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La iniciación

Drama Como cada año, Xolani, obrero solitario, participa junto a otros hombres de su comunidad en un rito iniciático tradicional para jóvenes que están en los últimos años de la adolescencia: serán circuncidados y luego “preparados” para la vida de un hombre de verdad. Kwanda, procedente de una familia acomodada de Johannesburgo y tutelado por Xolani, recibe las burlas de sus compañeros por ser de ciudad y demasiado sensible. Cuando Kwanda ... [+]
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
16 de diciembre de 2017
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Herida es el primer largometraje del director sudafricano John Trengove, basado en la novela “A Man Who Is Not a Man” (2009) del escritor Thando Mgqolozana. Está ambientada en la comunidad Xhosa de la Sudáfrica rural y se lleva a cabo durante el período de Ukwaluka, un rito anual dirigido a jóvenes adolescentes que simboliza su transición a la edad adulta. La Herida es una de las nueve películas preseleccionadas a Mejor Película Extranjera en los premios Oscar y en el Festival Internacional de Valencia (Cinema Jove) obtuvo el Premio Luna de Valencia al Mejor Largometraje.

La Herida (The Wound) sigue a un grupo de adolescentes, a sus padres y a sus tutores en las montañas del sur de Sudáfrica, donde tiene lugar un ritual tradicional de iniciación llamado Ukwaluka, con la finalidad de convertir a los adolescentes en hombres de verdad. Los jóvenes son circuncidados, y aprenden durante los siete días que requiere la curación de la herida todo lo necesario para comprender lo que significa ser un hombre en su cultura.

Durante ese tiempo se encierran en pequeñas cabañas y aprenden todo lo que se espera de ellos para un futuro, a través de cortar árboles, matar y sacrificar animales, superar el dolor y controlar ciertas necesidades fisiológicas masculinas. En todo este proceso los jóvenes van siempre acompañados de un tutor, una persona más adulta (Khankathas) que aconseja y guía a sus pupilos.

El protagonista Xolani (Nakhane Touré) vive en la ciudad y trabaja en una fábrica. Una vez al año acude a las montañas para ejercer de tutor. El padre de Kwanda, uno de los iniciados, le pide a Xolani ayuda para convertir a su hijo afeminado en todo un hombre, pero pronto llegan las tensiones subliminales entre el joven y su mentor secretamente gay. Además, la situación se complica por la relación de Xolani con su amigo de la infancia Vija (Bongile Mantsai), otro cuidador homosexual.

El secreto de Xolani empieza a llegar a algunos jóvenes y a extenderse por todo el campamento, circunstancia que provoca en algunos iniciados a cuestionarse las tradiciones centenarias. Xolani es gay, pero no se atreve a expresar su identidad sexual. Ser homosexual en África no es fácil, más en una sociedad sudafricana profundamente desigualitaria y patriarcal.

Los primeros minutos de la película se sienten como un documental que nos lleva a la tradición sudafricana más desconocida y profunda. John Trengove muestra a hombres jóvenes con pintura blanca y una túnica corta, se supone que para expulsar a los espíritus malignos, a la juventud y la delicadeza. Una parte dolorosa y sangrienta, reservada solo para hombres de verdad. El ritual se caracteriza por un machismo agresivo, los muchachos expectantes pronto comparan sus miembros circuncidados y presumen de cómo impresionarán a las mujeres con él.

Pero en los tiempos actuales la hombría autentificada por la tradición y el dolor ya no funciona. La modernidad también se está extendiendo en esta región oriental del Cabo. Xolani representa a los nuevos tiempos, a la modernidad, además de ser la voz de la feminidad ausente en la película al no existir personajes femeninos. El tono documental del principio tomará posteriormente un rumbo narrativo diferente con un enfoque mas íntimo tras reflejar un amor imposible entre dos hombres atrapados por el machismo.

John Trengove aborda de forma convincente y con valentía todos los temas controvertidos y actuales existentes en el continente africano: la situación conflictiva e inestable entre la tradición y la modernidad, la determinación de la identidad sexual y la ubicación de la masculinidad en una sociedad patriarcal. Ademas de abordar un tema tan polémico como la circuncisión forzada de los adolescentes del grupo étnico Xhosa, que causa numerosas muertes cada año.

La Herida nos ofrece una impresionante visión de un mundo cerrado del que apenas se tiene información en el exterior, ya que está estrictamente prohibido que los hombres Xhosa hablen de sus experiencias sobre la circuncisión y de todo lo que sucede durante ese proceso de iniciación porque se sienten obligados a mantener silencio por respeto a unas costumbres ancestrales.

John Trengove aborda este conflicto con el máximo respeto posible a las tradiciones y sin querer cuestionar nada. No quiere exhibir, y mucho menos exponer, las tradiciones de la tribu Xhosa. Sin embargo, por lo que realmente muestra preocupación es por intentar facilitar una cuidadosa documentación sobre todo el desarrollo del proceso formativo y así, de esta manera, proporcionar al espectador una base lo suficientemente importante como para poder entender las estructuras culturales.

La película no solo representa una herida temporal como resultado de una circuncisión a la espera de sanación, sino que La Herida, encarna un dolor mucho mayor y más duradero que permanecerá durante años e incluso para toda la vida para muchos africanos a los que nunca se les permitirá vivir a su modo y ser felices.

La Herida es una película muy valiente, cruel y sensual, construida con suma sutileza, que trata de forma convincente dos temas tabús en el continente africano como la homosexualidad y la tradición, poniendo en evidencia una serie de facetas contradictorias de la sociedad africana actual. La Herida alienta a la reflexión sobre las múltiples caras que posee la virilidad, así como el precio a pagar para conseguir la felicidad y la libertad.

https://cinemagavia.es/la-herida-pelicula-critica-trengove/
Eduargil
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28 de diciembre de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El joven director Sudafricano nos presenta su opera prima, después de que hace unos años hiciera junto con otros directores una serie de televisión en Kenia. La película obtuvo el premio Luna de Valencia al mejor largometraje en el último festival de cine de Valencia. También ha estado presente en muchos festivales a lo largo del año y como colofón puede estar entre las 5 finalistas a los Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa.

Existe un rito ancestral denominado Ukwaluka, con el que los chavales de una tribu llamada Xhosa, se convierten en adultos. Dos veces al año, durante seis días, los jóvenes quedan al cuidado de sus instructores en un campamento alejado de su pueblo, donde serán circuncidados entre otras varias pruebas que tendrán que pasar.

Un hombre que hace ya unos años decidió marcharse a la ciudad vuelve a la aldea para guiar a un joven es su proceso de iniciación, el padre del chico quiso que él lo hiciera personalmente.

El director ha querido mostrar un ritual completamente inédito en la pantalla, sobre el que los propios iniciados tienen prohibido hablar. Es como una especie de documental que nos va mostrando las tradiciones de un grupo de personas y de los padres adultos de los mismos, que se involucran en todo el proceso e incluso van a ver sus evoluciones.

Durante todo el proceso Xolani, el hombre que volvió al pueblo se reencontrará con un viejo amigo y entre ellos surgirá una pasión y un deseo, que ninguno puede reprimir. Mientras que los jóvenes están haciendo sus pruebas ellos se amarán a escondidas.

El director ha querido mostrar la dificultad y el infierno que tienen que soportar millones de homosexuales en África.

Aunque comparto que la idea pueda ser original, el resultado no me convence, me parece todo muy mal desarrollado, no me creo las actuaciones, ni las situaciones que van surgiendo. La narración es tan lenta que acaba por desesperarte.

Lo mejor: Siempre es bueno conocer nuevas culturas
Lo peor: Guion, narración y el desarrollo de la película
LASO83
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17 de diciembre de 2017
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es una denuncia evidente contra la barbarie de los negros que viven en las zonas rurales de Sudáfrica? ¿Y relacionada o derivada de esa brutalidad también se quiere criticar el clima atroz de continua agresión física y espiritual ejercida contra los muchachos incipientes o varones polluelos en edad del pavo? ¿Y más concretamente habla, se queja del sadomasoquismo reinante? ¿Y todavía más específicamente de la represión a la opción homosexual, como consecuencia de todo lo anterior o solo como un factor más dentro de un contexto de miseria moral y desprecio corporal?
No lo sé, pero en verdad tampoco deberíamos sorprendernos ni hacernos los exquisitos o escandalizarnos demasiado.
Aquí, en el Occidente más o menos desarrollado, también tenemos de todo eso. Sabemos mucho de la violencia perpetrada contra el propio cuerpo con nuestro consentimiento. Sin necesidad, además, de excusas culturales, de ritos iniciáticos muy claros o de presentar esos hechos horribles como valores sociales o comunitarios. En nuestro caso vale un porque sí y a correr. Porque es costumbre, moda, sale en la tele, lo hacen los demás o es el último grito de los más guay.
Veamos: tatuajes, piercings, pendientes, operaciones de carnicería estética, encerramiento de multitud de cuerpos drogados en lugares minúsculos sin luz ni oxígeno y soportando millones de decibelios a escasos milímetros de tus orejas, borracheras delirantes a edades demasiado precoces, suicidios/asesinatos masivos en coches que son armas de muerte, atracones bulímicos y obesidades mórbidas, delgadeces espantosas, celebración enloquecida del ejercicio físico como tortura agonística, ingesta de millones de pastillas por cualquier banal motivo, jóvenes hinchados, convertidos en pollos de granja, mujeres transformadas en maniquíes de paja, depilaciones horrísonas, insolaciones abominables, cientos de horas cada día delante de un electrodoméstico que emite basura sin interrupción como si fuera un estercolero que arrasa o engulle nuestro cerebelo, qué sé yo, ejércitos de zombis hipnotizados por luces luciferinas...
En fin, podría seguir hasta el fin con ejemplos palmarios y felizmente aceptados/exaltados por nuestra sociedad ideal (de la muerte), tan próspera, progresista y realizada satisfecha, llena de valores y hermosura y sentido, pero en verdad no son más que formas poco disimuladas de ejercicios blandos (o no) de sadomasoquismo feroz o segregaciones inevitables de una masacre dirigida/consentida, quizás simple pulsión de aniquilación o (auto)destrucción, tal vez nada más que el deseo de sentir algo real o cierto por una miserable vez.
Y falta lo mejor. Para que el placer sea completo, todas estas actividades de ocio satánico se hacen previo pago del torturado o víctima propiciatoria, sal en la herida. Hay una industria boyante alrededor de cada mínimo artilugio, adminículo, procedimiento o instrumento de dolor.
Sí, no miento. Nos sacan la pasta por destrozarnos la vida de mil maneras diferentes, por convertirnos en seres vencidos, derruidos, con el cuerpo descompuesto (como si fuera una valla publicitaria) y el alma devorada (por las termitas del entretenimiento/comercio más felón y abismal).
Por lo tanto, estos pobres y simpáticos negros sudafricanos practican, en comparación, juegos de niños, muy bestias y feos, sin duda mucho menos sofisticados y retorcidos que los nuestros, son hermanitas de la caridad, pellizcos de monja.
En cualquier caso, uno todavía tiene ojos en la cara y algún sentido más por ahí anda, algo debe de quedar de sensibilidad por dentro, y por fuera, para que esta película se haga desagradable, áspera, ruda, tosca y difícil de tragar en la mayoría de sus pocos pero largos minutos.
En su mayor virtud radica su gran defecto. En su primitivismo espontáneo y naturalismo recio como si fuera (¿lo es?) improvisado y sin afectar, en ese muestrario de encontronazos, amores violentos y ritos cafres expuestos al desgaire y al por mayor, sin mucho filtro, sin plastificar, ahí, en esa gracia bestia también encontramos su tedio, inanidad y brutal vulgaridad/simplicidad sin desasnar, en esas escenas o vacíos habladas entre dientes y tan bruscas y llenas de exabruptos.
Desde el comienzo salvaje con corte insoportable de pollas al viento, el espectador ya pena (por esos penes, sajados, violados) y se pregunta qué cosa es esa, ¿algo parecido a lo que hacen los judíos con sus niños de nombre circuncisión?, ¿o más que ver con la famosa y sobrecogedora ablación femenina?, ¿un hombre llamado caballo? Uno no sabe bien, pero se teme lo peor.
Y acierta. Seguimos, para que no falte de nada, con falta de agua y sueño durante una semana. Para continuar con la alegría e ir preparándose para la ascensión mística que propiciará alcanzar el estado de madurez deseado (sí, ya sabemos, o así nos lo han contado, que entre algunas tribus se solía estilar realizar ese tipo de ritos iniciáticos que marcaban el paso de la niñez a la adultez, de niño a hombre, pero, en nuestra abismal ignorancia y poca buena fe, santa inocencia, creíamos que eso ya había pasado a mejor vida, casi lo habíamos olvidado).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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29 de diciembre de 2017
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Volver a dónde nunca estuvimos, retornar a temas y enfoques que creíamos superados, regresar a escondrijos e hipocresías que se nos antojaban antiguallas pretéritas... Estas son las sensaciones que provoca la presente cinta sudafricana. Una reliquia museística, una amalgama trasnochada entre sentimiento de culpa, folclore africano y conciencia gay de supermercado. Todo con cierto interés, algún barniz documental y mucha parafernalia y perifollo abocado a la obsolescencia más rancia.

Nadie puede negar su relevancia ni su pertinencia ni su buena intención, pero todo resulta tan trillado y fatigado como un libro de texto escolar que creíamos sepultado en el baúl de los desechos. Ya nos lo habíamos estudiado y habíamos pasado el examen, por lo que volver a tratar esta materia es como degradarnos o insultarnos, como si no hubiéramos atendido en clase o nos hubiesen pillado, décadas después, con las chuletas en medio del examen.

Por toda esta sensación de estancamiento y redundancia no cabe sino lamentar que la única novedad sea el toque étnico, el color tostado de sus protagonistas, la pervivencia de tradiciones tribales en medio de sociedades desarrolladas, la previsible contradicción entre el campesinado tradicionalista y la ciudadanía consumista, la envidia corrosiva de unos iletrados gárrulos que buscan los puñetazos cuando carecen de argumentos... Todo tan previsible como cansino. Interesante como documento pero irrelevante como ficción.

¿Quė nos propone que no sepamos o intuyamos? Poca cosa. ¿Que la vergüenza mancilla nuestra autoestima, que la culpa nos ciega y enloquece, que el crimen es el único desdén que nunca se borra? Quizás sea catártico para ciertas latitudes y culturas pero a mí me ha resultado tan reiterativo como gazmoño.
antonalva
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6 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras casi dos meses volví a un pase de prensa de Surtsey Films en el Instituto de Cine Francés. En esta ocasión fue para ver una película de la que nada sabía y que escasa relevancia venía teniendo hasta ahora en el circuito festivalero, pero que me recomendó con entusiasmo mi amigo Jorge Fernández-Mayoralas, de Cine y sé feliz. Y que, además, había sido elegida por su país como su representante en la selección de mejor película en lengua extranjera de los próximos Óscar: el drama homosexual sudafricano La herida, dirigida por John Trengove y vista en festivales como Berlín o Sundance. A priori, una suerte de Luz de luna con el añadido de interés étnico de elementos tribales africanos. Una película que a priori podía pasar desapercibida entre la cinefilia por temáticas cercanas al sensacionalismo, pero que no presentaba elemento alguno para sospechar desilusiones, por lo que sólo se podía encarar este pase con motivación. Y fui afortunado, al saborear en plenitud de condiciones de un filme notable. Un filme que no transgrede (a los curtidos en cine de esta temática) ni fascina por su trama, ni trastoca por su forma, pero que está construido con elegancia, saber hacer y contundencia, sumergiendo al espectador en un visionado poderoso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Néstor Juez
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