El viaje de autoconocimiento y aceptación que recorre la protagonista invita al espectador a abrazar a nuestro adolescente del pasado. Ese adolescente cuyas heridas o frustraciones permanecen latentes como una mochila invisible que creemos no llevar ya a cuestas.

Kayla es una chica inteligente, humilde y sensible que trata de adaptarse a un mundo con unas reglas marcadas en el que no se siente integrada. Y nos trae una mensaje universal que viene muy bien no olvidar: la relación con nosotrxs mismxs es la más valiosa. Aceptar con honestidad a nuestro yo presente para reconciliarnos con el del pasado y proyectar con amor al del futuro.

La interpretación de la protagonista es exquisita, llena de matices y verdad, con un guión fresco y profundo que permite fluir con Kayla en su crecimiento personal. Un camino en el que aprenderá a verse en un espejo sin los filtros que deforman su esencia pura y auténtica.

Es un film tierno, revelador y sencillo. Una mirada necesaria a la adolescencia donde no falta perspectiva de género. Recomendaría su visionado especialmente a todas las adolescentes.

Memorable la escena en la hoguera con el padre.

Que la disfruten.