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glothisman rating:
9
Horror. Romance. Fantasy In 1462, Elisabeta, the wife of Vlad Dracula, the ruler of Transylvania, throws herself to her death, wrongly believing that her husband has been killed while defending against the Turks. But when the church he has been defending condemns her soul to Hell for taking her own life, Dracula damns them and accepts the powers of darkness to become a vampire. In the 1890s, clerk Jonathan Harker travels to Transylvania to enact the sale of ... [+]
Language of the review:
  • es
October 12, 2011
6 of 10 users found this review helpful
La intensidad es lo más increíble de la vida. La intensidad derrota a la muerte, transfigura el tiempo, nos eleva por encima de nuestra condición mortal. La intensidad es el deseo y es también el deseo de desear. A todas horas, en todo momento. La intensidad es la única herramienta con la que contamos para hacer algo más que simplemente existir. La intensidad es el arte y es el sexo.

Esta película tiene errores. El principal es que es demasiado ambiciosa y desesperada y eso hay muy pocas películas que puedan sostenerlo a lo largo de todo su metraje. Se nota también mucho que Anthony Hopkins se lo pasó bomba durante el rodaje y que las canas estrambóticas de Keanu son sin lugar a dudas lo más brillante de su interpretación.
Hay, no obstante, algo inquietante en ella que brilla por encima de sus pequeñas imperfecciones: se trata de un ejercicio declarado de seducción. Coppola lanza toda su artillería estética contra el espectador y altera el guión de la novela original con el objetivo premeditado de fascinar. Y es justo en ese momento cuando entra en escena la música sobrenatural de Kilar para socorrerlo y se apropia de la película porque, piénsenlo bien, éste no es el Drácula de Coppola: es el Drácula de Kilar.
En cualquier caso, cuando la música y la imagen se funden, es cuando brota la intensidad. Oldman, Winona, la música, el guante negro sobre el lobo blanco. Esa escena es simplemente una barbaridad. Y no , amigos, no es un anuncio de Chanel: es la madre de todos los anuncios de Chanel.

Llámenla barroca, llámenla hiperbólica, pero, sobre todo, llámenla romántica. Nada de eso sin embargo podrá restar un ápice de potencia a la voluntad que vertebra toda la película y que no es otra que la de resultar profundamente obscena: imaginar a un Drácula como nunca antes se había visto, arroparlo con una música a la altura del auténtico príncipe de las tinieblas, crear un monstruo sublime, hacerlo real, conseguir que, después de casi un siglo de cine y decenas de versiones, nos enamoremos de él por primera vez.

Sigue en Spoiler.
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glothisman
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