El vigilante nocturno

Ni es la típica memez a lo Darío Argento ni los creadores contaron con la inspiración con que Amenábar rodó su "Tesis" un año antes.
En realidad, la historia, desde que se descubre quién es el asesino –cosa que ocurre antes de lo normal en este tipo de cine–, no deja de ser una chorrada sin demasiado sentido (ver SPOILER). Son la estética y la manera de contarla, sin renunciar a un sentido del humor ni tosco ni deslumbrante, las que hacen que todo parezca mejor. Pero es, en gran parte, sólo apariencia.

Aunque es decente, me parece muy sobrevalorada en los ambientes por los que me muevo.

Oscura e inquietante oferta que combina buenas dosis de suspense gracias a escenarios realmente escalofriantes que derivan de una morgue forense. Los silencios, los cuerpos de los cadáveres, la soledad nocturna y un asesino psicópata que resuella entre las tinieblas son los elementos intrigantes que le dan atracción a este thriller policial que cuenta con sólidas actuaciones y atmósfera amenazante. Sólo achacarle que el desenlace sorpresa del guión se elucida bastante antes de finalizar el filme, y con ello se disipa bastante el clima de tensión y de incertidumbre. Pero por lo demás, una cinta donde la oscuridad de la noche y el temor a lo macabro pone en jaque al espectador en varios pasajes del relato.

Ole Bornedal debutaba en 1994 con El vigilante nocturno, una de esas pequeñas joyas de la cinematografía danesa de la que él mismo dirigiría un remake tres años después del éxito festivalero de ésta, y en la que nos introducía en los primeros pasos de un muchacho en su nuevo trabajo: ser el vigilante de la morgue. Con un pretexto tan suculento entre manos, Bornedal no lo desaprovechó y logró uno de esos trabajos que son lo que son no únicamente por sentar una base entorno a una premisa de lo más interesante, sino también por conocer como jugar a la perfección con el lenguaje metatextual y encontrar en él la complicidad de un espectador que raramente esperaría algo así de una cinta como El vigilante nocturno.

Es a través de ese lenguaje como, soterradamente, Bornedal nos conduce a un diálogo e inicia un jugetón escarceo con el espectador desmantelando sus cartas y, aunque su factura parece alejarla de esos thrillers típicos que uno ya conoce como la palma de su mano, empieza a manejar sus bazas como mejor sabe con secuencias que nos retrotraen a esas películas malas de las que parece hablar su protagonista, engarzando momentos que, aunque acompañados por una tensa y desasosegante atmósfera que parece no querer abandonar el film, nos sitúan en el escalafón más alto de una propuesta que se desvela como el juego impuesto entre esos dos protagonistas por mera diversión. Parece ser ese el mismo motivo que empuña el cineasta danés para su primera incursión en un terreno donde, más allá de reconstruir esas mentadas secuencias tan típicas del estilo, evade una mixtura de géneros que fácilmente podría haberlo llevado al cine de terror o, más concretamente, al «slasher», pero que Bornedal decide esquivar con una estructura bastante alejada de ese precepto.

El juego del falso culpable se inicia así con una galería de personajes en la que no faltan comportamientos arbitrarios u extraños para otorgar al espectador un rompecabezas que, desgraciadamente, no trasciende; y no lo hace puesto que mientras en el aspecto formal El vigilante nocturno se muestra firme, aunando un tono de lo más consecuente e incluso evitando baterías de imágenes cuando lo más fácil hubiese sido recurrir a ellas, es en la configuración de un guión ciertamente ingenuo, que otorga pistas demasiado evidentes al espectador, donde se desmonta una trama que probablemente no es lo que más importancia posea en el film, pero de la que se podría haber sacado un partido mucho mayor de cuidar esos aspectos que en el guión de Bornedal resultan más cándidos de lo habitual y exponen la conclusión mucho antes de su final, hecho que quizá se hubiese podido evitar mostrando con anterioridad el rostro asesino y dejando que ese mentado juego de falsos culpables funcionase como eje para bailotear en la cabeza del protagonista y poco más.

No obstante, es la autoconsciencia y, en cierto modo, la ambigüedad de un trabajo así lo que termina irguiéndose como principal complemento de una trama donde, pese a no encontrar más matices humorísticos ni una negrura que le habría venido de maravilla al asunto, sí obtenemos un conjunto compacto que encuentra su catarsis en esos minutos finales donde retoza en lo escabroso pero, en especial, se termina de forjar ese pacto ficcional con el espectador gracias a una última secuencia que si algo confirma es que Bornedal no estaba más que recreándose en las constantes de un género que descubre aquí como depurar todos los males contenidos en él sin necesidad de entregarse a una trama original o impactante, revelando así el debut de dos piezas claves en el cine nórdico de los últimos años: Ole Bornedal y Nikolaj Coster-Waldau.


Crítica para www.cinemaldito.com
@CineMaldito

Ole Bornedal se inyecta lo mejor de Brian de Palma ("Vestida para matar"), así como el magistral thriller-tv film. Una película con gran potencial que da la sensación de que no es mejor porque no quiere. Posee comedia, sarcasmo, los cruciales elementos de un buen thriller y una fluidez y sencillez, en el buen sentido, que hacen que sea una de las mejores películas danesas de los 90. Fuera de la moda del dogma 95.

Muchos años antes de enfundarse el traje de Guardia Real del inolvidable Jaime Lannister en Juego de Tronos, Nikolaj Coster-Waldau debutaba en su Dinamarca natal con El vigilante nocturno, un pequeño clásico del terror nórdico de los años 90 que años después tuvo incluso su remake en lengua inglesa, con Ewan McGregor como protagonista.
Y la verdad es que, pese a ser muy novato, se percibe ya que Coster-Waldau tiene un carisma, una masculinidad y un talento apabullantes, y eso que la película en sí no acompaña demasiado. Tiene su cierto encanto, desde luego, si es que se puede asociar la palabra "encanto" con una cinta tan sangrienta, pero tiene más que ver con el estilo noventero y con el carisma de los intérpretes que con el guion en sí.
Sin embargo, a día de hoy se sigue recordando, aunque sea en ciertos círculos y especialmente gracias a su hoy famoso protagonista, y eso hay que reconocerlo.

Lo mejor: Su estilo noventero y Nijolaj Coster-Waldau.
Lo peor: El guion podría estar más elaborado y trabajado.