Historía y Fantasía (con mayúsculas bien grandes) se combinan aquí para destilar una suerte de onírica fábula que nos hará soñar como adultos que somos, áun cuando ésta sea una cualidad que se les atribuye a los niños.

El Laberinto del Fauno despierta en nosotros los fantasmas de la infancia y sus ilusiones. Es una bellísima película en la que Guillermo del Toro nos da muestras de un alarde visual nada contenido y bien agradecido. Es un cuento que nos enseña de qué están hechos los humanos y los monstruos y de cómo las apariencias pueden engañar.

Aquí el fauno es alguien en quien desconfiar, pero un monstruo con corazón. Sin embargo, el militar interpretado por López con maestría (uno de esos cabronazos que nos acompañarán siempre en nuestras vidas desde que visionemos la película) es una persona a respetar, más por el temor que infunde que por su calidad humana, que lo rebaja a lugares poco terrenales y más bien abismales.

En definitiva, un cuento de hadas sin edulcorantes a la Disney.