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Estación 3 ultrasecreto

Thriller. Ciencia ficción Un científico loco que roba un cargamento de un virus letal de un laboratorio del gobierno es perseguido por las autoridades. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
2 de mayo de 2012
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante pero algo confuso film, sobre los peligros del manejo de virus mortales por parte de los laboratorios militares. Aunque el film desde el inicio camina por los derroteros del habitual cine de espías de la época, no se puede obviar que es un precedente del cine de carácter catastrofista, o de las consecuencias del jugar con fuego, en lo que a virus mortales se refiere, y que recuerda en muchos aspectos a “La amenaza de Andrómeda”, (Robert Wise,1971), que aunque en esta, el virus es de origen extraterrestre, el laboratorio, la época, las consecuencias y el entorno es bastante similar.
La idea de un virus que podría arrasar a la humanidad sigue absolutamente vigente hoy día en el imaginario popular tanto literario como cinematográfico. Hay varios exponentes como “Exterminio” de Kinji Fukasaku (1981), “Estallido” de Wolfgang Petersen (1995) o la reciente de Soderbergh, “Contagio”, (2011). Todas ellas con el denominador común del peligro de la manipulación de virus y sus posibles efectos en el mundo tal y como lo conocemos.
“Estación 3 ultrasecreta”, (The satan bug), difiere de todas estas en ser la primera en tratar el tema y que se centra mucho más en averiguar la trama que rodea al robo del peligroso virus, que acaba convirtiendo al film en un thriller de espionaje.
El gran John Sturges (Los 7 magníficos, 1960), dirige esta buena película que protagonizan el más tarde muy televisivo, George Maharis, (El ultimo día de la guerra, 1970), el secundario de lujo Richard Basehart, (A bayoneta calada, 1951), Anne Francis la jovencita guapísima de “Planeta prohibido” (Fred M.Wilcox, 1956) y el veterano Dana Andrews, (La noche del demonio, 1957). Al mando del guión un gran artesano en estas lides, como es James Clavell, (Shogun), que da forma a la novela del que era especialista en este tipo de género, el escocés Alistair McLean, autor entre otras de las famosas novelas (más tarde convertidas en película), “Los cañones de Navarone” o “El desafío de las águilas”.
Gustara a casi todos los aficionados al thriller o films de espionajes con trasfondo apocalíptico, aunque haya que estar muy pendiente de la trama, ya que si te despistas te puede inducir a confusión.
Juggernaut
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27 de noviembre de 2017
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente trama para un misterioso escenario en mitad del desierto: Estación 3, un laboratorio secreto para la guerra NBQ, aquí se fabrica el peligroso virus Satán y nadie lo sabe. Una intriga agónica con el mismo pulso desde el inicio hasta el final, gracias a una buena labor técnica y a un argumento sencillo y adecuado para mantenerte en alerta. No es que vayas a salir corriendo pero sí que queda uno satisfecho de lo que es un thriller muy apañado.
George Maharis no cuajó en el cine, creo que le falta carisma para agente secreto, así que le destinaron a la televisión donde protagonizó, por ejemplo, la serie Juego Mortífero, con Yvette Mimieux, y ojo con esa mujer, un lujo para la vista. Richard Basehart aquí estará en la Estación 3, pero jamás se le podrá desencasillar ya de su papel en Viaje al fondo del mar, otra serie inolvidable de televisión.
A tener en cuenta: Estación 3, The Satan bug. Atractivos altos vuelos y emocionantes seguimientos al estilo del cine de espías. También entra el género catastrofista a costa de lo que significan los experimentos secretos; tensión y suspense de valor para un film más serio de lo que uno piensa.
floïd blue
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27 de noviembre de 2017
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los años 60, tras los éxitos de las películas de James Bond, surgieron multitud de espías superheroicos, tanto en el cine, con sus versiones europeas (francesas, españolas e italianas) como en TV, con Misión Imposible, El Hombre de CIPOL y la parodia del Superagente 86. Al final todo dió pie a nuestros maravillosos Mortadelo y Filemón o a ese agente secreto que es Anacleto.

"Estación 3 ultrasecreto" está dentro de la vorágine de este tipo de cine, con un agente secreto macho-alfa, muy físico y seductor, pero dotado de sagacidad e inteligencia que debe enfrentarse a un peligro mundial en forma de arma de destrucción masiva, muy en la línea Bond. Maharis, moreno macizo, da el pego como trasunto de James Bond. Hay instalaciones secretas, científico malo, chica voluptuosa, coas que desconectar y tensión.

Su primera parte resulta tremendamente interesante, con una trama detectivesca y nos recuerda poderosamente a "La amenaza de Andrómeda" siendo la segunda parte más parecida a los filmes de Bond, demasiado parecida a las vivencias del agente inglés en "Goldfinger" rodada un año antes, pero sin chicas luchadoras ni coreano recalcitrante.

El filme se puede seguir con interés y, aunque nos recuerda poderosamente otras tramas, es un digno producto de imitación de James Bond.
Quinto Sertorio
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12 de abril de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Publicado por Fontana, la tapa de "The Satan Bug", que cubierto por el polvo tan bien descansaba en la estantería de mi abuelo, presenta una escena de tensión nocturna con un tiparraco sujetando a una rubia descalza y disparando probablemente contra el protagonista.
Ella es, por cierto, su esposa Mary.

Alistair S. MacLean dio en el clavo con una nueva historia situada en los límites del mundo del espionaje bajo el alias "Ian Stuart" (ya utilizado en su anterior novela "The Dark Crusader"); muchas cosas se juntan aquí a lo largo de sus más de 200 páginas, principalmente un miedo aterrador a la manipulación de elementos financiados por el Gobierno que pueden destruir a la Humanidad. El sr. Charles Clavell, un experto en trasladar relatos a guiones ("La Mosca", "La Gran Evasión"), da una excitante premisa a John Sturges sobre la que trabajar, en este caso también ejerciendo de productor.
En tiempos de una Guerra Fría marcada por las secuelas de la crisis de los misiles de Cuba, las estrategias diplomáticas de los países no alineados y los primeros escarceos en Vietnam, tiene lugar la intensa intriga. Resulta memorable el inicio que nos ofrece el film, una especie de tour guiado por los confines de esa fortaleza inexpugnable de experimentos químicos, de producción de armas biológicas, llamada Estación 3 (ahora situada en pleno desierto norteamericano en lugar de la campiña británica) siguiendo al recién llegado agente Reagan; sorprende en especial el punto de vista de la cámara: distante, escrutador, como si se tratase del ojo de un espía que observa desde lejos. Así quiere el director que nos sintamos.

Todo este complejo de seguridad por el que pulula una atmósfera de nerviosismo que oprime a todos sus miembros, pese a lo impertérrito de sus rostros (ninguno de estos tipos nació con el don de la expresión...); la razón son los mejunjes de su interior, bien protegidos en manos nacionales, grandes amenazas en manos extranjeras. El mayor temor: la seguridad se quiebra cual ramita, pues del interior precisamente han venido a robar un poderoso virus (el cual da título a la novela) capaz de destruir todo rastro de vida en un tiempo mínimo. Sturges, influenciado por "La Hora Final", juega a la paranoia con pedigrí catastrófico vírico mucho antes de la llegada de "El Puente de Cassandra" o "La Amenaza de Andrómeda".
Pero aquí los hilos de la trama se sostienen sobre el suspense detectivesco, el espionaje en sí. Tras el largo prólogo aparece Barrett, al que da vida George Maharis en una especie de combinación estoica y sagaz de Bond, Sam Spade y el Phelps de "Misión: Imposible", un tanto lejos de su cansado y amargado homólogo literario Pierre Cavell. La sesión de interrogatorio y soborno con que nos lo introducen (así empieza la novela, narrada desde su punto de vista) es tanto más significativa cuanto que todo se trata de un engaño; la mentira, la traición y las apariencias son vitales aquí.

La estructura se divide ingeniosamente en dos partes. La 1.ª abarca casi la mitad del metraje y nos llevará a diferentes lugares muy cerca de la Estación 3, tras llegar a ojos de esos militares y agentes, en forma de película, el poder colosal del virus "satán", imagen estremecedora de una Florida plagada de cadáveres, fatal presagio de la Guerra Fría de aquellos días. Pero Clavell, para evitar polémicas, no culpa ni a un extremo ni a otro, ni a comunistas ni a reaccionarios, simplemente a aquellos locos que, por su propio capricho sádico, se creen en poder de dominar el destino del Mundo.
La 2.ª parte, que sabe respetar más o menos el orden de las páginas, nos lanza a la cacería del supuesto infiltrado que ha robado el compuesto químico. De todas formas, y pese a que su identidad se revela pronto, nosotros ya la hemos descubierto desde su primera aparición en pantalla (clara evidencia: es el único extranjero, y europeo nada menos, en mitad de un grupo de serios estadounidenses...¡por tanto debe ser el villano!). Pero el guión es lo suficientemente inteligente como para evitar que nos adelantemos a ninguna certeza, siempre creando situaciones engañosas, siempre girando sobre sí mismo.

Incluso los personajes serán víctimas de este clima de incertidumbre: la troupe de militares/agentes/científicos de la base realmente se creen en poder de la razón y de la inteligencia, y no obstante están sometidos a los perversos y un tanto confusos planes del villano, quien, recibiendo su propia medicina, es acorralado sin cesar por la inteligencia y coraje de Barrett. Pero éste, qué lástima, no cuenta aquí con la presencia de una esposa, sino de una novia poco resolutiva llamada como la preciosa actriz que la interpreta (Anne Francis). El resto lo hace Sturges tras la cámara.
Quizás elimine cierto grado de violencia del libro (los protagonistas son torturados con más ahínco que en su versión cinematográfica), pero durante la huida por páramos desérticos y los enfrentamientos cara a cara, el director no pierde un ápice de su habilidad, de su pulso de cirujano para, por medio del atractivo formato PanaVision y de un montaje de ritmo imparable a cargo de Ferris Webster, absorbernos en los entresijos de la intriga y la acción y los tira y afloja de los espías y esos agentes militares cuyo único objetivo es recuperar su preciado tesoro, sin importar las vidas aliadas que pueden caer en el proceso.

El director y el guionista, por fortuna, hacen caso omiso de la última parte del libro, donde se revelaban las intenciones del villano, y que siempre me parecieron inverosímiles y torpes (¿quién se creería todo este complot creado para simplemente cometer unos cuantos atracos?).
Todo queda regado de la brillante música de Jerry Goldsmith, que tiende a elevar la emoción en cada secuencia y en el instante preciso. Un pena que, por estar ubicada entre dos obras de envergadura en la carrera del de Illinois ("La Gran Evasión" y "La Batalla de las Colinas del Whiskey"), la presente haya quedado olvidada y en tierra de nadie...
Chris Jiménez
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14 de diciembre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de La Gran Evasión (1963) era realmente muy difícil tener otro éxito cómo aquel. Y esto no es, evidentemente. No está nada mal esta película, es interesante, a medio camino entre la ciencias ficción y el thriller, temática muy de la época, por otra parte.
No camina por una senda equivocada, pero va perdiendo interés a medida que avanza. No es de esas cintas que se recuerdan, y probablemente tampoco es de esas que se vuelvan a ver. La teoría del excéntrico que es capaz de poner el mundo a sus pies porque tiene una fórmula secreta que puede acabar con la humanidad queda mejor en las cintas de 007 que en los thriller. Es tono despreocupado, desenfadado, fuera de la rigurosidad de un guión y una interpretaciones ortodoxas (aunque, sin ninguna duda, todo está perfectamente preparado) no casan bien con este tipo de cintas que tiene un propósito dramático y un fondo de verosimilitud.
Un reparto muy peculiar. George Maharis es el protagonista, un actor que también hacía discos pop. Richard Basehart, y Anne Francis, chica que intervino en alguna película de la época de ciencia ficción. Y, por último, Dana Andrews, que supongo que le da caché a la película, prestigio y empaque.
La cinta se deja ver, sin más. No tiene nada a dónde agarrarse para elevarse. Una cinta algo plana, sin demasiada vida. No la ha tratado bien el paso del tiempo.
ÁAD
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