Lluvia

“Baran” es una historia de amor entre dos jóvenes, Latif y Rhamat, de prácticamente la misma cultura pero de distintos países, el muchacho es de Irán y la joven Rhamat una refugiada afgana. Majid Majidi nos relata ésta historia de una sencillez máxima, entre los dos jóvenes no existe ni una palabra, solamente miradas y esos pequeños gestos y detalles que vienen a suplir las palabras, y que la mayoría de las veces dicen muchísimas mas cosas.

Majid Majidi, con esta sencilla película demuestra toda su maestría, teniendo en cuenta los pocos recursos, que en ella demuestra tener, utiliza la fotografía con profundidad siendo ella la clave principal de toda la historia, y realiza un impecable montaje. Si escasos son los recursos de los iraníes, figuraros que vida pasan los refugiados afganeses cuya estancia en Irán, tal como nos enseña Majidi, es toda una proeza.

Una película, sencilla pero tan hermosa como el amor que Latif siente por Rhamat, y que al espectador se le hace muy corta.

Una vez más se nos demuestra que en la sencillez de las pequeñas cosas, se encuentra lo más profundo y hermoso.

Como ya he dicho otras veces, Majid Majidi me parece el mejor director iraní actual. Este señor hace cine con mayúsculas. Domina ese aspecto tan importante de la transmisión de sensaciones.
Además, y a pesar del escaso presupuesto con el que cuenta, sus historias son variadas. Es decir, no se obsesiona con ser reconocido por un estilo particular, sino que hace la película que la historia pide. Sí es cierto que tiende hacia el drama, y bienvenido sea.

En este caso trata el tema más universal: el amor. Si situamos la historia en un país en el que el papel de la mujer está fanáticamente limitado y obligamos a la protagonista a tener que hacerse pasar por hombre para poder sobrevivir, el resultado en manos de semejante talento no podía ser otro que una importante película.
Además de esto, trata temas como la inmigración y la ilegalidad tantas veces asociada.
Los actores están todos muy bien, y la atmósfera es inmejorable.
Por todo ello podemos asegurar que la película es apta para los públicos de cualquier país, salvo para esos fanáticos de los que hablaba antes.

Quiero recomendarles a todos este tipo de películas, mucho más fiables que los reportajes periodísticos que tienden a ser tan sensacionalistas.
A ver si nos enteramos de una vez por todas de lo que realmente está pasando por esos lugares.

Majid Majidi crea de nuevo una historia que habla de sentimientos humanos cercanos y muy identificables, otra vez Majidi ha conseguido emocionarme con su sencillez. En esta ocasión es el universal amor el que sirve como vía para contar una historia de unos refugiados afganos en Irán.

Majidi no sólo es un excelente narrador de historias, también es un magnífico director de actores. En sus tres films destacan las actuaciones de todos sus actores, y en este, el adolescente iraní y el capataz de obra hacen actuaciones notables, mientras que a la refugiada afgana, no le hace falta abrir la boca en toda la película para enseñarnos la variedad de sensaciones que nos muestran sus gestos.

Majidi nos emociona y nos entristece con gran facilidad, sin alardes técnicos y con una gran sencillez. Es aquí donde se esconde la belleza de su cine.

Dispuesto estoy a volver a repetir casi todo lo que dije sobre Majid Majidi en “Niños del Paraíso”. Porque casi igual de impactante es este “Baran”. Quizá, Majidi, ya no tan novato ni con los ojos tan limpios como con su primer largometraje, profundiza un poco más en el drama, esta vez, buscándolo con conocimiento de causa. Es tal vez, esas ganas de su director de dramatizar donde pierde enteros.

Por lo demás, Majidi mejora con la cámara y personalmente, a mí me deja de piedra en algunas secuencias de este trabajo. Perturbador es sin lugar a dudas, cuando la niña, observando atentamente al pícaro protagonista Abedini se coloca el burca. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y puedo dar fe que fue entonces cuando entendí el significado de tal execrable prenda.

Sigue siendo maravilloso, acercarse al mundo que nos muestra Majid Majidi. Sigue siendo encantador todo aquel que se pone delante de la cámara de este iraní. Tiene, creo, el don para transmitir la naturalidad de unos actores sin experiencia. El trío protagonista me parece tan fresco que la historia que nos cuentan afecta.

No es una historia más.
Hay problemas que se tratan con tanta delicadeza como crudeza, a la vez.
La esclavitud en la que trabajan los afganos, respecto a los capataces iraníes.
El empleo de mano de obra barata, incluso niños, sin contrato, sin seguro, sin vacaciones, sin días libres, sin derecho a sanidad.
El contraste entre la cultura de los afganos, el respeto a sus tradiciones y a su mundo interior y privado frente a la vulgaridad de los iraníes que sólo se preocupan de su jornal.
La espiritualidad frente a lo terrenal.
Ella es capaz de encontrar la belleza incluso en una escombrera. La delicadeza de su trato y su silencio son capaces de conmover al más bruto.
Ella responde con el silencio y las buenas maneras ante la violencia y las brutalidades y esto les conmueve...
La mujer no puede trabajar donde trabajan hombres, la mujer tiene que estar callada y ser sumisa, la mujer debe taparse bajo un manto, pero la mujer está ahí.
¿No es acaso una revolución silenciosa e incruenta el hacer ver al otro que su actitud está mal?
Tanto que se avergüence de sí mismo y sea capaz de renunciar a todo.
Es increíble que con tan pocas palabras se pueda decir tanto. No es una película de palabras, sino de silencios.