Todo un goce poder ver a Whoopi Goldberg en sus mejores épocas, un producto hecho a la medida de una mujer que ha nacido para hacernos reir y que se mueve como pez en el agua con el hábito puesto.

Jamás pensé que una película protagonizada por una monja me fuese a divertir tanto, las peripecias de Whoopi como corista poco puritana en el convento dan para bastantes momentos épicos. Por no hablar de su papel como directora de un desastroso coro que anima aun más si cabe la historia.

En resumen, un buen producto familiar que ha aguantado bien el paso del tiempo y poco beneficiado por la pésima secuela.

Lo mejor: los ensayos del coro
Lo peor: a los malos les falta personalidad