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La plaga

Drama Raúl, un campesino que intenta hacer producción ecológica, contrata a Iurie para que le ayude en el campo. Iurie es luchador de lucha libre, pero para ganarse la vida tiene que trabajar de lo que le salga. Poco a poco, las historias de estos dos hombres van entrelazándose con las de tres mujeres solitarias: María, una anciana que tiene que dejar su casa para irse a vivir a una residencia de abuelos; Rose, una enfermera filipina que ... [+]
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
26 de octubre de 2013
41 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer trabajo de Neus Ballús, es un fiel retrato de la realidad en que vivimos, sus personajes son tan auténticos como el lugar donde ella los ha situado, y están tan perfectamente dibujados que no le dieron margen para poder mostrar todo el entorno. Gallecs, es una zona eminentemente agrícola, llena de campos de cultivo por todas partes, con ciertas masías antiguas, la mayoría de ellas bien conservadas y habitadas (Can Jornet, Can Vila, Can Salvi, Can Molist, etc.), y en su centro la ermita de Santa María de Gallecs que data del siglo X, tiene algunas partes de bosque unas más pequeñas Can Torras y otras mayores como el bosque de Can Veire y que en días de fuertes tormentas, el agua que baja desde Can Veire llena por completo el pequeño arroyo que atraviesa toda la zona, así como una parte de sendero lleno de un frondoso arbolado.

Toda la zona de Gallecs se encuentra rodeada de rutas, senderos y caminos que se entrecruzan entre sí, bien indicados por donde los habitantes de la población urbana más próxima pueden realizar sus caminatas. Todos esos seres que disfrutan en sus recorridos por los caminos de la zona, no se percatan de quien trabaja los campos, de quienes cuidan la tierra, y de toda la problemática que sufren sus habitantes, bastante tienen con los suyos. Ese es principal motivo de que la opera prima de Neus Ballús llegue a impresionar, porque todos los personajes tienen su plaga particular. La dura situación de Raúl Molist para poder resistir el acoso de la mosca blanca, ese retrato del campesino cuyo trabajo no termina nunca y que no sabe hasta el final de sus cosechas si habrá conseguido sus objetivos. El joven Iurie, procedente de un país del Este, en busca de nuevos horizontes, incansable en su lucha para conseguir su futuro. Y la parte más sentimental, el final de la vida de María Ros, acostumbrada a su casa y que verá como el destino implacable la conduce a una residencia, aún tiene suerte de que su cuidadora esa dulce muchacha filipina, la cuide con ese cariño que quizás no tuvo de sus familiares. Y como cierre final la vida de esa mujer que tiene que prostituirse, es el único soporte de casa, y trabajo no se encuentra. Unos actores aficionados que se interpretan asimismos logrando que surjan de todos ellos las emociones y gestos más auténticos.



No hay nada más real y auténtico, que la verdadera realidad bien expuesta.
Vfoul
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6 de septiembre de 2013
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquello que no vemos, o mejor dicho, aquello de lo que hemos decidido olvidarnos, es como si no existiera. Elemental. La planta de la última estantería que ahora mismo agoniza en el desierto del ostracismo al que la has condenado. Aquellos familiares que se fueron a vivir a otro país y que podrían haber ganado un Premio Nobel (por poner un ejemplo), y ni así sabrías de su existencia. Aquel juguete por el que tanto suplicaste y del que tan rápido te cansaste, que en estos momentos debe estar acumulando polvo en algún sucio y oscuro cajón. Y así, hasta el infinito y más allá. Incluso mucho más allá se puede encontrar una zona igualmente olvidada, que parece no figurar en ningún mapa, y que por esto, es como si no existiera. Cogiendo el Festival de Cine de Berlín de referencia, podríamos estar pensando en secciones como Forum, donde por cada perla se encuentran cuatro -o más- ostras huecas cuya pestilencia asusta (cosas de apostar fuerte por la nueva autoría). Tiende a pasarse por alto; a olvidarse. Por seguridad.

Cogiendo la referencia de cualquier núcleo urbano, el agujero estaría en lo conocido como ''extrarradio'', ya saben, aquella indeterminación que ocupa el espacio entre nuestra primera y nuestra segunda residencia. Allá encontramos a Raúl, un campesino que intenta hacer producción ecológica, a Iurie, un luchador de lucha libre proveniente de Moldavia que se gana el pan de cada día trabajando de jornalero, a María, una anciana que tiene que dejar su casa para irse a vivir a una residencia de abuelos, a Rose, una enfermera filipina que acaba de llegar al país, y a Maribel, una prostituta cuyo flujo de clientes se está quedando más seco que su... eso mismo. Todos van a cruzar sus caminos en el indeterminado paraje urbano-rural de Mollet, en el contexto de un calurosísimo verano en el que una plaga de mosca blanca amenaza seriamente con arruinar una cosecha de la que depende mucha más gente de la que nos podríamos imaginar.

'La plaga', indiscutible joya en el Forum de la última Berlinale, es una mezcla magistral del formato ficción con el documental, que avanza lentamente pero con paso firme hacia un clímax nada obvio pero igualmente contundente. Por el camino encontramos un acercamiento a los protagonistas cálido, extremadamente veraz y por esto, propicio para que el espectador vuelque su amor hacia esos loables héroes de lo cotidiano, en especial hacia una tal Maria Ros, anciana de armas tomar y auténtica donde las haya, que después de rompernos el corazón, nos deja ante la devastadora seguridad de que el maldito amor, ciertamente, no entiende de edades. Sin excesos dramáticos ni cómicos, sin preparación artificiosa de unos pequeños / grandes momentos que si acaso surgen con la misma naturalidad e imprevisibilidad con la que lo hacen en la vida real. Y precisamente esto es 'La plaga', pequeños bocados de realidad, tan -y no es una reiteración- auténticos que, sin darnos cuenta, surge el interés -incluso la fascinación- por este espacio -y su gente- que tan injustamente habíamos mandado al exilio.

En un apreciable alarde de inteligencia, la dirección y producción parece que se entienden a la perfección, buscando continuamente, siempre dentro de sus limitadas posibilidades, el ángulo y la toma ideales para que jamás se desvanezca esa formidable sensación de estar en el lugar y el momento adecuados. Todavía más importante, al final de la proyección permanece la certeza de que este discreto (pero brillante a la vez) mosaico semi-costumbrista, fruto de cuatro años de arduo trabajo, quizás sea uno de los ensayos más certeros firmados hasta la fecha sobre la situación actual de ésta nuestra comunidad, especie de melting-pot chapucero, tan feo como encantador, y condenado a luchar incansablemente contra todos los elementos, sin más objetivo a la vista que la supervivencia del día a día... y llegar a justo a tiempo para la celebración del próximo gol del Barça. Es así. La culpable de todo esto, por cierto, se llama Neus Ballús, y al mostrar tan buen saber hacer en la puesta en escena y tan apabullante capacidad a la hora de captar el encanto de los micro-momentos y de las historias mínimas (para a la larga acabar hablándonos de algo mucho más grande), cuesta horrores creer que éste sea su primer largometraje. Incredulidad aparte, toca apuntar, en letra mayúscula, su nombre en la agenda cinéfila. Qué menos.
reporter
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23 de julio de 2013
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Plaga es el retrato de un espacio. Un lugar de la periferia barcelonesa donde cada historia es diferente y común al mismo lugar, un terreno robado a la naturaleza que entremezcla dramas urbanos, plagas agrícolas, inmigración, prostitución y superación. Un campesino que cultiva de manera ecológica, su ayudante georgiano que quiere ser campeón de lucha, una prostituta que cada vez tiene menos clientes, una anciana obligada a vivir en una residencia y una cuidadora de geriátrico a la que le cuesta adaptarse a su trabajo. Todos tienen un pasado pero comparten parte de su presente.

Neus Ballús realiza una película con un corte documental que la saca de la normalidad para atribuirle unas características especiales. Muchas veces no sabes si los actores actúan o son ellos mismos haciendo el papel de su vida cotidiana. La realidad se hilvana con la ficción de una manera tan perfecta que se hace imposible distinguir la una de la otra. Y ese es el resultado de cuatro años de trabajo documental, de rodaje, de hacer como los personajes: acostumbrarse al medio.

Lo que al final queda es la sensación de que conoces el espacio, de haber vivido allí, de saber cómo son las gentes que habitan el lugar, cómo se enfrentan a los cambios, cómo luchan por la adaptación a este medio tan extraño que ha surgido de manera artificial y que tiene tanta riqueza cultural. Neus Ballús y su equipo nos trasladan desde la butaca al corazón de cada uno de sus ¿personajes?.
Goncho
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17 de septiembre de 2013
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un gran documental. ¿O no es un documental? Al final uno ya no lo sabe. Neus Ballús nos muestra la crudeza del extrarradio y nos acerca a la cotidianidad de cinco supervivientes. La grandeza es, seguramente, el peculiar tratamiento de la historia. Escenas puramente documentales se combinan con pasajes en los que los protagonistas se interpretan a ellos mismos. Curiosamente, y salvo alguna excepción aislada y muy puntual, todo suena igual de verosímil. "La plaga" no es un mero retrato social, Ballús no se limita a poner la cámara ante la realidad para mostrárnosla como si fuese un espejo, sino que la reconstruye y la reinventa, precisamente para hacerla más directa y mordaz. Existe un hilo argumental diáfano, que no rehúye el drama ni el humor. Sin embargo, el espectador tiene la sensación de presenciar un mosaico de situaciones cotidianas y descarnadamente reales.

No me extraña la referencia al western que se ha hecho en varias críticas. "La plaga" retrata la lucha del hombre por adaptarse al medio y por encontrar su propio espacio. El paisaje se muestra como un escenario ilimitado e inabarcable, pero también como la plasmación visual de las oportunidades y las utopías, el integrante esencial en el desarrollo de las vidas de unos personajes ya desarraigados. El campo abierto es el desierto, pero los espacios cerrados son prisiones, renuncias a la propia libertad personal.

Cada personaje tiene trayectorias vitales diferentes, y quizá muy alejadas de nuestra propia realidad (al menos, de la mía). Sin embargo, todas se nos presentan como algo extraordinariamente cercano y real. Nos resulta fácil entender a cada personaje, empatizar, y entender que en un momento dado podríamos experimentar desdichas muy similares. Sus actitudes no son las propias de un rebelde, sino la del resistente que se empeña en esperar tiempos mejores, con un cierto halo de conformismo. "Has de aceptar el presente" le dice Rosemarie a María. Casi nada. El escalofrío que me causa esa escena constituye el mayor mérito de la película.
rober
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9 de diciembre de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mitad documental, con unos intérpretes naturales, magníficos, una Babel de idiomas,moldavo, filipino, español, catalán, la vida misma.
Ese asilo de ancianos, esas viejas y viejos, muriéndose.
Esas filipinas cuidadoras, llenas de piedad y de cariño.
Falta enlace, ritmo, un nudo para que sea una trama que te atrape un poco más.
Pero es una buena película, insólita, hecha con rigor y con honradez.
Me extraña que no haya recibido aquí más críticas.
yoparam
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