Una de las sorpresas cinematográficas de hace dos temporadas fue un extraño y peculiarísimo western titulado "Bone Tomahawk", que sorprendió a la cinefilia internacional (sólo a esta, y no al mal llamado "gran público", puesto que tampoco es que su difusión fuera masiva y en multisalas, precisamente), no sólo por su calidad cinematográfica y su personalidad, sino ante todo por utilizar una trama prácticamente insólita en el género y que se tornaba realmente truculenta en la parte final, con detalles gore incluidos. Un auténtico WTF? en el western, pasado o moderno.

El responsable de aquella tan curiosa como inclasificable obra, S. Craig Zahler, demuestra en este segundo proyecto, un brutal thriller carcelario, que ha llegado al cine para quedarse, y que es alguien a quien merece seguir la pista en todo lo que haga.

Aquí de nuevo aparece la violencia salvaje y algún detalle gore, con lo que Zahler parece avisar que será una de las características de su cine, ya que su protagonista (un a priori error de cásting -por sus limitaciones interpretativas- pero finalmente solvente y sorprendente Vince Vaughn), reparte hostias como panes de esas que hasta al espectador le duelen, salpicándole sangre.

Un muy entretenido, disfrutable y sólido thriller carcelario que no cansa pese a una duración que supera las dos horas, que va in crescendo, dosificando bien la tensión, y cuya historia comienza con el despido del trabajo de un hombre al que se le complica la vida y su matrimonio, por lo que deberá entrar en una cada vez más chunga espiral de acontecimientos y decisiones, para su desgracia... y para el goce -inquieto- del espectador.