y promiscua, sueña con ser raptada y violada. Su otra hermana, Trish (Cynthia Stevenson), casada con Bill Maplewood (Dylan Baker), es madre de 3 hijos y cree tenerlo todo, mientras su marido se desliza por una terrible pendiente de perversiones sin retorno.

La película desarrolla un relato en el que se dan cita perversiones (pedofilia, violaciones), sueños masoquistas (Helen) y sádicos (Bill), sexo solitario, suicidios reales (Andy) e imaginarios, asesinatos con mutilaciones genitales, llamadas telefónicas provocativas, aficiones narcisistas, consumo de pastillas y alcohol, frigidez sexual, fobia al sexo, infidelidades, etc. Bajo una sosegada apariencia de normalidad y compostura, la vida familiar oculta perversiones, anomalías, manías, crímenes y fobias, consideradas como escandalosas y dignas de rechazo por la sociedad que las practica. La vida ordinaria de muchas personas respetables y respetadas navega por mares procelosos de hipocresía y doble moral. Los episodios, entrelazados en una madeja absorbente, provocan compasión, vergüenza, perplejidad, asco e irritación, según los casos. La felicidad es el objetivo que todos persiguen por caminos que conducen a la frustración y a la infelicidad, entendida no como ausencia de felicidad, sino como suma de desengaños, angustias, dolor moral y auto-odio. Esta infelicidad, cubierta con el disimulo de las falsas apariencias, es el proyecto de felicidad de la sociedad que habita el autor y en la que, según él, habitamos los espectadores. Son escenas destacables la confesión del padre al hijo y el sablazo de Vlad.

La música suma melodías rítmicas, de fuerte percusión, como el tema "You Light Up My Life", con fragmentos clásicos, tales como la Misa de Requiem (Mozart), el Concierto para guitarra (Vivaldi), el Piano Concerto (Samuel Barber) y otros. Añade 3 versiones de la canción "Happiness". La fotografía no ahorra imágenes sombrías, sórdidas, soeces e hirientes. El guión enlaza las peripecias de 12 personajes alienados o desgarrados, que absorben la atención y golpean el alma. La interpretación corre a cargo de un gran elenco. La dirección crea una obra dura, perturbadora e incómoda, ajustada al realismo expresionista de su propuesta estética.
Miquel
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25 de abril de 2007
88 de 108 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con "Happiness", Todd Solondz no tan sólo torpedea la línea de flotación del "establishment" moral y familiar yankee, sino que además proyecta y explicita una impresionante radiografía de la soledad del urbanita.
A pesar de que la película parece perder el rumbo en determinados momentos ( a título personal creo que necesita algún que otro recorte y algún que otro retoque puntual ) globalmente el trabajo de Solondz se sostiene vigorosamente en su espíritu transgresor, crudo y despiadado.
Paradójicamente, el aspecto que más me ha atraído de "Happiness" es ese cáustico y grotesco humor negro tan difícil de hallar en el cine de nuestros días. Eso, y la interpretación de Philip Seymour Hoffman y Dylan Baker. Estelares.
La secuencia de confesión del Doctor Maplewood hacia su hijo me impactó, lógicamente, aunque creo que su crueldad conceptual es excesiva. No pretendo parecer puritano pero creo que ultrapasar los límites en temas tan espinosos como el de la pedofilia conlleva el riesgo de caer de lleno en el ámbito de la pornografía emocional. En ese sentido pienso que el tratamiento de la pederastia resultaba mucho más pedagógico o crítico en "Celebración" de Vinterberg.
Taylor
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7 de enero de 2008
63 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que tenemos aquí no es ni una comedia ni un drama fácilmente clasificable. Yo lo definiría más bien como una cuchillada certera, agria, amarga y mordaz a las apariencias. Un retrato afilado de las hipocresías, frustraciones, desilusiones, complejos, traumas y aberraciones que se ocultan por debajo de la superficie.
En la familia protagonista, tal vez el único elemento de cohesión y verdadera unidad sea el apellido, lo único que ofrece una fachada de "normalidad", pues se trata de una serie de personas cuyas vidas vacías van dando tumbos, tratando de aferrarse a falsas ilusiones o a castillos en el aire que no existen, o vagando por la vacuidad de una existencia sin mucho sentido, o descubriendo la hostilidad de un mundo en el que es muy difícil hallar un asidero, una mano amiga que no acabe saliendo rana. Y, aparte de esta familia, otros personajes que nos harán partícipes del patetismo y la desesperación en los que están sumidos.
Despiadada disección de la soledad, de la falsedad y del fracaso; fracaso en ser un cabeza de familia honorable y satisfecho; fracaso en ser la esposa "perfecta" del marido "perfecto"; fracaso en ser unos padres intachables; fracaso en tener una vida sentimental y sexual plena y sana; fracaso laboral; fracaso en hallar un propósito o un rumbo...
Seres solitarios que van siendo testigos de su propio desmoronamiento, de una insatisfacción permanente, de decepciones a veces muy duras, de su propia incapacidad para conectar verdaderamente con alguien, de los complejos insuperables, de traumas que terminan por estallar...
Todo el trasfondo que se va sacando a la luz resulta con frecuencia retorcidamente mordaz y corrosivo. Un humor muy negro impregna cada escena, un humor con sabor a bilis que despierta en nosotros con frecuencia risas de perplejidad, desagrado, irritación, estupor, incluso rabia, impotencia y desquite... Un derechazo tras otro filmados con parsimonia, con descarnada honestidad y, en ocasiones, rozando la sordidez. Y, desde luego, se logra el efecto deseado, que es el de ir revolviendo la conciencia del espectador, estirarla al máximo.
Brillante ejercicio de autocrítica social y personal que no deja piedra sobre piedra.
Vivoleyendo
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15 de abril de 2006
53 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
No veo tanto un retrato del American Way of Life como de los defectos de las personas. Como somos, a que nos enfrentamos, que cosas nos condicionan y que cosas podemos cambiar. En todo caso es una crítica al voluntarismo en el que nos hallamos. Resulta chocante que el personaje cuyo comportamiento sea el más aberrante, obviamente, sea al mismo tiempo el único sincero y capaz de reconocer sus errores. El único que sabe que su felicidad es un imposible.
juanpedro
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24 de febrero de 2007
43 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película crítica de la institución familia y sus apariencias de normalidad; pero no es tan genial como les ha dado por repetir a los críticos de algunos medios de información. En parte, describe la proyección que suele darse entre humanos: A idealiza o ama a B, B ama o idealiza a C, C idealiza o ama a D, etc., o sea nadie está contento con lo que tiene, en parte porque el amor magnificado es el que no llega a buen puerto (Romeo y Julieta), si acaba oficializándose, completándose, y asegurado en puerto, también acaba siendo un asco (es el caso del matrimonio maduro donde Ben Gazzara se quiere ir a vivir solo pues ya no soporta a su mujer).

Todd Solondz ironiza sin tapujos con el concepto de felicidad y deja claro que ésta básicamente tiene que ver con la satisfacción sexual. Una frase es lanzada por la mujer madre de familia a su hemana escritora, refiriéndose a la tercera hermana fracasada: "Ella es buena, no necesita hacer el bien". Es sin duda un mensaje irónico muy afilado y tiene mucho enjundia que hay que destilar.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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