Una generación de hijos e hijas de los divorcios (que en EEUU es muy alta la tasa) que alcanzan la madurez y como les ha afectado, es la excusa de entrada para esta película. Primero se agradece que el personaje no sea un ser totalmente destruido por el divorcio de los padres, esta premisa de padres divorciados cuya progenie acaba fatal por el trauma infantil, ha sido desarrollada en el cine estadounidense sobre todo de manera de estereotipos de gente destruida, asocial y mil cosas negativas. En ese sentido está bien.
El personaje principal está bastante bien construido, creíble y la interpretación de Adam Scott me ha parecido en general buena, con algún altibajo debido creo al guión. Hay un poco de sobreactuación en el resto, pero pasable.

El guión en mi opinión es muy irregular, empieza con bastante interés, y va dando tumbos un buen rato para decaer al final, que te deja bastante frío, de ahí quizás los votos tan negativos.
No me ha parecido mala en general, a pesar de que su interés fluctua mucho a pesar de su corta duración. Hay otro pero, y es que en una obra de este tipo que intenta profundizar sobre relaciones, crisis vitales etc no acabas de extraer conclusiones o debates claros de la misma.

A pesar de todo, la exposición de crisis del hombre protagonista me parece bien realizada y con unos puntos de vistas abiertos que le dan cierta originalidad, dentro de cierto caos argumental y de guión. No está mal para un rato, sin esperar grandes pretensiones del mismo. Se deja ver por su corta duración, por el enfoque de crisis personal y el cierto buen hacer del actor protagonista. No tiene mucho de comedia, no esperéis ni muchas risas ni carcajadas, apenas dos o tres situaciones algo divertidas.