donde los actores, al menos Raoul Bova, se nota a la legua que no ha llegado a un la crisis de los cuarenta, aparte que convierte a ese hombre en un apuesto director creativo cuya belleza radica en el descuido personal (barba de tres días, ropa elegante pero casual, etc) y si encima el papel de Michela Quattrocioche, que pudo pasar sin pena ni gloria actuando, se enamora de atractivo cuarentón de turno italiano y que luego se desvive por ese amor...
Luego para mas inri, los padres modernos que nacieron poco menos en la época post-Mussolini (y aparante y unos cuantos menos) que no descuidan a su hija instandole a que deje al cuarentón. Simplemente la madre, que parece estar en la inopia, le aconseja cuidado... ¡Pero si la chiquilla tiene 17 años! Seamos cuerdos... es totalmente surrealista y encima que parece que veamos a un pedarasta en acción.

No más lejos de lo anterior se encuentran las amigas de la protagonistas, que hablando mal y pronto las pone a relucir como chicas con los bajos sueltos. Salvo una, siempre tiene que haber una que no lo es, que en ella hay un poco de cordura y que espera al hombre que le haga sentir las sensaciones para entregarse... Seguimos viendo clichés. Aún así, si en Italia hizo furor esperemos que al menos no sean igual que las películas que, un día con uno y al día con otros dos...

En fin una película de trama aburrida, previsible y cuyo final es más empalagoso que los polvorones navideños. Eso ni con agua se baja. Una película para aquellas personas que quieran amargarse la existencia creyendo que la historia perfecta existe, y donde los sueños son estar con cuarentones ricos y que te dedican todo el tiempo del mundo.

Una película que hará, sin dudas, mucho daño a la sociedad. La defino como un bodrío excesivamente meloso y excesivamente italiano (dejemonos de visitas por Roma y de Carabinieri y de Vespas por un tiempo, por favor).