Posiblemente, ésta es la película de Almodovar en donde se ve con mayor claridad la devoción del director manchego por lo extravagante y por lo que no es políticamente correcto. Si bien, la estravagancia y lo no convencional bien llevados pueden ser bastante enriquecedores, si no se llevan bien pueden resultar vergonzósamente patéticos. Ni que decir tiene que en esta película Almodovar vuelve a demostrar que tiene interesantes ideas para poner patas arriba la moral de nuestra sociedad, pero que no sabe llevarlas a la gran pantalla.

Una cantante de poca monta decide refugiarse en un convento tras la muerte de su novio. Allí convivirá con unas extrañas monjas de esperpénticos nombres y extrambóticas maneras de pasar el tiempo.

El recurso de llamar a los protagonistas con nombres tan peculiares como "Sor Estiercol", "Sor Perdida" o "Sor Rata de Carretera" y juntarlos en una historia de monjas que tienen relaciones sexuales, escriben novelas de dudosa moral, o se ponen hasta arriba de cocaína es algo que puede servir muy bien como reclamo para un público curioso. El problema viene cuando después de todos esos fuegos artificiales no hay nada. Ese es el problema del largometraje: no tiene una historia, ni tiene personajes carismáticos, ni tiene un buen guión, ni destaca por aspectos técnicos. Sólo tiene las ocurrencias de Almodóvar.

En cuanto a los intérpretes, destacar a Cristina Sánchez Pascual y a Julieta Serrano. El resto no han tenido guión para poder destacar.