Von Trier debe de ser el cineasta más pagado de sí mismo de Europa, porque si no no se entiende que se atreva a dirigir lo que dirige.

Y es que su historia es aburrida y teatral. Pese a querer romper moldes con una "deconstrucción minilmalista del espacio escénico" (o como lo quieran llamar los más sesudos críticos), logra hacer nada más y nada menos que una obra de teatro moderno llena de grandes actores y actrices desaprovechados.

Y encima el film está filmado en vídeo digital (de no muy buena definición, la verdad), con lo cual la "película" de Trier se asemeja más a la grabación de un ensayo teatral que a algo proyectable en pantalla grande.

En resumen: una obra cargante, pomposa y pretenciosa hecha por un ególatra con el ego hinchado. Se entiende que la Kidman huyera y Lars se viera obligado a buscar a otra actriz para "Manderlay".