Esta crítica se la quiero dedicar a un apasionado del cine, un gran amigo gallego que se mofa de mi expresividad a la hora de elaborar mis opiniones.
Pues bien, el capullo en cuestión, que por respeto a su intimidad llamaré con el seudónimo de "Rubén", tiene una habilidad de un valor incalculable al menos para mí: es la única persona que reúne una serie de características únicas y definitivas para que lo asesinase, pero que, por un extraño efecto que provoca en mí, hace que lo admire y lo valore como un gran ser humano.
Rubén tiene un "Gran Frontera" que no deja a nadie, es posesivo, ácido, directo, con una inclinación hacia el psicoanálisis de la gente que deriva de su pseudo-sociopatía, pero es honesto.
Me recuerda al polaco cabezón que protagoniza este drama, conserva valores como la lealtad y la honestidad y ambos se cargarían toda la hipocresía que gobierna este mundo sin remordimiento. Jugando al fútbol, mi amigo, suelta alguna patada, pero las que más "tocan" son las que te clava con esa lengua mordaz y sutil. Pero si se conoce a fondo a estas personas, y merece la pena realmente, se da uno cuenta de la importancia de tener gente a tu alrededor sincera y leal.
Un aplauso al señor Eastwood por acercarnos a este personaje de una forma tan veraz.