Apolo 10½: Una infancia espacial

Apolo diez y medio es un viaje a la infancia de Richard Linklater. Un viaje que, en muchos momentos, peca de idealizado pero en el que se nota que hay una mirada tierna y delicada detrás por parte de un director que únicamente busca trasladarnos a sus "recuerdos felices".

Como ya hicieron hace poco Tarantino y Paul Thomas Anderson, el director estadounidense mezcla la realidad de lo que ocurrió y la ficción de lo que únicamente pasó en su cabeza para acercar al espectador a esos primeros momentos de su vida donde las misiones Apolo y toda la conquista del espacio estaban más presentes que nunca en la sociedad de la época y donde un niño tan pequeño soñaba con poder subir a uno de esos cohetes.

En cualquier caso, creo que esta peli tiene luces y sombras. El uso de la animación rotoscópica unido a esa voz en off (que en ocasiones abusa de ella, todo hay que decirlo) si que consigue trasladarnos a la mente del pequeño Richard. Pero, al mismo tiempo, produce una sensación extraña ya que aunque dure noventa minutos tengo la sensación de que está sobre explicándome cosas. Y ocurre porque la voz en off repite, en muchas ocasiones, lo que ya estamos viendo en las imágenes. No es algo dramático, al menos no en mi caso, pero si que es más que llamativo que un director de la talla de Linklater (trilogía before, boyhood) utilice ese recurso de una forma tan burda. El problema principal que tiene todo esto es que puede convertir la peli en excesivamente lenta (cosa que le ocurre en algunos puntos) y sacar con ello al espectador del visionado.

En cualquier caso, creo que la película tiene más aciertos que errores y que es una buena forma de acercarnos culturalmente a una época que, al menos yo, no viví. Y desde luego no viví en Estados unidos. Así que, como experiencia nostálgica del recuerdo de alguien que vivió todo eso, creo que es una película más que interesante. Quizás habría agradecido otro tipo de forma de abordar la historia pero, en cualquier caso, me parece recomendable su visionado.

Una más que interesante radiografia a esa Norteamérica de la era espacial, en plena década de los sesenta, con una sociedad anterior al watergate. Richard Linklater repasa los recuerdos de su infancia, con un aire evocador a lo Tom Sawyer, las familias numerosas, los barrios residenciales, los niños jugando en la calle, el idealismo y la inocencia, también ese conservadurismo tan norteamericano, que representa a la perfección el padre del protagonista , ese optimismo frente al futuro, muy entretenida y entrañable, me ha gustado bastante.

Hacía mucho tiempo que no escribía una crítica aquí pero he decidido hacerlo a la vista de muchos de los halagos hacia esta película que estoy percibiendo en las redes sociales, incluyendo la de los críticos profesionales. ¿De verdad? ¿Qué he visto yo? ¿Soy el tonto del pueblo? Pero si aquí no hay guión alguno... No hay trama (excepto la excusa que mueve la acción inicial), no hay historia que contar, no hay conflictos ni resolución de conflictos, no hay clímax, no hay evolución de personajes... Es simplemente como un libro de cromos norteamericano del año 69, un inventario y una sucesión de usos y costumbres de aquel tiempo, unos cromos muy bonitos y bien hechos (la animación es estupenda, por eso le doy el 5) e incluso con la música de moda, un cromo tras otro y a un ritmo que se me llega a hacer pesado. Pero nada más, nada que contar. ¿Nostalgia? Yo no viví aquellos años ni soy norteamericano. Creo que estamos empezando a heredar la nostalgia de un cine que vimos, su cine, un cine magnífico y soberbio, pero que no tiene nada que ver con nuestra verdadera nostalgia hacia nuestro pasado real. No digo yo que no podamos tener nostalgia de ese cine pero... ¿nostalgia de su historia? En fin...

El recuerdo es muy maleable y Linklater habla de cómo nos afecta para ello las imágenes que tomamos (fotografías, videos), las imágenes que vemos mil veces (películas, series) y las imágenes que creamos (relatos, anécdotas, leyendas).

En Apollo 10 1/2 el director cuenta su propia historia desde dos perspectivas: la real y la inventada. Cual es cual, lo deja a gusto del espectador. Su vida transcurre en los 60/70 en Estados Unidos, el ombligo del mundo. Consciente de ello, no sólo evoca un recuerdo nostálgico, sino también crítico. Y lo hace con humor, con cariño y con la serenidad de haber tenido una infancia relativamente sencilla.

Como en "Todos queremos algo", los personajes que verás son buenos y malos, pero sin estridencias. Casi todos pretenden algo bueno, pero se equivocan muchas veces. Sea como sea, la calma y la poca trascendencia de muchas de nuestras vidas encuentran reflejo en esta película, porque en realidad nuestras vidas no son siempre una gesta épica para contar en los libros y nos ayuda mucho fantasear con haber sido el personaje soñado.

Disfrutarás, comentarás los detalles que te unen a él, te reirás de sus anécdotas y sobre todo, estarás en un lugar seguro y feliz durante casi dos horas. Eso, hoy en día, es un regalo que muchos ya casi no esperamos.

Bueno, a ver, lo primero: me irrita que se diga que esta película es un viaje nostálgico a los recuerdos de la infancia. Si no eres un adulto americano con más de cincuenta años, decir esto es un ejercicio severo de papanatismo, con perdón. Es la infancia del director en un país ajeno al nuestro con recuerdos que en su mayoría no podemos compartir porque no pertenecen a nuestro pasado ni a nuestro imaginario colectivo. Son el pasado y el imaginario de quien fue un niño americano a finales de los sesenta. Si al menos se nos contara algo, pase, pero sin contársenos nada hay que tener paciencia para aguantar toda la película. Yo la he tenido, y no, la película no nos cuenta nada. Es un docudrama sobre la vida cotidiana de una familia de clase media en la América de los años sesenta. Robert Zemeckis ya hizo un ejercicio de nostalgia similar en Forrest Gump, pero encontró una buena excusa para ello en la historia que le acompañaba. Y conste que no es mala película porque está narrada con gusto y con ternura (de esto sabe Linklater un rato) –por eso no soy capaz de ser duro en mi valoración-, pero es que tampoco tiene nada que decir. La disfrutarán los incondicionales de las batallitas ajenas.