Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de Charles:
9
Comedia. Drama. Romance En el Dublín de 1980, la recesión económica hace que Conor cambie la comodidad de la escuela privada en la que estudiaba por un centro público donde el clima es más tenso. Encontrará un rayo de esperanza en la misteriosa Raphina y, con el objetivo de conquistarla, la invitará a ser la estrella en los videoclips de la banda que quiere formar. Ella accede, y ahora Conor debe cumplir su palabra. (FILMAFFINITY)
25 de julio de 2016
47 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio, Conor está solo en su habitación, tocando la guitarra.
Saca una letra cualquiera tratando de ponerle melodía, hasta que oye a sus padres discutir al otro lado de la puerta. Y piensa que podría ser divertido transformar sus palabras en una canción. De alguna manera, así cantadas parecen carecer de su sentido hiriente, transformándose en algo agradable de escuchar.
El entorno de Conor no es el mejor, pero no por ello dejará de tocar, porque así se hace manejable y fácil. Puede que hasta mejore.

'Sing Street' se define así en su primera escena, de la manera más sencilla, con toneladas de sinceridad, buenas intenciones y un protagonista con el que es imposible no empatizar.
Quizá porque todos fuimos él en algún momento de nuestras vidas: incomprendidos por nuestros padres, acorralados por nuestros maestros, hastiados por nuestros compañeros escolares. Pero siempre agarrados a una ilusión que nos fortalecía, un secreto inconfesable que se hizo parte de quienes somos.
Esta historia recupera ese momento apenas percibido en que decidimos dejar la seguridad atrás y nos enfrentamos al mundo, todavía vacilantes, pero seguros de que con nuestro sueño podíamos llegar lejos. Por primera vez, sin red de seguridad, conscientes de que otros no lo han conseguido (ese hermano que Jack Reynor hace grande a cada frase cínica), pero dispuestos a intentarlo.

El sueño de Conor tiene nombre y mirada: Raphina, la chica permanentemente observadora al otro lado de la acera del instituto, la perfecta encarnación de ese misterio adolescente que nos haría capaz de cualquier cosa solo por una tarde con ella.
Y precisamente ella se convertirá en la causante de que Conor se ponga a crear una banda con sus amigos, con el único objetivo de que ella pueda ser la modelo de su videoclip: el sueño de formar parte de aquel programa musical en la televisión que ve con su hermano se transmuta en una realidad más sencilla, que no por cutre puede borrar la pasión que se pone en el proyecto.
Las imágenes capturadas en cámara casera no pueden ocultar que nadie tiene la más remota idea de cómo rodar algo decente, pero no importa, porque en aquella tarde maravillosa se viven dos triunfos: la sensación de que por fin la banda es algo real, y de que la proximidad con Raphina podría ser el anticipo de mucho más. Pocas cosas más necesita un adolescente enamorado, pero la pregunta sería ¿necesita nadie alguna cosa más que entregarse a un sueño y a un amor?

La música no tarda en alejar los problemas de Conor y convertirse en el hilo musical de una fantasía que nunca sabrá si podrá volver a vivir: que la chica que le gusta ahora no le mira con desdeñoso desinterés, sino con divertida curiosidad. Lo que antes era apatía, ahora podría ser algo genial, y ese misterio nos recuerda lo que no se debe perder para levantarse con ilusión cada mañana.
Las ganas de transformar. De crear. No tener ganas de destruir, ni siquiera los problemas, sino querer convertirlos en algo mejor, todo lo contrario de lo que hacen el matón del colegio o los padres de Conor. Ambos sienten que el mundo les ha tratado injustamente y lo pagan con otros, añorando algo bueno que nunca llegará.
Sin embargo, cada vez que Conor se siente triste llama a su amigo para escribir otra canción. Porque así el dolor podrá transformarse en algo mejor, algo que puede ser compartido perdiendo su sentido inicial, dejando paso a una melodía que puede recordarnos algo grandioso de nosotros mismos o hacernos sentir menos solos. Seguro que es eso lo que siente Raphina, cassette tras cassette en su buzón, sola y perdida entre afectos no correspondidos, tratando de buscar un sentido a ese chico extraño que busca su corazón, algo que ella ha aprendido a no usar porque solo trae problemas.

En su mejor escena, por si no había quedado claro, un triste ensayo se transforma en el mejor concierto que hayamos visto jamás.
Un momento en que los sueños se cumplen, las historias tienen final feliz y hasta todo lo malo se resuelve bailando, como si todos los malos sentimientos fueran una carcasa que es más fácil quitarse de lo que parece. ¿La respuesta? La música, la pasión, el sueño, sonando a todo volumen y desafiando una realidad que a veces tiene demasiado miedo de encontrarse con algo bueno.
Por eso Conor sigue tocando, porque se ha encontrado ese algo bueno está en la mirada de Raphina. Y merece la pena no dejar de tocar si eso va a ser capaz de ahuyentar los problemas que no les quieren juntos.

'Sing Street' es una historia sobre el primer amor, pero no es "otra" historia sobre el amor.
Porque nos habla sinceramente de la manera en la que te cambia esa emoción, a ti y a los demás, dándote la sensación de que cualquier sueño está al alcance de tu mano.
Algo muy fácil de olvidar, pero cuando se recuerda no hay límites para todo lo bueno que podrá traer el día siguiente.
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow