Puede que el factor nostalgia gane, pero aquí pasa como con la saga del ogro verde: los personajes nos caen tan bien que la empatía ya está asegurada, así que parte del humor tiene una sólida base de cariño asegurada por parte del espectador.

Y aparte está el guión: entre tanto humor chusco se cuelan unos gags más construidos de lo que parece, unos personajes con arcos y desventuras por los que claramente los realizadore sienten cierto amor, un tono que no falla (pese a que tiene que saltar de lo grosero a lo romántico sin solución de continuidad).

Por otra parte, resultan sorprendentes algunos momentos que parecen haberse saltado el concepto de censura PG-13 como si nada (algunos dignos del Sacha Baron Cohen más obvio), inusuales en un producto comercial made in USA de hoy en día.

Y sí: no hay nada nuevo bajo el sol. Oz sigue siendo un romántico. Jim y su pene flirtean con el desastre una vez más. Stiffler sigue siendo un capullo inmaduro. Y su madre una MILF. Y el papi de Jim, un buenazo...

Y ahí está la cosa. Los personajes nos gustan.

Y los chistes tienen una eficacia realmente notable.

Vamos, que la película funciona.

Taquillazo cantado.

Ah: y no me olvido de Eugene Levi, al que se le ha sacado un jugo que este cómico intérprete se merecía en la saga.

Lo mejor: La película está sorprendentemente equilibrada.

Lo peor: Cierto déjá vu.

La ironía: Mientras todos tinen una vidorra, Stiffler vive con sus padres con más de 30 y apenas curra en nada. ¡Es un treintañero español! Una razón de más para quererle.