Primeramente, hay que decir que Santiago Segura sabe cómo está el percal y muta tanto en forma (delgadez, peluca...) como en fondo. En una era de corrección política, ofendidos y cancelaciones varias no parece haber espacio para insultantes materiales de zafiedad torrentiana.

Así que Segura y su guionista se ponen con un largo para toda la familia (lo cual quiere decir en casos como el que nos ocupa que es blanco, cansino, simplón y banal hasta agotar). Y la trama -- en fin -- un festival de tropos propios de más cargante cine estadounidense noventero (tipo Jim Carrey desnortado) o del peor actual (pienso en bajezas como las que hace para Netflix Adam Sander).

Vamos, humor cuñadil, conflictos manidos y cosa varias pare tragaderas muy grandes.

Eso sí - Santiago es puñetero - con todo lo supuestamente inutilazo que es su padre, se asegura de que los personajes de sus hijas sean unas repelentes pedorras. También elige como esposa a Toni Acosta, cuya presencia actoral es altamente irritable en numerosos largos. Debido a ellos, es fácil empatizar con él.

En fin - una chufa mecánica y desfasada a múltiples niveles cuyo éxito comercial habla en voz alta sobre el nivel del espectador medio de cine mainstream made in Spain.