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Wonderstruck: El museo de las maravillas

Drama Ben y Rose son niños de dos épocas distintas, que desean en secreto que sus vidas sean diferentes. Ben sueña con el padre que nunca conoció, mientras Rose lo hace con una misteriosa actriz, cuya vida condensa en un cuaderno de recuerdos. Cuando Ben descubre una pista en su casa, y Rose lee un tentador titular en el periódico, ambos comienzan una búsqueda que se desarrollará con una fascinante simetría. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
1 de enero de 2018
24 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cualquiera que conozca la filmografía de Todd Haynes no la describirá precisamente como accesible. Su magistral último trabajo, “Carol” (2015), sobre un romance lésbico en la década de los 50, no fue exactamente una película para todos los públicos. Ello no tiene nada que ver con la calidad de sus películas, todo lo contrario, posiblemente estemos ante uno de los mejores realizadores contemporáneos, sino por la complejidad de sus temáticas y contenidos.

En cambio, con Wonderstruck, posiblemente estemos ante una excepcionalidad en su obra, un cuento de hadas moderno, dirigida tanto a mayores como a jóvenes, ideal para verla en familia. Aunque el libro de Selznick presenta personajes infantiles, y estaba dirigido en un inicio al público más joven, en el fondo conecta con los lectores de todas las edades. Con Wonderstruck sentimos que Haynes apunta en la misma dirección, continua con el mismo enfoque y no se dirige exclusivamente a un público infantil.

Wonderstruck es una película sobre la vida, el cine y los museos. Utiliza la luz, el sonido, el montaje, la puesta en escena y los decorados para retratar las misiones profundamente sentidas de dos niños: Ben y Rose. Ambos poseen la misma edad y dificultades (son sordos) para encontrar a sus respectivos padres. Ben y Rose no se sienten realizados en sus lugares y sueñan con otra vida. Ambos deciden ir a Nueva York y tomar el mismo camino. Las dos lineas narrativas se describen en paralelo a la espera de que ambas confluyan en un mismo punto y nos de respuesta a las intrigas planteadas de inicio.

La aparición de Millient Simmonds en su debut en la gran pantalla, es un maravillosa sorpresa y un gran descubrimiento. Tras una mirada conmovedora y unos gestos equilibrados, sentimos y notamos de manera natural todas sus emociones. El otro protagonista infantil, Oakes Fegley, en cambio, pese a su corta edad, es ya un veterano. Todos le recordaremos por su actuación en “Peter y el Dragón” (2016).

Sobre las películas de Tod Haynes, independientemente de que puedan estar mejor o peor, lo único que puede asegurarse siempre es que el diseño de producción será perfecto y Wonderstruck no es una excepción. El diseñador Mark Friedberg (The Amazing Spider-Man 2) recrea dos épocas totalmente diferentes de Nueva York con un toque magistral. Es una autentico gozo y placer observar la profundidad y minuciosidad con que están filmados todos los detalles de cada periodo.

Como nos tiene siempre acostumbrados, Tod Haynes ha conseguido nuevamente en Wonderstruck mostrarnos su especie de marca registrada: Realizar una película pensando hasta el mínimo detalle. Junto a su Director de Fotografía Ed Lachman, usan una sorprendente combinación de películas Kodak de 35 mm en blanco y negro, con otras en color, para dar a las dos líneas narrativas desarrolladas en la trama una autenticidad y una belleza única.

La ciudad de Nueva York de los años 20 que habita Rose, además de la magnífica fotografía, va acompañado de un impresionante diseño de vestuario, decorados y escenografías que consiguen mágicamente transportar y trasladar a los espectadores a otra era. Desde la ropa de la gente hasta los carruajes de la época mantienen nuestros sentidos absortos ante la magnitud del espectáculo ofrecido por Haynes, donde todo está recreado a la perfección. La fotografía en blanco y negro aumenta la sensación de realismo, del mismo modo que la inexistencia de sonido crea la impresión de estar viendo una película muda.

El mundo de Ben en la década de los 70, psicodélico, funky y saturado contrasta con el de Rose en Blanco y negro, silencioso, entusiasta y envolvente. Ed Lachman recrea estos años con colores naranjas quemados. Al igual que en la época de Rose, las calles llenas de gente por las que deambula Ben están minuciosamente realizadas tanto en decorados como vestuarios. Ademas, Tod Haynes, emplea aquí canciones como “Space Oddity” de David Bowie o “Fox On The Run” de Sweet para conseguir mayor efecto y autenticidad.

Al igual que en las películas mudas, la partitura tiene un peso relevante en el resultado final, y por la magnífica utilización de la música en cada una de las escenas, brilla el excelente trabajo de Carter Burwell con el que ya colaboró Haynes en “Carol“. Su música evoca sentimientos y emociones sin llegar a ser nunca manipulador.

Wonderstruck realiza un bello homenaje al cine mudo, a esa transición hacía el cine sonoro. Una película mágica que consigue trasladar al espectador, como si de una máquina del tiempo se tratara, a otras épocas (los años 20 del cine mudo y la época funky de los 70), gracias a una espectacular ambientación con una minuciosa realización donde se cuida el más mínimo detalle.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Eduargil
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8 de octubre de 2017
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso film dirigido por Todd Haynes, y no sólo por su historia y manera de narrarla sino porque tras las cámaras está un realizador que hasta ahora no había contado argumentos dirigidos para toda la familia.
Y es que es un cuento con buenos sentimientos, razón por la que se le pueden perdonar las demasiadas coincidencias en el desarrollo de los acontecimientos, alejados de la credibilidad, por muy verosímiles que pudieran llegar a ser (que, francamente, apenas lo son).
Pero nos lo tenemos que tragar con patatas, tal y como ha sido escrito por Brian Selznick, adaptando su propia novela.
Técnicamente está muy bien, con esa yuxtaposición entre dos épocas alejadas en el tiempo, cada una con su color y su protagonista.
La música es lo mejor de la película, con muy bonita banda sonora y canciones preciosas que acompañan cada una de ellas sentimientos y épocas de los dos niños protagonistas.
Para mi gusto va de más a menos, al comienzo se ve con verdadera curiosidad existiendo indudable interés sobre cómo derivará el argumento. Pero el tercio final es bastante sensiblero y se hace algo cansino.
De todos modos, merece la pena su visión, aunque, siendo un film familiar, creo sinceramente que aburrirá a los niño/as que vayan a verla. No es su película. Y tampoco estoy seguro de que lo sea para los adultos.

https://filmsencajatonta.blogspot.com.es
Constancio
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31 de enero de 2018
17 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apunta a conectar 2 historias entre sí (una en 1927, la otra en 1977) de un modo emotivamente ineficaz. Se torna demasiado tediosa, previsible y muy triste. Asimismo el argumento resulta inconcluso dejando muchas mas dudas que certezas. No me gustó.
Darío Lapicki
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7 de enero de 2018
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todd Haynes ha madurado como autor. Su progresión es más que evidente. Sabe filmar como hacen los buenos directores, técnicamente domina su profesión, para mí no hay duda, pero es verdad que echo de menos sus rasgos iniciales en sus historias y en sus propuestas. Valga como ejemplo su mediometraje “Superstar: The Karen Carpenter Story”, que quizás por los obstáculos legales impuestos por la familia Carpenter y por utilizar muñecas Barbie sin que sus propietarios sacaran mayores beneficios, sigue sin poder exhibirse, pero con el paso del tiempo ha adquirido la categoría de mito.

Sus proyectos actuales son más “comerciales” pero no ha renunciado a ciertas particularidades, como el rodar a blanco y negro, aunque sea parcialmente como en este caso, o el rodar una película con escasos diálogos, como en su día aceptó el reto Mel Brooks con “La última locura”.

A Haynes le sigue interesando la música o los seres marginales que buscan amor, aunque de un modo más asequible para el gran público, aunque no sea, afortunadamente, ni del todo edulcorado o realizado sin personalidad. Por ello, el haberse estrenado en España “Wonderstruk: El museo de las maravillas” en vísperas del día de Reyes y que sus protagonistas sean niños, puede inducir a error a ciertos padres que acuden a verla con sus hijos, esperando otra típica producción navideña de la tromba que sacude las salas en estas fechas. Y no es así. Se podría decir que “Wonderstruck: El museo de las maravillas” es la película cinéfila que rara vez se produce. Se ve que Amazon ha arriesgado, como en su día hizo por ejemplo Disney produciendo la sombría “El carnaval de las tinieblas”, de Jack Clayton, con la diferencia de que el film de Clayton era siniestro y este film de Haynes, como hemos dicho, es una curiosidad para los amantes del cine, incluyendo a cinéfilos de corta edad, que son pocos, pero existen: rodada en color y blanco y negro, como hemos dicho, casi sin diálogos y sin caer en lo previsible.

De nuevo, en este film de Haynes, se cuenta con una estupenda fotografía, preciosos decorados (y maravillosas maquetas), bonito vestuario, buen montaje o una banda sonora de Carter Burwell muy lograda que sirve en todo momento al relato y nunca se superpone. Puede que sea de uno de los mejores trabajos de este músico en varios años.

El reparto en su integridad, tanto adultos como menores, está muy bien, así como la elegante puesta en escena de Haynes. Quizás sea su guión el que ha tenido que salvar posibles baches de ritmo ante la propuesta descabellada de su director, pero lo logra. Puede que “Wonderstruk: El museo de las maravillas” sea valorada como lo que ha querido pretender más que por lo que ha logrado, pero a su favor, al menos para mí, hay que sumarle su sensibilidad, el maravilloso juego de sonidos que requería, sus preciosos temas musicales seleccionados y el riesgo que todo ello conllevaba, algo inusual para el cine actual, no ya infantil, si no incluyendo el cine hecho para adultos. Merecería correr mejor suerte en taquilla, más de la que va a tener.
Maggie Smee
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8 de enero de 2018
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Todos estamos en el barro, sólo que algunos miramos las estrellas"
En los primeros compases de esta melodía de otra época, tocada a dos tiempos, Ben se despierta y se queda pensando en la oscuridad sobre el significado que tiene esa sentencia.
Es algo que le retrotrae a otro momento, a una madre que se fue con un enigma que se esfumó sin llegar a conocerlo, y el significado de esa frase de repente se queda pequeño si lo limita a eso, o bien crece desproporcionado, fuera de abstracciones, apuntando a su propio misterio: "¿qué significado tiene... para ti?"

'Wonderstruck: El Museo de las Maravillas' es, antes que nada, una exquisita pieza de artesanía.
Una de esas historias condensada en fotogramas y sonidos, material muerto que, sin embargo, podría formar parte de cualquier museo, porque el significado que encierra sobrepasa cualquier utilidad "real" que se le podría dar.
A menudo nos olvidamos de esa capacidad que tiene un objeto para encerrar misterios e historias, pero esta película juega a recordarnos precisamente eso: todos somos los cuidadores de nuestro propio museo, almacenando piezas sin valor que, examinadas, guardan todo lo que somos, y el lugar que ocupamos en ese enorme gabinete de maravillas que viene a ser el momento en que vivimos.

Hay que darle mil millones de gracias a Todd Haynes por prescindir de la palabra y el ruido directo, para centrarse única y exclusivamente en la conexión humana, sostenida en intentos por comunicarse, lenguaje de signos y cachivaches que encierran significados.
Exponiendo con eso que quizá perdemos algo cuando hablamos sin contar nada, como retrata la triste estampa de una niña sorda saliendo por última vez del cine que se abre paso a las películas sonoras: un naufragio sutil y delicado, que transpira dolor porque, entre tiempos cambiantes, se le ha privado de la única manera que tenía de entender el mundo.
Todos en algún momento hemos sentido esa cuerda desatada, ese callejón sin salida, que pide un encuentro entre lo que sentimos y qué momento vivimos, y las más de las veces nos obliga a llenar nuestros propios museos, en busca de ese objeto que sea capaz de unir quiénes somos y dónde nos corresponde estar.

Ben y Rose se sienten así, separados entre el 1977 y el 1927 respectivamente, pero ambos se encuentran con un enigma que no les aisla: un marcapáginas que guarda la prueba de un padre que le espera en el caso del primero, y una actriz que habla en emociones entendibles en el caso de la segunda.
Ambos han almacenado sus maravillas, animales de plástico y ciudades con textura de revista, pero siempre han carecido de un significado que les dé sentido, y por eso se lanzan a la aventura del Nueva York que les llama, porque ya va siendo hora de dejar de admirar objetos vacíos, y seguir un hilo que les hace mirar las estrellas fuera del barro en el que han vivido.
Podría ser la historia de una madurez, como siempre, pero es la historia de un descubrimiento: el que guardan sitios y personas desconocidas, que algún día dejaron huellas de lo que sentían, y consiguieron despejar la incógnita de a dónde pertenecían.

Pese a su paralelismo espiritual, las búsquedas de Ben y Rose no son la misma: ella pertenece a un escalón familiar que por diversos motivos no puede abandonar, y él ha quedado huérfano y desamparado, con sólo un puñado de trozos de pasado que le recuerden de dónde ha venido.
En ese punto, el Museo de Historia Natural de Nueva York y la Exposición de Queens se dan la mano, siendo elementos totalmente antagónicos, símbolos de otras épocas que se antojan misterios, y que sin embargo, en su generalidad, también guardan piezas de esos museos personales de cada uno, porque nadie que pueda crear y sentir lo hace sin dejar un pedazo de si mismo en ambas acciones: somos criaturas que no podemos evitar comunicarnos, aún a pesar de las eras, los sufrimientos y los silencios.
Es un sentir maravilloso que esta historia recrea mejor que nada, que también nos impulsa a seguir los viajes de los dos niños pese a no saber nada, y finalmente nos emociona al ver que somos nosotros quienes dotamos de significado lo que hemos amado.

Para muchos, un museo, un animal disecado, una película, sólo serán cápsulas de pasado, que pueden guardar emoción pero no significado.
Por eso, la verdadera maravilla de esta fábula norteamericana es decirnos que te puedes dejar inundar por lo que alguien ha dejado, y de esa historia que no has vivido puedes sacar una propia, con la que otros se fascinarán como si les hubiera caído un rayo.
(No por casualidad, 'Wonderstruck' podría verbalizar una expresión para ese momento en que algo nos maravilla, y queremos saber más)

Pero lo mejor, lo más hermoso, el verdadero museo que nos querían mostrar, es la conexión entre personas de diferentes generaciones, admirando las estrellas que siempre veían, por fin haciéndose compañía.
Verdaderas y puras maravillas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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