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Sing Street: Este es tu momento

Comedia. Drama. Romance En el Dublín de 1980, la recesión económica hace que Conor cambie la comodidad de la escuela privada en la que estudiaba por un centro público donde el clima es más tenso. Encontrará un rayo de esperanza en la misteriosa Raphina y, con el objetivo de conquistarla, la invitará a ser la estrella en los videoclips de la banda que quiere formar. Ella accede, y ahora Conor debe cumplir su palabra. (FILMAFFINITY)
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Críticas 100
Críticas ordenadas por utilidad
8 de julio de 2016
96 de 112 usuarios han encontrado esta crítica útil
Disfruté muchísimo de Begin Again cuando la vi y su música y encanto se quedaron en mi cabeza. Posteriormente vi Once y lo pasé también muy bien aunque no tanto como la cinta de Keira Knightley. En esta ocasión Carney vuelve a la fórmula 'Vamos a formar una banda' y lo vuelve a hacer, logra su mejor largometraje. Más íntimo, más emocionante y quizás con más presupuesto. Tanto las localizaciones como el vestuario y la fotografía hacen una delicia acompañando a las maravillosas canciones compuestas por el propio director quien también escribió la historia. Ambientada en los 80 con aires de Footloose con canciones protesta, el protagonista y todo el reparto lideran una película teen, nostálgica y emotiva que te arranca risas como llantos y momentos de arrancar a bailar como cierto momento 'de rojo'. Carney logra un festín de emociones sin límites con los tópicos del género pero mezclando personajes y evolucionando de la mejor manera. Quizás la evolución del matón de turno me pareció poco realista pero el guión necesitaba que su línea se guiara por ese derrotero debido a como finaliza la historia. La historia de amor logra conmover y empatizas con el chaval quinceañero quien tiene una voz sensacional. En definitiva, una película emocionante, muy entretenida, la búsuqeda de sueños en su máximo esplendor, además de contar con ese primer amor, tiene cosillas de Begin Again pero llega aún más al corazón gracias al montaje y por supuesto sus memorables canciones. Mi favorita del año y espero que sea reconocida en los oscar y no solo con mejor canción original, que Jack Reynor se marca un personaje secundario muy bueno y con un momento desgarrador y para recordar. Sobresaliente.
StarNine27
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29 de julio de 2016
85 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Sing street" tiene una de las máximas virtudes que una película puede tener: su ausencia absoluta de pretensiones. Pequeña y humilde, le alcanza con su historia de iniciación musical/amorosa -narrada con humor y frescura- para producir su efecto de encantamiento. Las pasiones, frustraciones, desconciertos de un adolescente sensible con inquietudes artísticas en un pueblo pequeño están narradas de un modo luminoso, con un amor y una empatía del director hacia sus criaturas que no es muy usual en el cine actual, mucho más afecto a una postura desapegada o cínica. El arte -en este caso el rock- como un camino posible para escapar de la mediocridad y la chatura de un medio áspero y hostil, o la esperanza como una de las formas de la resistencia. Larga vida al cine que nos recuerda estas cosas.
klaudita
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13 de octubre de 2016
59 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es agradable de ver, los actores son adecuados y caen bien (aunque el de Juego de Tronos no encaja en el papel de padre de familia en descomposición), hay química en la pareja protagonista, buenas canciones y buen rollo (demasiado bueno para el contexto en que se desarrolla la historia). O sea que puedes pasar un buen rato, sin angustias ni sobresaltos.
Yo lo pasé bien, pero sin tener orgasmos emocionales ni desear tirar cohetes de agradecimiento. Y es que
si te la tomas como una fábula, la película se queda un poco sosa, y si te la tomas como una película seria, es decir realista al estilo de la vieja y estupenda "The commitments", la verosimilitud hace aguas casi desde el primer momento, en la propia creación de la banda y sus repentinamente superdotados componentes, en lo descafeinado de muchas dramáticas situaciones, en los malos, tópicos y de medio pelo, cura incluido, y etcétera.
Por eso, aunque el corazón me pide ponerle un 7, mi cabeza decide dejarlo en un 6.
Jurelo del norte
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25 de julio de 2016
47 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio, Conor está solo en su habitación, tocando la guitarra.
Saca una letra cualquiera tratando de ponerle melodía, hasta que oye a sus padres discutir al otro lado de la puerta. Y piensa que podría ser divertido transformar sus palabras en una canción. De alguna manera, así cantadas parecen carecer de su sentido hiriente, transformándose en algo agradable de escuchar.
El entorno de Conor no es el mejor, pero no por ello dejará de tocar, porque así se hace manejable y fácil. Puede que hasta mejore.

'Sing Street' se define así en su primera escena, de la manera más sencilla, con toneladas de sinceridad, buenas intenciones y un protagonista con el que es imposible no empatizar.
Quizá porque todos fuimos él en algún momento de nuestras vidas: incomprendidos por nuestros padres, acorralados por nuestros maestros, hastiados por nuestros compañeros escolares. Pero siempre agarrados a una ilusión que nos fortalecía, un secreto inconfesable que se hizo parte de quienes somos.
Esta historia recupera ese momento apenas percibido en que decidimos dejar la seguridad atrás y nos enfrentamos al mundo, todavía vacilantes, pero seguros de que con nuestro sueño podíamos llegar lejos. Por primera vez, sin red de seguridad, conscientes de que otros no lo han conseguido (ese hermano que Jack Reynor hace grande a cada frase cínica), pero dispuestos a intentarlo.

El sueño de Conor tiene nombre y mirada: Raphina, la chica permanentemente observadora al otro lado de la acera del instituto, la perfecta encarnación de ese misterio adolescente que nos haría capaz de cualquier cosa solo por una tarde con ella.
Y precisamente ella se convertirá en la causante de que Conor se ponga a crear una banda con sus amigos, con el único objetivo de que ella pueda ser la modelo de su videoclip: el sueño de formar parte de aquel programa musical en la televisión que ve con su hermano se transmuta en una realidad más sencilla, que no por cutre puede borrar la pasión que se pone en el proyecto.
Las imágenes capturadas en cámara casera no pueden ocultar que nadie tiene la más remota idea de cómo rodar algo decente, pero no importa, porque en aquella tarde maravillosa se viven dos triunfos: la sensación de que por fin la banda es algo real, y de que la proximidad con Raphina podría ser el anticipo de mucho más. Pocas cosas más necesita un adolescente enamorado, pero la pregunta sería ¿necesita nadie alguna cosa más que entregarse a un sueño y a un amor?

La música no tarda en alejar los problemas de Conor y convertirse en el hilo musical de una fantasía que nunca sabrá si podrá volver a vivir: que la chica que le gusta ahora no le mira con desdeñoso desinterés, sino con divertida curiosidad. Lo que antes era apatía, ahora podría ser algo genial, y ese misterio nos recuerda lo que no se debe perder para levantarse con ilusión cada mañana.
Las ganas de transformar. De crear. No tener ganas de destruir, ni siquiera los problemas, sino querer convertirlos en algo mejor, todo lo contrario de lo que hacen el matón del colegio o los padres de Conor. Ambos sienten que el mundo les ha tratado injustamente y lo pagan con otros, añorando algo bueno que nunca llegará.
Sin embargo, cada vez que Conor se siente triste llama a su amigo para escribir otra canción. Porque así el dolor podrá transformarse en algo mejor, algo que puede ser compartido perdiendo su sentido inicial, dejando paso a una melodía que puede recordarnos algo grandioso de nosotros mismos o hacernos sentir menos solos. Seguro que es eso lo que siente Raphina, cassette tras cassette en su buzón, sola y perdida entre afectos no correspondidos, tratando de buscar un sentido a ese chico extraño que busca su corazón, algo que ella ha aprendido a no usar porque solo trae problemas.

En su mejor escena, por si no había quedado claro, un triste ensayo se transforma en el mejor concierto que hayamos visto jamás.
Un momento en que los sueños se cumplen, las historias tienen final feliz y hasta todo lo malo se resuelve bailando, como si todos los malos sentimientos fueran una carcasa que es más fácil quitarse de lo que parece. ¿La respuesta? La música, la pasión, el sueño, sonando a todo volumen y desafiando una realidad que a veces tiene demasiado miedo de encontrarse con algo bueno.
Por eso Conor sigue tocando, porque se ha encontrado ese algo bueno está en la mirada de Raphina. Y merece la pena no dejar de tocar si eso va a ser capaz de ahuyentar los problemas que no les quieren juntos.

'Sing Street' es una historia sobre el primer amor, pero no es "otra" historia sobre el amor.
Porque nos habla sinceramente de la manera en la que te cambia esa emoción, a ti y a los demás, dándote la sensación de que cualquier sueño está al alcance de tu mano.
Algo muy fácil de olvidar, pero cuando se recuerda no hay límites para todo lo bueno que podrá traer el día siguiente.
Charles
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2 de octubre de 2016
42 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
El amor por la música que destila esta obra me resulta seductor. Así como la primorosa recreación de los años ochenta, con sus peinados imposibles y sus ropajes eclécticos y estrafalarios, llenos de colorido y provocación. Y nos viene desde Irlanda, un país ultra católico y conservador, impregnado de religión rampante y colegios de curas que nos remite a nuestro propio pasado carpetovetónico – más remoto que real – donde los bailes agarrados y el deseo sexual estuvieron proscritos por ser fuente de pecado y origen de todo mal. No fuimos los únicos que padecimos una educación rancia y mojigata, llena de censuras y excomuniones, de anatemas y sinsentidos… pero nos faltó quizás la música como vía de escape, como compuerta liberadora. Y otra similitud con la apolillada piel de toro es que la emigración fue durante mucho tiempo la única salida para huir de una sociedad empobrecida, sin una oportunidad laboral real y estancada en el atraso social y económico.

Aquí tenemos una propuesta atractiva y simpática, algo ñoña y simplista, pero llena de energía y encanto, que se centra en la génesis de una banda musical adolescente que tiene como propósito manifiesto – y casi exclusivo – de ganarse a la chica deseada, seduciéndola con las maquetas musicales que iban improvisando y con desaliñados videos caseros con los que ilustraban las primerizas canciones que elaboraban entre sus más diestros componentes. Poco original ni del otro mundo, pero contado con garra y pasión, con desinhibida pericia y diestra mezcolanza entre rebeldía y ensoñación, entre ensimismamiento y ansias de libertad. Atinada coctelera llena de luz, ilusión, frenesí y avidez.

Las muchas canciones – y su impetuosa y caótica germinación – están muy bien engarzadas en la trama y encandilan por el entusiasmo con que se presentan. A ratos parece un detallado documental sobre el nacimiento de un grupo musical de éxito (su origen, sus primeros pasos, su primer concierto,…) y a ratos se antoja un tópico encadenado de lugares comunes y bobadas de patio de colegio, más efectista que sincero, demasiado fingido y dulcificado como para acabar de creérselo. Carece de profundidad, los personajes apenas cobran vida autónoma y resulta por ello algo insatisfactorio. Porque contiene el embrión de una gran película, pero se queda a medio camino entre la ficción atolondrada y el cuento de hadas gazmoño con final feliz predecible.

Pero ateniendo a lo que hay, no cabe duda que seduce y despierta la simpatía y complicidad del espectador. Uno puede excusar y perdonar sus carencias y gansadas y entregarse al placer del disfrute desinhibido por el puro arrebato de una historia palpitante y bulliciosa.
antonalva
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